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miércoles, septiembre 20, 2023

Libélula sin alas

Sí ya, como habéis visto ese programa de poderes extrasensoriales de la Tele os habéis venido arriba y creéis poder adivinar el tema de mi relato, que os conozco rosco. Sólo os diré para empezar que se trata de una libélula sin alas que soñaba en su casa con ampliar horizontes cantando para Euro-visión, pero decir en su casa es algo subjetivo, porque su casa en realidad se la había tomado prestada a un pez disco verde ausente de la misma.

Y ahora a ver si aún os creéis tan listos para averiguar el resto de la historia. Ah! ya no es lo mismo eh? O es que no tenéis lo que hay que tener? Nenazas! Que eso es lo que sois. A la hora de la verdad, todos os deshincháis y perdéis fuelle como el patito de playa del hijo de mi vecina cuando deja de usarlo. Antes mucho bombo y mucho sacar pecho queriéndoos comer el mundo, y luego todo es querer esconderos detrás de la mesita de noche o detrás de un compañero, menudo papelón. Mejor sigo o sino os vais a poner a gimotear como las plañideras de antaño. Mirad, cuando la libélula llegó por vez primera a la pecera desierta, allí había una nota indicando la ausencia de su propietario, y su próximo regreso ya que había ido al Acto en conmemoración del fin de la Guerra contra los Atunes Raperos en la que había tomado parte. Ahora bien, como los días pasaban sin el regreso del pez disco, la libélula dejó el iglú improvisado junto a la pecera que había montado con los cubitos de su Martini con Vodka (nunca le había gustado hacerlo con la esposa del Rey Arturo, esa que se la pegó con el del Lago) y se metió dentro de esa pecera. Andando el tiempo vio navegando hacia ella una brillante cabeza que subía y bajaba entre las olas y que encima se iba agrandando con el tiempo. Subía y bajaba, subía y bajaba, era casi hipnótica. Finalmente la libélula se dio cuenta que se trataba del pez disco verde que volvía a su pecera como anunciaba la funesta nota pegada en la pared de la que siempre había considerado su vivienda donde moraba ajena al paso del tiempo temporal. En nada tuvo enfrene al pez disco el cual venía todo enfurruñado y clamando que él había participado en la Guerra contra los Atunes Raperos, y claro ante esa visión la libélula no supo cómo hacerle frente y decirle lo de la canción de Pimpinela de Olvídame y pega la vuelta, ya que después de todo era su pecera, solo que ella se había gastado un pastón en decorarla y eso sí se lo comentó. Y si no se creía lo que le decía que se lo preguntase al tío del Badulaque que había a sólo a 200 metros, y no es que fuera un Apu, era un triciclo amarillo que emigró desde su país, pero no era el único. Todos saben que el país de los triciclos amarillos es frecuentemente bombardeado por tormentas de gaseosa y por ello sus habitantes se han visto obligados a emigrar, instalando la mayoría de ellos badulaques en otros países. Las Agencias de Viajes y Recreativas recomendaban que si ibas a ese país fueras con un Mojito o alguna otra bebida y lo rellenases de gaseosa de tormenta, que encima está muy fresquita. La libélula le dijo todo eso al pez disco, estaba desesperada, incluso se puso algo mimosa y mostró parte de sus encantos – sí, ahora vais a ir de buenos chicos y a decirme que nunca habéis visto los encantos de una libélula, pero nada, el pez disco se mostró inconmovible como si fuese un clon entre Charles Bronson, John Wayne y Lee Marvin y dijo que nones desoyendo cualquier propuesta o comentario que pudiera hacerle la libélula sin alas respecto a las aportaciones a la pecera durante su estancia en la misma y los numerosos servicios que en ella introdujo que no existían al comienzo. Y dejó claro que no se metió enseguida en la pecera desocupada, leyó la nota y esperó junto a ella en un iglú que construyó ella misma ya que era muy apañada. Esto último de no meterse de buenas a primeras en la pecera parece que el pez disco verde sí lo tuvo en cuenta. A lo mejor recordaba que en la Guerra contra los Atunes Raperos en la que él tomó parte activa y de la que siempre terminaba fardando, esa parte no fue tan activa después de todo y tampoco se metió en ella de buenas a primeras.

lunes, septiembre 11, 2023

Liber Hiperbóreas, el legado de los Atlantes

Liber Hiperbóreas, el legado de los Atlantes de Luis E. Iñigo Fernandez

Bueno, el anciano capellán de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, Aldo Frattini encontró en la Riserva del Archivo Vaticano un códice escrito en extraños caracteres y en un idioma desconocido, si es que estaba escrito en algún idioma y no era una mera broma de la Antigüedad. Frattini es un Filólogo experto, habla varias lenguas, es un gran Paleógrafo, pero su especialidad no es la criptografía, Por tanto, finalmente envía una copia del códice al profesor Julius G. Davenport de la Universidad de Yale, gran criptografo y superfan de Star Trek.

Por su parte, el profesor Davenport había conocido a otro profesor, este de Historia y Literatura medieval en Harvard, James Tiberius Longfellow, y cuando comprobó que el nombre de este señor era el mismo que el que tenía el Capitán Kirk en la serie Star Trek se hizo amigo suyo. Y cuando Davenport consiguió descifrar el códice, le envió unos archivos por email a su amigo Longfellow.

martes, septiembre 05, 2023

La laguna dorada de Eulogio

 Se llamaba Eulogio. No tenía la culpa, la culpa era de Zapatero. Eulogio era consciente de ser un dino, del tipo del de los Picapiedra pero más grande y robusto. No era tan alto como para que le llamasen los chicos del baloncesto para jugar con ellos, eso era más para los figurines que vivían en el Valle, él vivía más entre el Valle y el Desierto. Pero sí era lo bastante robusto para que le llamasen los chicos del sumo, que últimamente estaba ganando adeptos este deporte. Bueno, he dicho que Eulogio vivía junto a un desierto. Era un desierto muy cuco. Los dinos que se creían casanovas llevaban allí a sus parejas, y les enseñaban el paisaje y las estrellas junto a la luz de las lunas que allí son especialmente luminosas, mientras les decían con voz mimosa y al oído eso de “anda, enróllate un poco cari” pasando como quien no quiere la cosa un brazo sobre sus hombros. Y ella o él los moverá sinuosamente como queriendo desasirse de ese abrazo, o quizá acomodarse en él, quien sabe? Bien, volvamos a Eulogio que nos hemos desviado a las parejas de dinos en el desierto, pero esa proximidad de Eulogio con el desierto y el hecho indiscutible y confirmado por la mamaita de Eulogio que éste era bastante guarro por decirlo suavemente, hacía que frecuentemente usara este desierto para mingitar o miccionar si se prefiere ese término menos sutil en ese espacio prácticamente inacabable, concretamente en una pequeña hondonada que había cerca del loft en el que habitaba nuestro amigo. Bien, fueron pasando los días y conforme Eulogio esparcía amorosamente su líquido dorado en esa hondonada se fue formando un coqueto charquito. Como nuestro dino hacía el payaso cada vez que mingitaba, fue congregando a su alrededor a todo un ramillete de dinos, Brontosaurios en su mayoría, pero entre los que también aparecía de cuando en cuando algún que otro Estegosario, que con su puñetera cola puntiaguda lo convertían en el chico malo del barrio. Y ya sabéis, culo veo culo quiero, pronto toda la congregación se puso a mingitar en la hondonada y a añadir su propio caudal dorado al de Eulogio. De forma y manera que el charquito de la hondonada se fue transformando paulatinamente en un gran charco y andando el tiempo en toda una laguna. Una laguna en el desierto muy bonita aunque algo pestilente dado su contenido. Afortunadamente para la salud bronquial de Eulogio y otros residentes locales el viento de las lejanas montañas aireó la fetidez reinante.
Sí, se había originado una bonita laguna en el desierto, que años más tarde cuando Eulogio y sus congéneres ya se habían metamorfoseado en mariposas parlantes y habían partido a polinizar babuinos como ocurría cada Lustro un homínido de nombre Itrio encontró la laguna y se sorprendió por su aspecto y ubicación. Itrio comprobó que no había ningún río o riachuelo conectado con esa laguna y claro las lluvias eran escasas en el desierto. Concluyó que la laguna debía de proceder de los dioses, era la única explicación que se le ocurría a un intelecto superior como el suyo. Además estaba en el desierto, un lugar muy extraño para una laguna, y encima era dorada, tenía que ser de origen divino, así que comenzó a adorarla y a realizar sacrificios de pequeños animales en sus márgenes. No demasiado tiempo después, ya se había construido hasta un templete en la orilla del lago y de animales pequeños se pasó a algunos de mayor tamaño. Y claro, cuando Eulogio y sus compadres volvieron de su polinización penta-anual pasaron evidentemente a engrosar el creciente número de animales sacrificados en la laguna sagrada … del Dios Eulogio.

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