M-DD

Si vamos por el camino que va desde el paraje del bolsillo sin fondo a la montaña bajita y ondulante, montaña famosa porque de sus cumbres nevadas se extrae la nata para esos suculentos helados de fresa que han consolado las rupturas sentimentales de las películas de Meg Ryan, nos encontraremos con una casita casi destartalada y muy venida a menos. La he llamado casita, pero he de reconocer que he pecado de lesa majestad contra la verdad y por mi culpa culpable, por mi culpa, por mi gran culpa, reconozco que la mal llamada por mi casita no es tan pequeña. A ver, si se la considera una construcción de un solo bloque, es desde luego pequeña; pero es que está compuesta por varios de ellos, y separados por muy poco espacio. Así que no, no es tan pequeña. Y no la debí llamar casita, sino que es una casa ya hecha y derecha con múltiples inmuebles adosados a la misma. En esa casit- perdón, en esa casa juro por Isis y Neftis (hermanas GE-ME-LAS) que vivía un ser algo estrafalario e incomprend