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sábado, agosto 09, 2025

Komme7

 

Bueno, zarpamos hacia el Norte desde el poste … de piedra, siguiendo las "bienintencionadas" instrucciones del calvito.

Komme miraba anhelante a los de los trajes vistosos, viendo cómo se alejaba su posibilidad de conseguir supositorios con tripita cervecera. Si conseguimos regresar, a las esposas de Komme se les encargará que aprendan una nueva perversión sexual. Bueno, remamos poco rato y dimos con un puerto en el que pudimos reposar, que la gente decía que se llamaba algo así como Laccobriga, o al menos algo así pudimos entender. Parecía por sus gestos que querían que nos quedáramos unos días allí, pero preferíamos volver a salir a navegar en cuanto reposáramos.

 

 

Seguimos hacia el norte apaciblemente, iba a ser verdad lo que decían los de los trajes vistosos. Esta vez después de seguir mayor distancia de costa sin encontrar nada, al final dimos con un pequeño puertecito llamado Cale donde estuvimos muy poco tiempo, pero no dejamos de visitar la "Casa del Infante de Sagres" y el Museo del vino de la Ciudad. Hacia el Norte de ese lugar, el mar cambió. El viento se hizo más fuerte y las canoas más difíciles de manejar y afortunadamente nos pudimos refugiar en una bahía habitada cuyo nombre no pudimos descifrar porque el mar ya se estaba poniendo muy feo. Eso sí, aunque no pudimos descifrar el nombre, sí que entramos en un Ale-hop que tienen en el Barrio de Bouzas porque Pito tenía el antojo de comprarse una taza de desayuno. Parece que más adelante según ciertos marineros de la población en la que estábamos, las olas se hacían más altas y el mar era más violento.

 


 

Aún así partimos del lugar de nuevo. Bueno, no lo he dicho, pero ya nos lo habían aconsejado los tainos y la gente de los sitios por los que pasábamos, que saliésemos muy pero muy de mañana y aprovecháramos la brisa de entonces. Fuimos hacia el Norte, pero poco a poco nos desviamos hacia el Noreste. La costa hacía dibujos extraños como dientes de dragón y tal como nos habían dicho, las olas chocaban fuertemente contra las rocas de la playa, bueno arena de playa no había. Lo que era un poco raro, quizá algún dios extraño había echado su extraña maldición a ese extraño pueblo y en lugar de una playa de arena tenían una de roca. Bien, al final llegamos a una punta, o podríamos decir al diente del dragón, con el punzante nombre de Ortigueira, donde nos paramos momentáneamente para ver la famosa cultura castreña de la zona y algunos de sus dólmenes.

 

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