Vídeos (01/01/25)

miércoles, julio 31, 2019

Embalse de Riaño en León

 

En Julio de 2019 nos decidimos a ir a ver el embalse de Riaño en León. Creo que mi padre se enteró de alguna forma que ese embalse anegó el pueblo antiguo y que se había trasladado a una orilla a sus habitantes, construyendo el Nuevo Riaño.

No es que el nuevo pueblo fuese una maravilla de acrópolis ni nada por el estilo, pero desde luego los paisajes de los alrededores sí que valían la pena. Por aquel entonces, nos alojamos en un Hotel de cuyo nombre no puedo acordarme de la calle que había nada más entrabas en el pueblo y que tenía los hotelitos casi repetidos, como los chiquillos cuando se muestran y se intercambian los cromos de Fútbol que los tienen “repes”. Desde el primer día hice una amistad, fue la kiosquera que era la que mejor había aprovechado el asunto del embalse. Desde luego no era ninguna novedad pero había cogido y ampliado el Kiosko que estaba enclavado en un lugar estratégico del pueblo, en una especie de esquina y cruce de caminos, y donde vendía libros varios bastante variados para un lugar tan pequeño, tenía un lindo bazar como el lindo gatito Piolín y además trataba de colocar algunos Souvenirs de Riaño y alrededores a los turistas, aparte del típico torito de Osborne de esos sitios claro está.

El pueblo era pequeño, caminando un poco hacia atrás por la calle del kiosko llegabas a una especie de arco GANDE muy GANDE, donde te imaginas fácilmente que eres un torero y te entran a hombros en una plaza como la Maestranza de Sevilla por ejemplo y ele. Una vez allí, y mientras mirábamos la superficie del lago por donde asomaba la punta de la torre del campanario del Viejo Riaño entre las columnas de la plaza nos contaron la historia de que un catalán estuvo a punto de comprar todo el pantano o al menos sus playas para organizar una especie de PortAventura leonés con todo tipo de servicios adicionales adecuados al lugar por supuesto, pero al final todo se vino abajo. Como siempre que ocurre algo así hubo opiniones a favor y otras en contra: que si será bueno para el comercio y para León en general, que si nos explotará y se lo quedará todo él que ya sabéis cómo son los catalanes. En ese pueblo no es que hubiese mucho que ver por aquel entonces. Mi mejor recuerdo es de un día en que nos despertamos y va y decidimos hablar con el Gerente del Hotel por si sabía de algún lugar interesante para visitar. ¡Que sucorazón pese menos de la pluma de Maat! Nos recomendó que visitásemos un pueblecito llamado Lois (casi como la novia de Supermán, solo le falta el Lane). Para llegar allí primero se rodeaba parte del embalse que ya he dicho que eran unas vistas dignas de ver (N-621). El pueblo podía ser pequeño pero el embalse, amigo, de pequeño tenía lo que yo de Gracita Morales. Tras abandonar el embalse se entraba en un valle franqueado por montañas bastante altas y del que más tarde nos informaron que el Invierno se hiela y no había manera de entrar o salir del pueblo porque esa carretera era la única vía de comunicación existente. Una vez ya en Lois, nos encontramos con un pueblo muy pequeñito pero que tenía un escudo de armas en casi cada puerta con lo que mi padre estaba que daba saltos de alegría aunque no con demasiado ímpetu porque hacía un frío que pelaba, siempre hay cosas con sus pros y sus contras. Y por fin llegamos a la joya de la corona, la llamada Catedral de la Montaña, una iglesia bastante crecidita que construyó un Obispo y prior hace algún tiempo con mármol rosado, que si le diese el sol de lleno refulgiría como no se puede imaginar. 

 

Visitas guiadas a Lois en 2023 

jueves, julio 25, 2019

Espejo


Hoy me he mirado al espejo del cuarto de baño y no me ha gustado lo que he visto. Cuando me contemplaba, no me preguntéis porqué, pero he recordado de golpe a la madre de la “Volvo”. Esa mujer era, ¿cuál sería la expresión correcta para definirla?, la Reina de su casa y su hija la princesita aspirante al trono. Se solía pasear llevando unas botarras que le llegaban casi hasta las rodillas y unos pantaloncitos liliputienses de cortos que parecían introducirse en ella contorneando su cuerpo por debajo. No sé qué se creía, que aún era una quinceañera o algo así. Mi abuela Ramona (la pechugona) normalmente la fulminaba con la mirada mientras soltaba algún comentario condenatorio contra su indumentaria de colegiala si pasaba frente a nuestro chalet. Mi abuela ahí se parecía a la madre de Sheldon quien no podía ir a Rodeo Drive a comprar porque no tenía bastante dinero pero era gratis ir a ver quien sí podía hacerlo condenándolas con la mirada. Pero volviendo a esa mujer, al cumplir 40 años le debió de gustar horrores la cifra porque se plantó en ella y de allí ya no se movió, no sé, si hubiese sido una jugadora de esas empedernidas lo lógico hubiese sido que lo apostase todo al 40 a ver qué sucedía. Siguió cumpliendo años evidentemente, pero ella continuó erre que erre con sus 40 del alma donde se había quedado.
Pues esa mujer y su pechonalidad, perdón personalidad ha sido la que me ha venido a la memoria al mirarme hoy al espejo. Y es que creo firmemente que estoy alargando esto innecesariamente y escribiendo el blog de marras para intentar aferrarme a los jirones de mi infancia y juventud que desde luego hace mucho ya que pasaron a mejor vida y dejé atrás en el tiempo. “Joder, qué bien me ha quedado esa expresión, ni Góngora”. Continúo, eso es algo muy triste. Nunca creí que llegase a ser tan poco consecuente con mi edad, cuando hace tiempo me jodía cantidad tener la fotografía principal en una Web de contactos demasiado anticuada. Y es que a pesar de ser discapacitado físico, he vivido una infancia y juventud que podría calificar de “buenas”. Pero el tiempo verbal de esta frase es el correcto, lo he vivido. Actualmente solo tengo una afición, aparte de las inamovibles lectura, informática y TV de toda la vida, y es ver ocasionalmente como los turistas que suelen pasear por mi calle en Valencia camino de la Playa descubren con asombro los naranjos genuinamente bonitos y aromáticos repletos de naranjas y no tienen ningún reparo en llevárselas a la boca. Inmediatamente la expresión de su cara es de una comicidad absoluta, tirando al suelo la naranja que se han comido, gritando su repugnancia … la cuestión es que acaban de darse cuenta del hecho de que los naranjos son bordes y están ahí solamente de adorno. Me parece que lo que sí puede hacerse con esas naranjas es algún tipo de confitura, pero lamentablemente nada más y no estoy seguro tampoco de eso. Con esa tontería de los naranjos quiero decir que ya tengo 51 años y que desde luego que no estoy solamente para adorno, pero tampoco para nada demasiado efectivo.
Últimamente no es que duerma demasiado esa es la pura verdad. Usualmente me siento delante de mi ordenador y comienzo a escribir. Eso cuando no escribo primero a mano en un bloc de esos de hojas blancas que me regaló mi padre hace unos años y más adelante ya lo paso al ordenata (en la portada de la libreta pone El Mercantil Valenciano y es solo una suposición pero por la época en que me lo regaló mi pater familias el Levante que es el periódico que se compraba celebró su fusión con Ell Mercantil Valenciano). Hablando del ordenador, tengo una carpeta con el nombre BLOG y ahí guardo lo que voy a publicar o está ya en la red, y también tengo en una Hoja de Cálculo una especie de calendario de posibles publicaciones futuras, que desde luego de manera opcional me va informando de cuando he de publicar. Clarifico, la carpeta en cuestión está en realidad en uno de esos discos externos que me regaló un amigo de infancia de mi padre, digo esto por si algún listo tiene la brillante idea de meterse en mi portátil, aunque no sé que utilidad tendría hackear un blog personal pero sé que las apuestas son las apuestas.
Un apunte nada más, el primer ordenador me lo regalaron mis padres sobre 1990 y dijeron haberlo comprado por la Av. del Cid en un establecimiento que desde luego ya ni existe. Mi padre le puso el caritativo nombre de “tofoleta” (algo así como “tontita”) porque no solía separarme de “ella casi como si fuera tu novia”, gracioset que era el chico. Mucho más tarde (porque ese primer PC duró lo suyo), en una tienda que hace esquina en Serrería con Arquitecto Alfaro y ya en 2014, me compré un ordenador grandote y de sobremesa al que bauticé como “Gran tofoleta”, si no puedes con ellos únete. Creo que con el portátil de este año volveré (como el General Mc Arthur en la Segunda Guerra Mundial cuando le vencieron los japoneses. O como el Gobernador de California en cualquiera de sus pelis, ya que cuando dice la frasecita suena como un clásico), bueno volveré a los inicios y le colgaré a este portátil el dulce apelativo de “tofoleta II” o algo así. “Tofoleta” me recuerda enormemente a una comedia en valenciano antigua de teatro que muy por encima me relató mi padre. La obra quiere ser de miedo/terror, aunque está presente en toda la obra el típico cachondeo de la época. Para que nos entendamos y aunque supongo que será bastante posterior, sería un cachondeito parecido al de la peli “Bienvenido Mr. Marshall” o “La Escopeta Nacional” de Berlanga o ya remontándonos en el tiempo a “El virgo de Vicenteta i l’alcalde de Favara” de Bernat i Baldoví. Venía a decir algo como “Marieta estic en el primer escaló, Marieta estic en el segón escaló, Marieta estic en el tercer escaló, Marieta que t’agarre!”

viernes, julio 19, 2019

Teutoburgo


Teutoburgo de Valerio Massimo Manfredi. Lo que siempre me llama la atención de Manfredi es que él mismo se define como escritor y no como un escritor de una temática o género literario concreto como por ejemplo Novela Histórica o Novela Policíaca.
Pero esta sí que es una Novela Histórica. Comienza con dos jóvenes príncipes germanos hijos de un jefe querusco que van jugueteando por un bosque de su país natal buscando mariposillas de mata en mata, hasta que claro los caza una patrulla romana y los hacen rehenes, admirando una recién construida calzada romana cuando en Germania solo caminaban sobre senderos de barro y eso cuando éstos existían. Los nombres de estos jóvenes son Wulf y Armin. Bajo la tutela del Centurión Marco Celio Tauro, Wulf y Armin toman caminos diametralmente opuestos al enfrentarse a la Cultura Romana con la que dicho Centurión intenta impresionarles (esa parte me recodó la peli “la Vida de Brian” y su ¿qué han hecho los romanos por nosotros?): Wulf asimila rápidamente dicha cultura tanto es así que cambiará incluso su para los romanos impronunciable nombre por el de Flavus. Pero Armin tan solo lo latiniza un poco retocándolo y convirtiéndose en Arminius y continúa siendo un orgulloso e imbatible guerrero germano. De hecho volviendo a La Vida de Brian, Arminius diría aquello de “Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?” “Nos han dado la paz. ¿la paz? que te folle un pez”. En Roma está Augusto de Emperador y su sueño para Germania era prolongar la frontera del Imperio hasta el río Elba. Ya un poco antes Julio César había intuido que un peligro para Roma podía venir de Germania y consolidó el poder romano en la Galia para que actuara de frontera natural. Augusto desde luego quiso dar un paso más, pero como no todos eran Augusto y había bastante rapacidad e incompetencia en la Administración romana, Teutoburgo frustró ese sueño. Todos los que hemos leído “Yo Claudio” de Robert Graves recordamos el poema cantado en el que Augusto le reclamaba al General Varo las Águilas Romanas que había perdido en la batalla germana.

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