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sábado, enero 18, 2020

Invenciones. La loca de las flores


Creo que estas historias estarán bien aunque sean invenciones, y recalco lo de invenciones, porque solamente un friky creería lo contrario.

Esta historia en concreto se remonta a algún año de la década de 1930 en el antiguo Siglo XX. Lo lamento pero las leyendas que han caído en mis manos no llegan a precisar más en cuanto a la fecha del suceso. En los Jardines del Real de Valencia entrando por la parte más cercana al cauce viejo del río Turia nos encontramos con dos bancos de piedra clara, de superficie como de queso de pequeños agujeros que están colocados uno enfrente del otro en un caminito con tramos de césped y setos a diestro y siniestro. Son alargados y actualmente su estado es algo grisáceo debido al paso del tiempo, tonalidad que se nota sobre todo en un relieve rectangular que tienen dibujado en el respaldo, además algunos líquenes han crecido en el interior de los agujerillos de su superficie. Pero claro, no siempre han estado así. Hacia 1930 cuando se inauguraron resplandecían y parecía que daban la bienvenida a los diversos visitantes de los Jardines ya que se encontraban justo a la entrada y eso no a variado en años.

En la Plaza Cánovas del Castillo vivía un Doctor de nombre Martí que tenía una única hija de nombre Ana. Ana era una preciosidad de mujer y era de una inteligencia envidiable. Su padre estaba muy orgulloso de ella con motivo. Había conseguido recientemente un trabajo como Secretaria en una Gestoría de la Calle del Mar porque a pesar de su gran inteligencia tenía que empezar por abajo dada la época en la que le había tocado vivir para no ir intimidando al género masculino. El buen Doctor ya le había contado a toda su consulta, a todo el Ateneo del que era socio, a la Barbería a la que iba usualmente, y a todos los amigos que tenía por aquel entonces el actual estatus profesional de su hija Ana añadiendo lo guapa e inteligente que era. Pero las lenguas hablan, el viento sopla y el río suena. Un día llegó a casa Ana medio bailoteando diciendo que había llegado a la Gestoría un mensajero con un ramo de claveles para ella. El ramo estaba profusamente adornado y tenía una nota sin nombre en la que le pedían con unos versos un tanto enigmáticos que acudiera a los Jardines del Real a las 7:20 de la tarde a uno de los bancos de la parte del río. Lo había hablado con su amiga Nelly (con 2 “eles”) y pese a lo misterioso que resultaba el mensaje las dos creían que debía acudir a la cita. Desde luego el Doctor no las tenía todas consigo pero nunca había podido decirle que no a su hija quien ya veía a su presunto pretendiente con los rasgos agigantados de un apuesto y gentil caballero, así que se calló lo que pensaba y como se dice por ahí puso al mal tiempo buena cara. Apenas eran las 7:10 cuando Ana ya estaba senada en el banco de los Jardines del Real. Desde luego habría de esperar. Era buena hora y había bastante gente en los Jardines, pero como los bancos no estaban en una entrada principal las personas que caminaban por esa zona en concreto no eran tantas. A decir verdad, Ana estaba en su banco sola y el de enfrente se encontraba desocupado. Estaba muy guapa, se había pintado cuidadosamente para la ocasión y por otra parte sabía que tenía un cabello que era la envidia de sus amigas, Nelly incluida quien exhibía una mata de pelo pelirrojo que daba gusto verlo. Pero aún con esa pequeña dosis de confianza estaba nerviosa y no dejaba de toquetear el bolso de mano que le había regalado su padre en la Graduación. El tiempo corría y pronto dio la hora. Ana se preguntaba qué podía haber pasado. Se retorcía las manos, se mordisqueaba los labios, y ya estaba a punto de levantarse para ver si es que se había equivocado de banco y él estaba esperándola en otro, cuando alzó la mirada y cual no sería su sorpresa al ver a un joven caballero moreno con pequeñas gafas oscuras y sombrero hongo color crema sentado en el banco de enfrente mirando en su dirección de forma turbadoramente intensa. Ana no sabía qué hacer. Si sería él o no. No decía nada, ¿acaso era mudo? haberle enviado esas flores, hacerle esperar horas enteras, y luego ni chistar. O no era él … pero quedarse ahí mirando. Al final no pudo más y se lanzó. No sería de chicas honestas pero así acabaría ya de una, que su bolso más parecía un tirabuzón de tanto retorcerlo. Recorrió el caminito a lo ancho y se sentó en el mismo banco que el joven. Un poco a trompicones comenzaron a hablar, al principio solamente de sitios comunes que habían visitado y de personas que conocían ambos. Resultó que no había mucho misterio en que el joven se hubiera interesado por Ana. Él le hizo notar galantemente sus muchas virtudes y dijo simplemente haber sabido de ella a través del Ateneo. No sabría decir si el conocer este hecho le causó a Ana satisfacción porque él creía que ella era hermosa e inteligente o decepción porque no había ningún misterio detrás de Pedro, que así se llamaba el caballero. Cuando llegaron a lo personal, Ana se enteró que Pedro era viudo pese a su juventud, aunque en su matrimonio no había tenido hijos. Que trabajaba de Pasante en un Despacho de Abogados de la Gran Vía y pagaba el alquiler de un piso compartido con un estudiante de Empresariales cerca de la Calle de la Nave. Y finalmente que sus padres lo habían enviado a Valencia desde Valladolid de donde Pedro era oriundo. A Ana Pedro le parecía una persona muy agradable y decidió contarle sus sueños y pequeños deseos. Le confió que su sueño profesional sería entrar en un gran Ministerio e iniciar una carrera como funcionaria a nivel jurídico donde pudiese escalar puestos internamente y donde pudiese asimismo obtener una seguridad laboral suficiente. Pedro quedó prendado de la clarividencia de Ana y, bueno, Ana quedó prendada de Pedro. Pero justo en ese instante en que ambos se quedaron mirándose como dos bobalicones, Ana vio … a través de Pedro, cómo éste se difuminaba poco a poco quedando en su lugar en estanque de los patos. Se quedó patidifusa, como las estatuas que se veían de vez en cuando en los Jardines. Tiempo después no sabría decir cuánto tardó en levantarse del banco, lo que sí estaba claro es que u vigilante le dijo amablemente que debía salir porque ya iban a cerrar. Cuando el vigilante le tocó suavemente en el hombro para llamar su atención, Ana se sobresaltó como si hubiese visto a un fantasma y el vigilante se la quedó mirando con una expresión muy extraña, como si en su cara se hubiese impreso un rictus de incomprensión y hubiera envejecido unos diez años.
A partir de ese día a Ana le costaba concentrarse en el trabajo, se volvió taciturna y se hizo malhumorada, cuidaba mal de su apariencia y perdió las amistades que tenía, incluso Nelly la abandonó, y finalmente la despidieron. Su padre el Doctor simplemente falleció ya que era muy mayor, pero logró dejarle un pequeño legado en herencia que recibía mensualmente y que lo gestionaban los Abogados de su padre. Desde luego ella fue a la Calle de la Nave y allí tuvo una suerte relativa al preguntar por un joven caballero de nombre Pedro y con su descripción. Había en esa calle un bar llamado Casa Boro y cuando preguntó reconocieron al joven aunque lo único que hicieron fue reírse y cuando contó su historia le llamaron la loca de las flores. Explicaron que Pedro hacía años que había fallecido en un gran incendio que consumió hasta los rescoldos del edificio en que vivía, y le señalaron un edificio a punto de venirse abajo con lo que quedaba de las paredes ennegrecidas y todo lleno de cascotes. 

Banco de los Jardines del Real donde se sentó Ana
 

Iglesia de San Juan del Hospital

 

Bueno, hoy no es que haya ido a ningún sitio pero esto es realmente una visita … guiada … pero visita al fin y al cabo. Se trataba de una iglesia de Valencia misma, sin salir de la urbe, urbana. Se llama San Juan del Hospital y se supone que junta, bueno se supone no, junta lo románico tardío, lo gótico y lo barroco, porque ya sabéis que entonces se tardaba una barbarité en acabar esas cositas.

La cita era con una Agencia en la Plaza de los Patos (para el que conozca Valencia) y en una plaza relativamente céntrica (para el que no la conozca). La hora era a las 10:30, pero yo me quedé roque y como temí llegar tarde, cogí un taxi y llegué como un señor de esos con los bolsillos bien repletos. ¡Joder! qué bien sienta pagar a un taxista de vez en cuando, aunque claro, qué penita da cuándo se te va la pasta, ¡vuelve cabrona que siempre te he tratado bien!, pero nada la pasta, que no entiende de halagos y cambia de manos como si tal cosa, ce la vie.

Volvemos a San Juan. Cuando hube llegado afortunadamente faltaban unos 15 minutos o así. Primero lo miré en el reloj de una farmacia, pero parpadeaba y no me pareció muy fiable. Además, ponía 9:47 y al minuto 9:46, y entonces el que parpadeé fui yo, porque creí que era uno de esos relojes que cronometraban o que había llegado el fin del mundo y yo con estos pelos. Bien, al final no tuve más remedio que sacar mi móvil de detrás de mi riñonera y mirar la hora para cerciorarme de que aún tenía tiempo para tomarme algo. Aún lo tenía, así que entré en un café y pedí un dónut y un café con leche. Me parece que la camarera era rumana, búlgara o de por allí, a la segunda camarera no la pude ubicar y el encargado tenía toda la pinta de peruano. Si yo estuviera trabajando, en cuanto salí del local habría ido directo a afiliarme a VOX. En lugar de eso vi a al grupito a la puerta de la iglesia y me uní a ellos.

La guía se nos presentó o mejor se nos volvió a presentar porque ya la conocíamos de excursiones anteriores y algunos la tenían “muy vista”. Otra chica la presentó como la Historiadora de la Agencia, ignoro si lo es en realidad, aunque por los datos continuos que salían de su boca debería optar al puesto si es que por casualidad aún no lo posee que lo dudo. Me llamó mucho la atención una Virgen que nos enseñó en el interior y que nos presentó como una representación de la Virgen de la Leche. A mi me recordó que mi padre me dijo que la Virgen de la Leche la adoran en España principalmente en la parte Norte. Y esto lo dijo cuando estaba escribiendo un Libro sobre Torres Torres, una población del Norte de la provincia de Valencia en la que aparecía una referencia a una Virgen de la Leche en esa población y la típica leyenda de que la había encontrado un pastorcito y bla, bla, bla, que creo que “aparecía” también al mismo tiempo. Su conclusión fue que esa Virgen de la Leche la trajo algún monje Templario u Hospitalario que acompañó a Don Jaime en la Reconquista. Si volvemos a San Juan del Hospital, nuestra guía nos comentó que monjes hospitalarios (como no podría ser de otra forma porque sino no se llamaría Del Hospital) acompañaron a Don Jaime en la Reconquista.

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

 

martes, enero 14, 2020

Imperium. (trilogía de Cicerón) de Robert Harris


Se trata de la Trilogía de Cicerón de Robert Harris, compuesta por los Tomos: Imperium, Conspiración y Dictador. Y de los que por ahora solamente me he leído el primer Tomo: Imperium. Antes de continuar diré que hace la tira de años leí algo relativo a que en latín la letra “C” se pronunciaba “K” generalmente y la “V” se pronunciaba “U”. De manera que para mi mismo leía en lugar de CICERON, KIKERON, y en lugar de VERRES, un Gobernador de Sicilia (Sikilia) que Ciceron lleva ante los Tribunales en este primer volumen, UERRES.

Todo comienza con Tiro el Secretario y amanuense de Ciceron, esclavo aunque llega a ser casi de la familia e inventor de una especie de taquigrafía antigua (sistema estenográfico creo que lo llama) de la cual quedan algunos símbolos como esa especie de lazo que une dos o más conceptos: &. A lo largo de toda la novela, Cicerón se siente impulsado hacia el Consulado. Hay que comprender que para los romanos el ser Cónsul en una República era lo más. Desde luego no era como reinar en un país bárbaro o uno sometido a Roma, ya que ellos se creían estar por encima de esos países social y económicamente hablando, así que ser Cónsul de la República era superior incluso a eso. De forma que Cicerón persigue el Consulado. Lo malo es que no tiene nada que lo apoye. No tiene a la Aristocracia detrás ni ha nacido en una familia ilustre ni nada parecido como por ejemplo Catilina o Julio Cesar, no tiene un ejército que le asista como Pompeyo el Grande que ha conseguido varias victorias en Hispania, carece de fortuna que le suavice el camino como Craso. Tiene apoyo popular, pero si se carece de fortuna ese apoyo no es constante y es poco fiable. Ha de ir poco a poco. Primero se presenta para el cargo de Edil y ahí arrasa en las elecciones. En esas elecciones el voto de una persona por ejemplo de un barrio extramuros tiene el mismo valor que el voto de un aristócrata, lo que no ocurre a otros niveles de la estructura política romana. Por eso Cicerón ganó cómodamente. Luego estaba el cargo de Pretor, pero eso ya era diferente claro. Entonces en el bando Aristócrata estaban alineados Craso y Pompeyo, pero ambos sentían una envidia mutua que no veas, solo que la contenían. Un general victorioso llamado Luculo comenzó a ganar batalla tras batalla en Oriente y Pompeyo, envidiosillo como era empezó a removerse inquieto en su asiento, y con un pequeño empujoncito, cambió de bando y se pasó al de Cicerón apoyando su elección. En ese Verano fue quien recibió más votos según el book. Quedaba el Consulado que era la elección más complicada, y en esta ocasión Cirerón está desesperado porque le llegan rumores de que se están comprando votos a niveles descomunales por todos lados …

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