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lunes, noviembre 21, 2022

Atarazanas

 

Sí, hoy me he levantado muy tarde y tan solo he podido ir a una exposición en las Atarazanas que se hallan muy próximas adonde habito, quizá unas 0,6 Millas Romanas aproximadamente o unas 0,000002604166 unidades de distancia lunar si se prefiere (siempre según la Web https://www.translatorscafe.com/unit-converter/es-ES/length/33-7/milla%20(romana)-kil%C3%B3metro/). Bueno, al lío. Al salir de casa, me fui caminando con mi bastón por la Calle de la Font Podrida (y no me lo he inventado, se llama así, combinación de dos idiomas, algo así como en el Cat Noir de Lady Bug, tendría que llamarse o Font Pudenta o Fuente Podrida). Bueno, iba caminando por esa calle y me topé con una colección de jóvenes Belladonas o Donas Bellas, que iban cogidas del hombro en fila como si fuesen una formación militar dispuesta a cargar contra un enemigo imaginario. Poder contemplar ese ramillete de beldades fue un buen alimento para mi mañana, que después de todo no solo de cafés y tostadas vive en cuerpo. Finalmente llegué a la Plaza de la Armada Española, la crucé en diagonal, pasando a través de la vía del tranvía y llegué a la Calle J.J. Domine con sus soportales. Me metí por ella, pasé el primer bloque de edificios (manzana, cuadra) y al llegar al fin del segundo torcí a la derecha. Enfrente, a mi izquierda tenía las Atarazanas, que tras su rehabilitación parecen … no sé bien lo que parecen. Son un semicírculo acabado en punta con una reja debajo, adornadas con un ancla para precisar motivos marineros. Por cierto, chicharos que la entrada era gratuita, al menos esa vez que fui y para esa exposición, pero creo que en el Almudín también lo era cuando fui. Dentro me encontré con una exposición de la artista francesa Emmanuelle Genolini llamada Belén.



Aunque este tipo de arte no es lo mío, soy bastante tradicional, me gustaron más estos cuadros:





viernes, julio 30, 2021

Leche merengada y clóxinas

 

Fue una mañana muy bastante agobiante, podíamos decir que en el ambiente se respiraba (cuando se podía respirar a través de las puñeteras mascaretes) el “caloret de la Rita” elevado al cubo. Me habían encargado que comprase algunas clóxinas de la playa, porque parece ser que a la persona que me lo encargó le gustan más las de allí que las que se compran en otro lado. Me encargó que le comprase unas clóxinas y unas gambas, y además un poco de leche merengada con azúcar pero sin canela. Volvía yo con ese encargo bastante específico, haciendo cabriolas y cambiando de derecha a izquierda para que me diese la sombra y no se derritiera demasiado la leche merengada que llevaba congelada en una tarrina y ésta dentro de una bolsa. Que se derritiesen las gambas o las clóxinas no me preocupaba demasiado por razones obvias, pero de la leche merengada no estaba tan seguro. Bueno, iba yo andando que te andarás, bailando una lambada con mi sombra cuando mis cansados y marchitos ojos tuvieron a bien contemplar la estilizada figura de una mujer que caminaba delante de mí. Era una mujer probablemente de algún país africano de las que se visten con vivos colores, y ropajes amplios (me refiero a largas y finas faldas y una especie de pañuelos. Pero además, esa mujer llevaba una cajita (como de bombones) en la cabeza en perfecto equilibrio. Desde luego, dada la pequeñez del objeto, pudiera ser que fuese un simple adorno, algo cultural. Pero si no es así, menuda técnica que se gastaba la chica. Porque, eso puedo jurarlo por las 9.999 estancias de la Ciudad Prohibida de Beijing, aparte del bamboleo normal que hacemos todos al caminar ese objeto no se movía prácticamente nada, la hipopótama Tueris, el hermafrodita Happi y el enano barbudo Bes son testigos.

viernes, julio 09, 2021

Culowoman

 

Nada, que como no ponga aquí lo del culo perfecto que “detectó” el otro día mi Ayuda a Domicilio no para de darme la lata con el bamboleo cuasi-hipnótico de dicho culo, con que era como el Terminator (la Terminator mala, esa que está buena como ella sola) de todos culos, con que podría ser la avanzadilla de una serie de culos extraterrestres (y los defensores de la Teoría de los Antiguos Astronautas dicen que sí) debido a su perfección, de que podía decirse con toda naturalidad eso de ultimátum a la Tierra por parte de la Galaxia Culox, que ahora el Asturiano que diga “me queda un culín de sidra” quedaría en ridículo junto a ese apéndice, que con ese material se podría hacer un remake de película con el título “Todos los culos del Presidente”, etc. Con tantas tonterías igual me quita en puesto de Bufón Real Bloguerocibernético.

Lo cierto es que con tanto decirme lo del culo, me recordaba a mi hermano con la cantinela que les soltaba a mis padres siendo él adolescente, les decía: ¡yo quiero una mooootooooo, yo quiero una mooooootoooooo! Soy un desgraciado porque todos mis amigos tienen moooootooo y yo noooo. Pero bueno, aunque yo no soy el padre de mi Ayuda y no tengo porqué darle su moooootoo, publicaré lo del cuuuuuloooo. 

Lo malo es que después me pasó factura, ¿sabéis? El culo debía soltar minitorpedos por … bueno, ya imaginarias por donde, que también imagináis que soy un chico demasiado recatado para decir por donde salen los tor-peditos. Bien, la cuestión es que alguno debió darme de lleno porque estuve toda la puñetera tarde con dolor de barriga y ganas de ir al baño. Afortunadamente para moi, fue solamente ese día. La venganza de CuloWoman.

 

lunes, junio 28, 2021

La Pascuala

 

Hoy me han invitado a jamar. Me han invitado en un Restaurante llamado, ¡tachin tachon tachun! la Pascuala, eso sí que es tener caché. Además, el día comenzaba bien. Iba caminando tranquilamente como quien no quiere la cosa por la parte del Puerto, cuando me llaman al móvil (celular para algunos), me comentan lo de la comida y que me recogerían con su coche puesto que estaban cerca. Al llegar el medio de locomoción anteriormente indicado, casi me caigo de culo mientras me autoaguantaba la portezuela del carro y metía una patita en él. Delante veo una chica espectacular que al darse la vuelta muestra una espada completamente cubierta de tatuajes con lo que creo era estilo trencadis. Al volver a darse la vuelta, ¿sabéis que a los currículums usualmente se les adjunta una carta de presentación? Pues esa mujer se podría decir que poseía una muy buena carta de presentación. Buenos argumentos, vamos. No sé si me entendéis. ¿No? no, ya sé que no lo hacéis. Pero yo no tengo la culpa que vuestro nivel de comprensión se asemeje al de un presentador de Telediarios. No sé porqué pero al entrar completamente en el coche iba con una sonrisa de oreja a oreja. Lo que hace la edad, ves a una chiquilla agradable a la vista y … puños fuera, perdón testosterona fuera. Por fin fuimos al restaurante a repostar. Y cuando llegamos y nos sirvieron, digamos que entonces eché de menos a Sheldon Cooper cuando amenaza telefónicamente a un Restaurante que ofrece comidas para llevar, diciéndole que recordara que sus feroces críticas hicieron que cerrara no recuerdo qué empresa. La Pascuala tiene bastante nombre, pero la comida no estaba a la altura de dicho nombre. Claro que existe otra posible explicação. La Pascuala es famosa sobre todo por los almuerzos con bocadillos (bocatas para algunos) de varios tipos y cosas para picar, no por las comidas, aunque sea para salir del paso y la nuestra lo era, a Melkart pongo por testigo.

domingo, diciembre 01, 2019

Odio a muerte la maratón

 

A partir de hoy, odio a muerte la Maratón, la media Maratón, los 3/4 de Maratón y el famoso 3 kilos maratoniano con guarnición de cebolla y tomate. Odio hasta al pobre Filipides o a Tersipo o a Eucles o a quienquiera que comenzase lo del nombrecito. Solo sé que hoy iba tan feliz y contento al yacimiento del íbero Tos Pelat en Moncada, iba a cruzar la Calle de la Reina que tengo casi enfrente de mi casa y ¡hop! ¡quieto parao! veo pasar un río continuo de corredores que más parecían cabras en celo, unos detrás de otros, los tías con gorra tipo Nike generalmente puesta del revés y muchos tíos con la calva al solito que les hacía falta un limpia parabrisas, eso sí todos llevaban esas cintas para el sudor considerándose de esa forma un poco como atletas profesionales, había uno hasta con un aparato de esos que es a la vez pulsómetro, podómetro, cronómetro y todos los metros que se pueda uno imaginar. Perdonar por el cabreo, pero es que el corte de la calle me ha jodido el plan y habré de rehacerlo. Desde luego la mayor parte de la gente cruzaba esa marea humana por otro lado interminable a la carrera y seguía con su día, pero es que yo no puedo correr, ni siquiera un poco, porque a la mínima, ¡pataplum! És tot amics. Eso es todo amigos. That's all, folks.

jueves, octubre 17, 2019

Objetos


Siempre hay objetos, muebles, cacharros en fin a los que les tomas especial cariño sin saber muy bien porqué. Y a mi madre siempre se le dio muy bien eso de comprar cosas en los sitios más inverosímiles y por bastante poca pasta y que resultaban tanto útiles como decorativos. Por ejemplo, en la entrada del chalet teníamos un arca, no la de El Alianza con los nazis derritiéndose y todo eso, sino una normalita aunque grande de color castaño oscuro donde se guardaba todo lo guardable. Siempre que salía por ahí le daba una mirada, no sé supongo que era para saber que estaba allí y que cuando volviera seguiría en el mismo lugar, … hasta que mi hermano y mi cuñada decidieron cambiarlo de sitio cuando se casaron y agitaron mi pequeño mundo mundial. Claro que eso ocurrió ya al final cuando yo era “mayor” y no iba mucho por el chalet.
En Valencia había otro punto de referencia. Era un cuadro, pero este creo que lo había comprado mi padre. Representaba un conjunto de dioses hindúes: elefantes, hipopótamos, shiva, que me perdonen los hindúes pero no sé nada de su religión, aunque de nano hice un trabajo sobre un tocho de volúmenes de libros varias religiones. Bueno, el cuadro era muy colorido pero no sé si era correcto lo representado en él o no, aunque igualmente me llamaba la atención. Lo que sí era original eran tres baldosas cerámicas valencianas del S. XVIII que mi padre pidió rescatar al dueño de una Alquería antigua cuando la iban a derruir. Había asimismo un cuadro de Ginesta que representaba un paisaje de montaña con una casa pirenaica con su chimenea junto a un abeto. Siempre que contemplaba esa pintura mi imaginación hacía que la chimenea de la casa se fundiese con la copa del abeto y unido a lo tétrico que siempre me había parecido ese cuadro con todo eso me surgía ¡hop! una nariz de lobo, luego y una vez determinada esa nariz no era difícil tratar de vislumbrar el resto de la cara del lobo en la montaña de detrás. Seguro que Ginesta estaría orgulloso de mi desbordada imaginación. Claro que igual dice, “no, si es que yo quería dibujar precisamente eso”. Por cierto, que ese cuadro tenía caché porque estaba justo encima de un ánfora del S. II que hubo de darle puerta cuando la situación se puso económicamente delicada. Claro que también estaba al lado de una estatua supuestamente de Lladró de una jovencita con carita de inocente y de no haber roto nunca un plato en bolas en pose como de ducharse con una especie de túnica semibrillante.
Un apunte, en esa habitación acabó el reloj de cuco que traje de Friburgo en mi viaje a las Suizas y que lamentablemente no funcionaba.

jueves, julio 25, 2019

Espejo


Hoy me he mirado al espejo del cuarto de baño y no me ha gustado lo que he visto. Cuando me contemplaba, no me preguntéis porqué, pero he recordado de golpe a la madre de la “Volvo”. Esa mujer era, ¿cuál sería la expresión correcta para definirla?, la Reina de su casa y su hija la princesita aspirante al trono. Se solía pasear llevando unas botarras que le llegaban casi hasta las rodillas y unos pantaloncitos liliputienses de cortos que parecían introducirse en ella contorneando su cuerpo por debajo. No sé qué se creía, que aún era una quinceañera o algo así. Mi abuela Ramona (la pechugona) normalmente la fulminaba con la mirada mientras soltaba algún comentario condenatorio contra su indumentaria de colegiala si pasaba frente a nuestro chalet. Mi abuela ahí se parecía a la madre de Sheldon quien no podía ir a Rodeo Drive a comprar porque no tenía bastante dinero pero era gratis ir a ver quien sí podía hacerlo condenándolas con la mirada. Pero volviendo a esa mujer, al cumplir 40 años le debió de gustar horrores la cifra porque se plantó en ella y de allí ya no se movió, no sé, si hubiese sido una jugadora de esas empedernidas lo lógico hubiese sido que lo apostase todo al 40 a ver qué sucedía. Siguió cumpliendo años evidentemente, pero ella continuó erre que erre con sus 40 del alma donde se había quedado.
Pues esa mujer y su pechonalidad, perdón personalidad ha sido la que me ha venido a la memoria al mirarme hoy al espejo. Y es que creo firmemente que estoy alargando esto innecesariamente y escribiendo el blog de marras para intentar aferrarme a los jirones de mi infancia y juventud que desde luego hace mucho ya que pasaron a mejor vida y dejé atrás en el tiempo. “Joder, qué bien me ha quedado esa expresión, ni Góngora”. Continúo, eso es algo muy triste. Nunca creí que llegase a ser tan poco consecuente con mi edad, cuando hace tiempo me jodía cantidad tener la fotografía principal en una Web de contactos demasiado anticuada. Y es que a pesar de ser discapacitado físico, he vivido una infancia y juventud que podría calificar de “buenas”. Pero el tiempo verbal de esta frase es el correcto, lo he vivido. Actualmente solo tengo una afición, aparte de las inamovibles lectura, informática y TV de toda la vida, y es ver ocasionalmente como los turistas que suelen pasear por mi calle en Valencia camino de la Playa descubren con asombro los naranjos genuinamente bonitos y aromáticos repletos de naranjas y no tienen ningún reparo en llevárselas a la boca. Inmediatamente la expresión de su cara es de una comicidad absoluta, tirando al suelo la naranja que se han comido, gritando su repugnancia … la cuestión es que acaban de darse cuenta del hecho de que los naranjos son bordes y están ahí solamente de adorno. Me parece que lo que sí puede hacerse con esas naranjas es algún tipo de confitura, pero lamentablemente nada más y no estoy seguro tampoco de eso. Con esa tontería de los naranjos quiero decir que ya tengo 51 años y que desde luego que no estoy solamente para adorno, pero tampoco para nada demasiado efectivo.
Últimamente no es que duerma demasiado esa es la pura verdad. Usualmente me siento delante de mi ordenador y comienzo a escribir. Eso cuando no escribo primero a mano en un bloc de esos de hojas blancas que me regaló mi padre hace unos años y más adelante ya lo paso al ordenata (en la portada de la libreta pone El Mercantil Valenciano y es solo una suposición pero por la época en que me lo regaló mi pater familias el Levante que es el periódico que se compraba celebró su fusión con Ell Mercantil Valenciano). Hablando del ordenador, tengo una carpeta con el nombre BLOG y ahí guardo lo que voy a publicar o está ya en la red, y también tengo en una Hoja de Cálculo una especie de calendario de posibles publicaciones futuras, que desde luego de manera opcional me va informando de cuando he de publicar. Clarifico, la carpeta en cuestión está en realidad en uno de esos discos externos que me regaló un amigo de infancia de mi padre, digo esto por si algún listo tiene la brillante idea de meterse en mi portátil, aunque no sé que utilidad tendría hackear un blog personal pero sé que las apuestas son las apuestas.
Un apunte nada más, el primer ordenador me lo regalaron mis padres sobre 1990 y dijeron haberlo comprado por la Av. del Cid en un establecimiento que desde luego ya ni existe. Mi padre le puso el caritativo nombre de “tofoleta” (algo así como “tontita”) porque no solía separarme de “ella casi como si fuera tu novia”, gracioset que era el chico. Mucho más tarde (porque ese primer PC duró lo suyo), en una tienda que hace esquina en Serrería con Arquitecto Alfaro y ya en 2014, me compré un ordenador grandote y de sobremesa al que bauticé como “Gran tofoleta”, si no puedes con ellos únete. Creo que con el portátil de este año volveré (como el General Mc Arthur en la Segunda Guerra Mundial cuando le vencieron los japoneses. O como el Gobernador de California en cualquiera de sus pelis, ya que cuando dice la frasecita suena como un clásico), bueno volveré a los inicios y le colgaré a este portátil el dulce apelativo de “tofoleta II” o algo así. “Tofoleta” me recuerda enormemente a una comedia en valenciano antigua de teatro que muy por encima me relató mi padre. La obra quiere ser de miedo/terror, aunque está presente en toda la obra el típico cachondeo de la época. Para que nos entendamos y aunque supongo que será bastante posterior, sería un cachondeito parecido al de la peli “Bienvenido Mr. Marshall” o “La Escopeta Nacional” de Berlanga o ya remontándonos en el tiempo a “El virgo de Vicenteta i l’alcalde de Favara” de Bernat i Baldoví. Venía a decir algo como “Marieta estic en el primer escaló, Marieta estic en el segón escaló, Marieta estic en el tercer escaló, Marieta que t’agarre!”

domingo, mayo 19, 2019

Internet


Como ya he comentado en alguna otra ocasión, siempre he sido timidillo y ha pesar de lo mucho que me ha ayudado en el día a día Don Enrique, aún me cortaba o me aislaba socialmente, así que como mucha gente recurrí a Internet y a su anonimato. Por ejemplo, ya a los 25 intenté quedar con una chica que quería entrar en la Facultad de Ciencias de la Información para cursar Pedagogía con el Acceso a Mayores de 25 (por cierto, tenía mi misma edad) pero nones, di un paso atrás y me quedé helado. Bueno, puede parecer a simple vista una bobada, pero Internet me ayudó bastante. Sí, probablemente fue un error volcarme SOLAMENTE en Internet y tal vez habría sido mejor compaginarla con el trato en la vida real, pero sí que conocí a personas muy interesantes por ese medio, la mayoría en una Web a la que accedí ya tarde porque según su Histórico su momento álgido fue en 2004 y en 2005 y yo entré en 2007. Lamentablemente la Web dejó de funcionar creo recordar que en 2009, aunque más adelante se le abrió una cuenta de Facebook conmemorativa. Era de contactos y aunque se envanecía de haber unido a múltiples parejas y conocí a alguna, se centraba en las relaciones de amistad. Se llamaba Love Lycos. Esta Web, aparte de todo lo que tenía, que era mucho, se basaba en el texto: pero conforme se fue imponiendo la imagen y la LOGSE, con su facilidad porque no hay que olvidar que el texto implica pensar un poquito más de lo normal y la imagen te entra por los ojos y la respuesta te llega cocinada y con doble de guarnición, se fue apartando progresivamente a esta Web y dejando paso a otras como Badoo y sus semejantes basadas desde luego en la imagen y la respuesta quasiinstantánea que promete, aunque en ocasiones te quedabas mirando fijamente aunque era intentando adivinar qué diablos había debajo de la ropa de la persona de la imagen y no qué escribir debajo de esa imagen. Los creadores de Love intentaron continuar su Web con otra Idem también inexistente hoy y que llamaron Juvii. Esta segunda Web no tuvo demasiado éxito. Por otro lado, tras Love Lycos lo intenté con Netlog, donde sí te daban acceso a imágenes. En Netlog tenían en aquel entonces unos Grupos de Discusión, y podías hacerte un miniblog en tu perfil y configurarlo para que lo pudiera visitar solamente la gente de esa Web o también lo pudiesen hacer los "foráneos". Pero lo dicho, conocí a personas interesantes: un poco antes de llegar a Love Lycos casi me topé con una chica peruana con la que me escribí algún tiempo. También conocí estando ya en la Web a una chica de Madrid que evidentemente se llamaba Almudena y que se casó con un chico de Alicante. Conocí a una mujer de Tenerife y le conseguí unos poemas árabes que era lo que le iba y que me condicionaron durante un tiempo bastante largo. A mi la chica esa no es que me fuera, pero he de reconocer que su trato era bastante adictivo. Y desde luego está mi galleguita. La conocí casi saliendo ya de Love Lycos y la volví a ver en Netlog. Era una persona muy complicada, le habían hecho mucho daño varios hombres incluso físicamente según me comentó, y además lo habían hecho bastante recientemente, así que hacer que confiase en otro me costó Dios y ayuda, a lo que hay que añadir el hecho de que ella se encontraba en la otra punta de la piel de toro y debía tener una carraca para conectarse a Internet por lo que no admitía grupos de imágenes demasiado grandes. Cuando por fin me gané su confianza me enteré que de Profesión era Cocinera y que como su "ex" era de Madrid, no podía ver esa ciudad ni nada relacionado. Como esa ciudad y yo tampoco es que congeniemos mucho, si bien es algo más irracional que otra cosa, no problemo. Se sintió tan bien conmigo que llegó a pasarme algunas fotos suyas de varios viajes que había realizado hacía algún tiempo. El problema de mantener una relación tan sumamente complicada es que tenía que estar pendiente de cada sílaba que le enviaba. Guardaba mis e-mails, simplemente porque me interesaba hacerlo. Imaginemos que ella tardaba bastante tiempo en contestar. Debía revisar lo que le había enviado recientemente para saber si su tardanza era por algo que yo le pudiera haber enviado o simplemente por la distancia, una mala conexión o vaya Usted a saber. A ese ritmo aguanté 3 años, lo cual es mucho para un tío que además de los ademases no esperaba nada a cambio.

Bueno, conocí a una chica catalana en un blog de crítica literaria que abrí hace años. Me lo comentó, y ahí comenzó la cosa, empezamos a hablar e intercambiamos mails. En definitiva, pasamos un año hablando por Internet hasta que me comunicó que se casaba con un paisano. La cosa les salió bastante bien por lo que sé. Tuvieron un nano y se fueron a la parte Norte de Catalunya.

También conocí a una chica, ésta casada, de Leganés, (la llamada ciudad de los pepineros) cercana a los Madriles quien seguro que se alegraría de que hace algún tiempo su equipo subiese a 1ª División. Y por último pero no por ello menos importante una argentina con quien intercambié enlaces de Webs, PowerPoints, fotos y poemas, y a quien revelé cómo había "conseguido" su e-mail aprovechándome de un fallo en determinado programa web donde se almacenaban y que, aunque yo no soy programador ni técnico ni nada que se le parezca, supongo que no estaba muy actualizado. Hay que tener en cuenta que en Internet a veces se publican cosas en 2010, se llega a 2019, y la actualización de lo publicado continúa como estaba hace 9 años.

martes, abril 30, 2019

Psicólogo


Enrique Cantó, Psicólogo. No me acuerdo con exactitud qué edad tenía cuando me enviaron a que "me arreglara" o lo intentase al menos, de los 12 a los 14 supongo, pero lo cierto es que no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es dónde estaba su bufete en un principio: en Artes Gráficas, detrás de las antiguas Facultades y del Clínico, solo más tarde lo trasladó a la zona del final de Blasco Ibáñez, casi donde está la actual Estación del Cabanyal. No sé qué bus cogía por aquel entonces porque las líneas habrán variado una barbarité, pero sí sé que me bajaba por la zona de los Viveros o por Jaume Roig, un lugar algo "pijo". Recuerdo que en ese Valle de Lágrimas con carriles bici y calles estrechas cuasipeatonales tenían mis padres una pareja amiga suya cuya familia visitamos en un pueblo cercano a Mérida y donde me zampé un cocido de garbanzos fenomenal. Uno de los Patriarcas de esa familia que devolvió la visita a sus familiares sabiendo un problema mío con las almorranas, me trajo las hojas y la raiz de una planta que según me explicó debía llevar en el bolsillo. Bueno, no sé si no lo hice bien o si simplemente me tomó la peluca, pero a día de hoy con 51 tacos en ciernes aún las tengo, si bien es verdad que algo más pachuchas, pero creo que lo que mejor me ha ido ha sido cuando me apliqué Ruscus Llorens. Bueno volviendo al Psico, que no a Anthony Perkins, creo que E. Cantó me hizo prácticamente de todo: me hizo rellenar tests de esos de marcar casillitas, me enseñó varios dibujos representando formas distintas para ver la impresión que me causaban, conversaciones de diván, lo típico … recuerdo por ejemplo que me dijo que escribiera en un folio apaisado mis objetivos e intereses y los colocara en un lugar visible de mi habitación pegados con celo o algo parecido de modo que los viese al despertarme e ir a acostarme, repitiéndolos de vez en cuando. Para mi sorpresa hasta hace nada aún tenía el dichoso papelito por ahí zumbando. Ya he contado lo del librito que recomendó, pero hay otra cosa, y es que como se iba acercando demasiado a la problemática que tenía en aquellos momentos y yo era bastante celoso de mi intimidad al respecto, me volví contra él por decirlo suavemente. La cosa fue así: como he dicho tenía el despacho psicotécnico detrás de las antiguas facultades y lo/as jóvenes que querían ganarse un dinerillo extra le echaban una mano. Un día entró una chica en la habitación, y me la presentó con el nombre de Alicia explicándome que intentaríamos un ejercicio de conversación entre ella y yo. Bueno, me obligué a hablar de una manera ordenada comenzando por preguntarle su nombre donde estudiaba y por qué, pero luego continué e insinué, ¡no di por sentado! que ella ya conocía a Enrique y la presioné, eso sí, de forma suave pero insistente para que lo reconociese. Por otro lado, era un hombre muy organizado y a los Epilépticos nos encanta eso. Solo he conocido a otra persona que use la misma metodología de trabajo, y aunque su profesión también comienza por las mismas letras (P-S-I) es Psiquiatra no Psicóloga. Enrique se planificaba anticipadamente nuestras sesiones y desde luego tenía en cuenta que trataba habitualmente con personas que no estábamos entonces muy "potables", por algo íbamos allí y no era para pasar el rato. Hablando de gente no demasiado potable por ejemplo, esperando en su consulta a que me llegara el turno me topé con una madre y quien acompañaba a su hija a esa consulta porque, tal como hablaban, casi a gritos, la hija se tiraba al padre en la ducha y en otras partes. Parece que tenía verdadera ansia por hacerlo y acudían a ver si con cierta terapia desaparecía esa ansia. Y juro por San Pantunflo de la Zapatilla que no me aproveché de la situación a pesar de las miraditas que me echaba la chiquilla, claro que quizá se las echaba al cactus del rincón que tenía cierta forma fálica. Bueno por mi parte, a mis 16-17 desaparecí de la escena de Don Enrique.

Ahora que pienso y dejando aparte a Enriquito, hoy mientras estaba en el ascensor de la Biblioteca de enfrente de mi casa, me he entretenido leyendo un letrerito que decía algo así como "comunícanos la mejor experiencia que hayas vivido en nuestros ascensores FAIN". Bueno, ignoro si sería un ascensor de la marca Fain, pero yo sí que tuve alguna que otra experiencia en un cacharro de esos cuando era un pequeño pitufo sin gorro, sin Gárgamel, rubito y con ojos gatunos. Fue en Pío XII frente a Nuevo Centro en una Academia estudiando algo de Informática (Access 99), ¡toma geroma que recuerdos con Franco era otra cosa! (por cierto, tanto choteo con Franco y el 23 F en Valencia con el Millans del Bosch de las narices yo me di cara a cara con un tanque en plena Ingeniero Manuel Soto estilo la foto de la Plaza de Tian An Men de China, cuando en Valencia aún no habían quitado una valla que rodeaba los actuales Tinglados y el Puerto de Yates). A lo que iba, en el ascensor de esa Academia de informática, aunque yo no era de ningún modo la única persona de sexo masculino allí sí que lo era al utilizar el ascensor para bajar a la pute rue. En cuanto al sexo femenino no me preguntéis porqué pero estaba bien representado al respecto. Vamos, que me sentía agradablemente acompañado con unos acercamientos por la Tramontana y otros por el Migjorn en mis bajadas al tráfico urbano, porque de ahí cojía el autobus y ya sabemos cómo es el bus en la ciudad del Turia que acercamientos allí no faltan cuando eres un rubito con los ojos de un Adrien Agreste para quien no cambian de color al decir "¡Black, garras fuera!".

Un apunte, me han toqueteado el trasero en el bus muchas veces, mujeres, hombres y viceversas, pero el que mejor lo hizo fue un tío de unos 50 cuando yo tenía unos 20, un verdadero virtuoso de lo suyo todo hay que decirlo. Eso solo lo supongo, pero lo debió hacer para que me fuera con un jovencito que le acompañaba y que debía ser menor, no sé si era su "amigo" o si él era un familiar "gay" y quería simplemente iniciar al nano. Solo un año después, y montando en la línea 19 por Xàtiva, había picado esos Bonobús antiguos de cartón donde quedaban marcadas las paradas, horas y fecha en las que habías cogido el bus y una mujercita de unos 16 si llegaba a la edad se colocó en medio del pasillo del coche por donde yo tenía que pasar. Cuando pasé hube de apartarla, juro por Thor y Melkart que intenté no tocar o quizá no lo intenté con todas mis fuerzas. En cambio hace muy poquito pero estando ya en marcha el bus n.º 92, tan solo me metió la teta directamente en plena mano, pero directamente ¿eh? una abuela de unos 70 y lo hizo aprovechando que el autocar da esos frenazos que te tiran de golpe unos metros de delante para atrás y al revés, yo tenía la mano semiabierta y … ¡flop teta endins!. Cierto que hace tan solo dos años se nos insinuaron a mi padre y a mi cuando íbamos en el tranvía unas jovencitas, pero la que finalmente hizo efectiva la insinuación acercando su traserazo a mi padre. Y con lo de traserazo no quiero cometer una incorrección llamándola gruesa, que no lo estaba sino todo lo contrario, pero menudo bombo, que ni el de Manolo el del Idem.
 
Otro recuerdo Internet

sábado, abril 20, 2019

Nuestros coches


Unos años antes de mi escapada hacia las Saguntos en pos de Sicania desde casa de mi Abu, había ido de viaje con ella y mi otra abuela a Pantincosa, Formigal o Candanchú vete tú a saber ahora. Supongo que mi padre les dijo a las dos: para que no riñáis, subid las dos al Seiscientos que fue uno de nuestros primeros coches, aunque duró poco.

El primer coche que me viene a la memoria era un Fiat 500 (el Fiatito) y luego casi inmediatamente un Seat 600 que ya digo, duraron poco, éste era liliputiense aunque no tanto como el anterior y era blanco y el Fiat anaranjado. Paralelamente, mi madre se compró un Volswagen escarabajo todo negro que para cerrar la puerta tenías que pegar portazo y entonces se abría la del otro lado y que mi padre llamaba amablemente "el mortuori", tampoco duró demasiado, evidentemente. Luego vino el Chrysler con el que fuimos a París, amarillo y largo como un día sin pan, por lo menos eso me parecía a mi y a mi corta edad. Y por supuesto, toda la larga serie de modelos de Renault, desde el R-4 inicial blanco y tipo furgo, hasta en Megane moradito y familiar, y el que duró más tiempo, el Triana con una línea verde en el lateral dibujando como una firma de marca que parecía que fuese conduciendo Curro el de la Expo con su melenita punky colorida.


Bien, nada más arribar a las nieves nos topamos con una especie de tablón que habían abandonado como los obreros hicieron con Canelo después de Agosto, y allá que nos tiramos por las pistas de nieve “esquiando” mi hermano y yo subidos a esa tabla. Nos pegamos nuestros morrazos claro está, pero teniendo los años que teníamos, terminamos con una sonrisa y con los mismos dientes en ella que había al comienzo. Más adelante, nos topamos con una zona donde había helado, así que estaba pelín resbaladizo. Mi abuela Ramona, que era bastante tirá p’alante casi literalmente, quiso caminar por ese hielo como de puntillas y claro ¡pataplam! fue muy cómico, a casi todos nos resulta muy gracioso ver alguna caída e incluso ella soltó una risotada cuando se vió en el suelo en el momento desde luego, porque claro pegarte tal costalazo con una osamenta de unos 65-70 años debe ser algo doloroso digo yo, y aunque intentó disimilarlo por la cara que puso acto seguido no quisiera haber estado en su lugar. He dicho que mi abuela Ramona era bastante tirá p’alante. Por ejemplo, en la parte de atrás del chalet teníamos una escalera que ni le de la escena final de los Intocables de Eliot Ness o la del Acorazado Potemkin. Pues bien, a mi abuela siempre le daba por barrerla. Cogía una escoba de esas antiguas de caña y esparto creo que eran que no soy experto en escobas, y se recorría la escalera de arriba abajo que era como subirse a un andamio no muy bajito sin sujeción adecuada. Y claro mi madre iba siempre detrás de ella para que dejara de hacer esas cosas y se adecuara a algo más tranquilo … infructuosamente desde luego, menuda era Ramoneta.


Bueno, antes de que se me olvide, unos años después de mi viaje de fin de curso a Suiza, volví a Suiza con mis padres y mi hermano concretamente a la Estación de Vervier. Fue un visto y no visto, creo que uno o dos días. Aparte de nuestra llegada a la Estación, que fue como la escalada de Pedro Delgado al Tourmalet en el Tour de Francia. Compramos alguna tontería en la tienda de Souvenirs y Santas Pascuas. Ah! Y mi madre un poco más y se mea encima al montarse en el Teleférico ese conforme subía y bajaba las montañas de marras. 

Pedro Delgado. Tour 1988 (Tourmalet)
Pedro Delgado. Tour 1988 (Tourmalet)
 

martes, marzo 05, 2019

Abuela2


Siempre me he sentido muy a gusto en compañía de la familia de mi madre, en especial de mi abuela Ramona y su pan con aceite y sal que se hacía para merendar, al que añadía un poco de pimentón rojo, sobrasada de pobre me dice mi tía que era y que era bastante habitual entre la gente de aquella época. Mi abuela tenía un tono de piel negro, pero negro llevando su negrura hasta el extremo, hasta un Vicente Rodríguez cuando se recorría la banda izquierda del Valencia FC. La cuestión es que yo soy más bien de un tono lechoso y como tengo una foto del Domingo de Ramos de 1971 con apenas 3 años en la que me paseaba con mi abuela de la mano por la Calle de la Reina en el Cabanyal en plena Procesión hacíamos un contraste que ni te cuento. No tengo fotos de mi abuela de joven, pero sí que encontré una de mi abuelo de cuando tenía 18 años y aparecía en una Cartilla Naval, Cartilla a la que se le adjuntaba una carta de exclusión para el servicio. Un poco más y no lo reconozco y me lo paso por alto al repasar papeles antiguos, pero claro después vi el nombre y eché el freno. Era un joven bien parecido, supongo que mi abuela se coló por él casi enseguida. Por otro lado, también encontré una fotografía de mi otro abuelo, quien debía tener unos 20 y también era bien parecido pero así como mi abuelo Juan el marido de mi abuela Ramona llegó a subirme en brazos y aún recuerdo su fuerte olor a tabaco a mi otro abuelo (el padre de mi padre) no llegué a conocerlo en persona, porque lamentablemente falleció en 1963 y yo nací en 1968 un día más tarde que el anterior príncipe Felipe para que el republicano de mi padre rechinara los dientes, claro que lo suyo era peor que había nacido el mismo día que Franco. Aún así y volviendo a centrarme en mí, si es por apariencia mis genes estaban bien serviditos, claro que igual eso no era suficiente. Pero pensándolo bien y considerando a la sociedad actual y su gusto por la estética, tal vez sí que sea suficiente. Mi abuela de pequeño me llamaba “perla fina”. Desde luego, todas las abuelas o abuelos llaman a sus niet@s algo parecido (mi madre solía decir que mi padre hacía por sus nietos lo que nunca hizo por sus propios hijos, lo que debe de ser una especie de Constante Universal), pero el que tu abuela te diga algo bonito y que tu con tus 3 añitos evidentemente te lo creas y dudes menos de ello que de la tabla de multiplicar pone por las nubes tu autoestima. Con mi madre he llegado a trabajar de forma que no hacía casi falta que me dijese qué necesitaba, de manera muy coordinada y sin pedírmelo se lo proporcionaba. Pero si estábamos demasiado tiempo trabajando juntos, al ser nuestros caracteres muy muy similares (exceptuando su gran inteligencia como es natural), frecuentemente acabábamos por chocar en alguna nimiedad, generalmente si yo le ayudaba al ordenador. Ahora bien, si lo que hacía era simplemente ir a lugares como el Registro Civil a por Certificados de Nacimiento o Defunciones, a Últimas Voluntades en la Calle Hernán Cortes, al Catastro que primero estaba en Mestalla y luego lo trasladaron a Lauria, al Archivo de Protocolos por Serrería cerca de la Estación del Cabanyal, pero todo estando alejado de mi madre, entonces todo iba bien. Mi abuela paterna Rosario solía decirle a mi madre “con lo inteligente que tu eres Amparín y no te das cuenta que te pareces mucho a Joaquín y por eso chocas con él constantementePor ese motivo, aunque mi madre fue la que principalmente me ayudó en mi enfermedad cuando aquí en Valencia, médicos incluidos, todos estaban en Babia respecto a ella. Por ejemplo, unos médicos decían que mi enfermedad era Depresión (no Postparto a tanto no llegaron). Otros decían que podía ser Esquizofrenia. Otros que la edad y que ya pasaría. Hubo un genio que dijo que no estaba seguro, pero que quizá podría ser Epilepsia, el problema es que era Psiquiatra y solo se le ocurrió recetarme una droga calmante bastante fuertecilla la niña, de modo que iba por el pasillo de casa haciendo eses como si estuviese beodo y palpando las paredes para no caerme. Bueno, no sé dónde ni a quien se lo oyó mi madre, pero un día mencionó el Hospital Universitario de Navarra en Pamplona y esa fue la salvación. Por eso ya lo digo, aunque fue mi madre la que me ayudó más en mi enfermedad, en lo social fue mi padre el que lo hizo, con paciencia y sabiendo cómo tratarme. Cuando se me ocurrió hacer un blog sobre la infancia y juventud de mi padre tras su fallecimiento, rebusqué entre sus cosas y entrevisté a algunos amigos y familiares, y entonces me enteré que tanto mi padre como mi madre habían estudiado psicología. Mi madre la aplicó mucho más a su carrera, ya que era bastante más vocacional que mi padre, y mi padre más a su afición literaria. Pero eso sí, recuerdo que en casa había todo un estante lleno hasta rebosar de libros de psicología infantil. El niño y su yo, El fracaso escolar en la actualidad, De la escuela al paro … cosas así. De manera que en ese sentido tanto mi hermano como yo estuvimos bien atendidos. 

Clínica Universitaria de Nararra
Clínica Universitaria de Navarra


 

viernes, marzo 01, 2019

Abuela


Hace una eternidad, cuando estábamos entre semana a menudo iba a casa de mi abuela Ramona. La Señora Ramoneta y su marido el Señor Juan en 1933 fundaron un Despacho en su vivienda particular en la zona del Cabanyal tan de moda con la Prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez, donde él trabajaba de Secretario Judicial. Mi abuelo fue una persona muy respetada en su profesión, por su clientela y por la gente de la contornada que lo consideraba una persona de la que podían fiarse, mientras su esposa cogió la costumbre de ir al Mercado a hacer clientela cuando ni siquiera estaban montados los puestos de venta. Bien, yo de nano visitaba a mi abuela y hacía el cafre en el despacho de mi abuelo, con ella detrás “anda cariño deja al abuelito trabajar tranquilo”. Recuerdo que la casa de mis abuelos era la típica casita del Cabanyal de planta baja y piso, bastante antigua, con una escalera que se podría calificar de diabólica, con esos pasamanos tan intrincados según mi parecer plateados a mano, con varios escalones desiguales, viendo a mano izquierda como una banda de azulejos que cubría toda la pared a la altura de tu cintura según ibas descendiendo por “eixa escalereta del dimoni” que seguramente era digna de un museo. El suelo de toda la casa por supuesto estaba en consonancia con los escalones dada la humedad e la zona y la antigüedad de la casa en sí. Y para rematarlo justo al fondo junto a una cocina bastante crecidita había otra estrecha escalera que conducía hasta una especie de trastero y de ahí hasta la cumbre mama hasta la cumbre (hasta el tejado para entendernos). Vamos que para un niño era una delicia hacer el cabra por esa casa, porque yo ya de mayor he sido bastante tranquilo, pero un niño es un niño. En la parte posterior había otra vivienda, pero creo recordar que era de otra persona, solamente había trastos amontonados en ese lugar y un adulto no cruzaría evidentemente de una vivienda a otra, pero estamos hablamos de un enano y yo crucelo. Aproximadamente en el centro de la casa estaban los dormitorios sin ventanas de ningún tipo quiero decir. Personalmente me he quedado a dormir en esas camas y puedo decir que para un niño es algo fenomenal. Duermes sobre algo mullido y blanco y a la vez algo duro como una peladilla, es algo acogedor desde luego siempre me sentí divinamente en esa casa y en esa compañía. Junto a la casita de mis abuelos había otra muy cuca ocupada por un matrimonio mayor. Tenían un jardín con una pequeña fuente donde solían guardar un cochecito de esos que aparcan en cualquier lado. Mis abuelos y ese matrimonio eran muy amigos y yo me bajaba a menudo para jugar con una tortuguita que tenían en su jardín.

Un día que fui a casa de mi abuela y mi abuelo no estaba no recuerdo ahora el motivo, nos sentamos a la mesa dispuestos a probar la deliciosa comida que nos haría Ramoneta. Mi abuela tenía una nevera vieja blanca y de puerta redondeada. Y de allí sacó una botella de gaseosa de esas de antes que tenía el cristal tan grueso y llena de gotitas de humedad. La botella la puso en el centro y comenzamos a jalar. Estábamos la mar de contentos, nos había hecho un arrocito de pescado que le quedaba de lujo y todo eran chistes. De golpe y porrazo noto algo húmedo en mi cara y le digo a mi abuela “Abuela, tengo algo mojado”. Mi abuela y los demás me miran y ven que tengo la cara llena de sangre. De momento se quedaron todos sin saber qué hacer, incluido yo naturalmente. Luego vimos claro que la botella de gaseosa había estallado de repente, un trozo de vidrio salió despedido y un centímetro más y me deja tuerto. Mi abuela pensó rápido, debió recordar el cochecito de los vecinos, les llamó y les contó lo ocurrido. Bueno, enseguida me llevaron a la Casa de Socorro que estaba en la actual Comisaría de Policía Local de la Plaza de la Armada E spañola y allí definitivamente ya vieron que no era nada del otro mundo aparte de lo peligrosa que había sido la herida. Me lavaron bien la sangre de toda la cara y me pusieron una venda bastante aparatosa que yo más bien parecía un clon de Dar Vader. Después de un tiempo me quedó una cicacitricita de medio dedo junto al ojo izquierdo. Bueno, ya tenía algo de lo que fardar en el Cole.


En procesión con mi abuela Ramona en Domingo de Ramos de 1971 en el Cabanyal. Valencia
Domingo de Ramos de 1971  con mi abuela


miércoles, febrero 27, 2019

Perra Estrella




Bueno, está claro que he de hablar de Estrella. Esto ocurriría cuando yo tenía entre 9 y 10 añitos. En una punta de la Urbanización, donde ésta formaba esa especie de pezón que tiene la Florida en los Estados Unidos de Norte América, estaba el pequeño chalet en el que vivía mi amigo que estudió Informática y que por poco acaba con mi primer ordenador al intentar enseñarme. Mi amigo era Epiléptico y sus padres compraron esa parcela porque se lo recomendaron para mejorar la salud de su hijo. Más allá de la parcela en la que estaba el chalet de mi amigo había una gran propiedad cuyos dueños no aparecían hacía tropecientos años. Nosotros solíamos entrar escalando un portalón oxidado con casi más herrumbre que pintura. Los hierros del portón giraban y se retorcían unos con otros en un baile que subía cada vez más y había que pasar con rapidez la pierna de un lado de la puerta al otro no fuera que los hierros te llegasen a pinchar. Allí tenían un guarda (no recuerdo ahora mismo su nombre) quien siempre iba acompañado de una preciosa perra de raza setter irlandesa. Era una perra de un pelo todo rojo, unos ojos brillantes de un color que no puedo ahora mismo determinar y orejas caídas con pelillos adorablemente rizados en los bordes. Solamente recuerdo flashbacks de aquella perra porque por aquel entonces era muy pequeño. Solo sé que era muy vivaracha, juguetona y bastante buena cazadora. Aunque lo cierto es que yo he llegado a pasar la noche en esa parcela. Ya he dicho que la propiedad era muy extensa, y al fondo había una pequeña casita de madera para guardar herramientas. Nuestro amigo el guarda contactó telefónicamente con los dueños y consiguió un permiso para que pasasemos una noche en esa casita. Así que cogimos unas mantas y allá que nos fuimos. Un apunte, en esa propiedad no había más edificaciones en aquel entonces, tan solo los cimientos de una gran construcción cuadrangular. Un día llegó corriendo Javi, quien le puso el mote a “la Volvo”, y me dijo que le siguiera que tenía que ver “algo”. Bueno, le seguí y me condujo a mi y a unos cuantos chicos más a un campo de alcornoques y en uno de ellos que estaba hueco vimos tendida a Estrella toda rodeada de cachorrillos, con sus ojitos somnolientos y unos con un pelaje más claro y otro más oscuro. Lamento no haber hecho en su día ninguna foto de los cachorritos de Estrella, pero serían más o menos así, situándolos en el campo de alcornoques claro:

Cachorros de Setter
Cachorros de Setter

Desde luego hubo una cierta presión por parte de mi hermano y mía y también de papi que siempre había sido muy de perros, y mami querida puso algunos puntos sobre ies “no quiero ser yo la única que recoge mierdas, que seáis vosotros los que saquéis al perro ...” Y unos días después llegó Hutch, nuestro primer perro oficial. Porque antes hubo otro, este oficioso. ¡Ah! lo de Hutch es por la serie policíaca de TV de los 70 Starsky y Hutch.

Lo del otro perro fue casi accidental, me explico: dio la casualidad que la época de que hablo había obras en la parcela que había frente a la nuestra. Es bien sabido que los operarios de las obras suelen llevar consigo algún perro para acompañarlos, los cuidan divinamente mientras trabajan, pero cuando acaban el trabajito no pueden llevárselo con ellos y lamentablemente han de dejarlo abandonado. Bien, durante la estancia de los obreros ya mi madre había tenido ciertas atenciones con el perro, que se llamaba Canelo, puesto que estaba justo enfrente. Cuando los obreros se marcharon lo cierto es que ni nos enteramos, pero estábamos en el piso de arriba mi madre, mi padre y yo cuando de golpe oímos ladrar si parar como un descosido a Canelo desde la parte de abajo de nuestro chalet. Mi hermano se nos había escapado y había bajado corriendo al garaje, pero eso no era lo peor, lo peor es que había rodeado no sé cómo una barandilla baja que hay como tope para una balsa de riego y estaba a puntito de caer en ella. Canelo se había colado gracias a que la puerta de la parcela estaba medio entornada y ¡menos mal! había salvado a mi hermano y sus pies cabos que le libraron de la Mili. Por supuesto desde entonces para mi madre Canelo fue San Canelo.


Antes hablé de la perra Estrella y de Hutch, el hijo de perra que nos dejó, pero ahí me quedé. Luego hice una breve introducción a la historia de Canelo, el cánido accidental que tuvimos la primera ocasión.
Hutch desde luego era un hijo de perra, pero es que lo era en todos los sentidos. Lo que era sentido, tenía un sentido tanto del olfato como del oído que cuando el coche de mi padre aún estaba a uno o dos Km de la Urbanización, de golpe y porrazo lo veías salir disparado de manera frenética siguiendo la valla de la parcela de modo que formó una especie de camino de ronda paralelo al muro de tanto corretear por allí. Al principio te preguntabas qué podría ocurrirle a ese animal porque por supuesto no te lo imaginabas así de pronto. Esas condiciones hizo que se interesasen por él algunos cazadores y aficionados a la caza de la contornada y llagaran a ofrecer a mi padre bastante pasta por Hutch, solo que supongo que dijo que nones y también es una suposición pero creo que nos metió a mi hermano y a mi como excusa. El muy maricón de Hutch (bueno, lo que es de maricón no tenía nada), el muy mamonazo al acabar la jornada pegaba un salto de canguro, conseguía llegar arriba de la valla, se columpiaba encima de ella con la barriga hasta que finalmente se tiraba haciendo muelle en el suelo con sus dos patas delanteras y así llegaba hasta la calle para irse de marcha por la ruta del bacalao. Lo malo era la vuelta. No sé porqué narices pero en sentido contrario no podía saltar la valla el botarate ese. Así que generalmente llegaba caminando lentamente casi como si no quisiese llegar, con las orejas gachas y emitiendo ocasionales gemidos. Mi padre le abría la puerta, no sin antes haberle dicho “serás tarambana, ¿de donde vienes? y aquel agachando sus ojitos castaños y haciendo ¡aing, aing!” Una mañana Hutch vino cojeando, su pata derecha con una herida profunda por la que se le podía casi ver el hueso. Supusimos que había caído en un cepo de jabalí, que por las contornadas había a mansalva, pero que afortunadamente había podido escapar a tiempo. A mi me ocurrió algo similar pero infinitamente más leve y solo en el dedo al pillármelo con la puerta trasera del coche frente al Hipermercado Alcampo. Pero con Hutch desde luego la cosa fue más seria. Mi padre hubo de ir a comprar una especie de tintura morada que debía escocer que ni te cuento porque el perro se enroscaba una y otra vez, y todo era llorar al aplicarle el mejunje. Desde luego se curó bastante rápido con esa cosa morada pero debió pasarlo muy mal. Y por supuesto, una vez repuesto otra vez vuelta a lo mismo de antes. Hasta que una vez Hutch saltó como de costumbre pero ya no volvió. Igual el cepo lo atrapó de nuevo, pero esta vez no lo soltó. Igual un cazador le pegó un tiro. Igual lo atropellaron …
El último perro que tuvimos se llamó Mangu. Ignoro el significado de ese nombre, cosas de críos. Bueno es una simple suposición claro, pero por aquel entonces había una serie policíaca que me encantaba no por el protagonista sino por el podríamos llamarle asesor, el protagonista se llamaba MAGNUM. Mi idea es que un niño varió de orden las letras G y N y omitió la M final. Sea como sea, se llamaba Mangu y era un cachorrillo que le dieron a mi padre en la Guardia Civil o la Policía que eso no lo recuerdo. Era mezcla de raza entre Perro Lobo y Pastor Alemán. Lomo y cola negras, con las patas y barriga blancas, algo más bajo que Hutch aunque desde luego mucho más fiable, no en vano era de la Poli y además para rematarlo no sabía saltar la valla. El segundo perro no es como el primero desde luego, porque Canelo no cuenta ya que éramos demasiado pequeños entonces. Solo sé que a Mangu lo he paseado más que a Hutch pero casi siempre rutinariamente y tomándolo como una tarea. Así como Hutch iba siempre tras los conejos, Mangu no dejaba en paz a las ardillas. Y donde se ponían de acuerdo los dos era en los perros pequeños, perro pequeño que pasaba por la calle, allí iba Mangu detrás ladrando como un descosido. Un día mi padre nos dijo que se había escapado. No lo supe hasta más tarde, pero lo habían atropellado cerca de la Urbanización. Ya no tuvimos más perros, nosotros ya éramos mayores y mi padre no quería ninguno más para alivio de mi madre naturalmente.

martes, febrero 26, 2019

Guardas de la Urbanización


Se me ha ocurrido la anécdota de cuando se creó el puesto de guarda de la Urbanización y los sucesivos “ocupantes” de ese puesto en concreto. Ara mare! me diréis. Es que me parece que había puesto la directa y ni el conejito de Duracel tonto ella y tonto él. Pero, de todas formas no recuerdo casi nada de los primeros guardas y prácticamente estoy seguro que había uno del que no sé nada de nada. Pero así funciona eso de la memoria, de golpe y porrazo ¡pataplof! recuerdas algo que tenías enterrado en la cocorota.

El primer guarda que recuerdo que se contrató fue un tío rechoncho verdadero retaco una cosa entre Danny DeVito y Chiquito de la Calzada de nombre Murgui y que se paseaba por allí con una camioneta. Creo que no duró demasiado, no sé el motivo concreto solo sé que desapareció de escena. Entonces se buscó desesperadamente y se le acabó firmando un contrato al Moreno. Era una persona de fisonomía angulosa, no demasiado alta (aunque para un chaval de mi edad era un gigante) y que solía usar boina. El Moreno siempre iba de un lugar a otro montado en su pequeña moto de la que se oía el petardeo a Kilómetros. Esta contratación ocurrió en tiempos de los primeros tejemanejes del eterno Presi que siempre iba vestido por la Urbanización todo de blanco de la cabeza a los pies. Supongo que ese vestido atraería un montonazo de suciedad y tendría que cambiarse cada dos por tres. He de decir que el Moreno era un antiguo cazador y tenía la costumbre de sacar una escopeta por la noche que guardaba en su casa. El Presi y sus acólitos se desvivieron por que dejase la escopeta en esa casa y desde luego accidentalmente y de forma fortuita no se metiera en un lío e indirectamente metiera también a la Urbanización. Al final consiguieron que el Moreno entrase en razón con lo de su escopeta y la dejara en casita. Por nuestro lado, nos enteramos de que el Moreno le tenía verdadera fobia a las sierpes. En el Polideportivo había una casita que hacía las veces de Chiringuito y el cual se solía abrir en Agosto, manteniéndose cerrado en temporada invernal. Mientras andábamos paseando toda la peña de chavales haciendo el chorra como de costumbre, a apenas 30 metros del Polideportivo nos encontramos tendida en medio del asfalto una serpiente que probablemente había atropellado algún coche y a la que solamente le faltaba la cabeza. Bueno, nuestra María Antonieta serpentiforme estaba en buen estado salvo por ser manca de coco, así que la cogimos y nos la llevamos hasta la puerta del Chiringuito. El cuerpo de la serpiente lo pusimos a la vista formando las ondas características de un reptil, y su supuesta ”cabeza” justo debajo de la persiana corredera de la puerta del Chiringuito para dar la impresión de que la bicha ya estaba en el interior. Después de eso, hicimos un mutis una temporadita por si las moscas, porque aunque desde luego todo el asunto Moreno fue “top secret” era muy previsible quién narices había sido. El Moreno duró bastante tiempo, pero ya era una persona mayor cuando ocurrió lo de la serpiente y aún así pasaron unos años más (3 o 4). Finalmente llegó Manolo. Manolo era una persona de un pueblo de Teruel. Era un hombre bajito y calvo como una bola de billar quien también tenía una pequeña pero robusta moto con la que se recorría las calles de la Urbanización. Manolo era el típico hombre para todo, muy trabajador y que sabía hacerse útil y cobrar por ello naturalmente, no en vano nadie da nada a cambio de nada. Pero cuando cobraba no lo hacía exigiendo una cantidad exacta, sino que casi le pedía a la persona a la que le realizaba el servicio que fuese lo que le quisiera dar, con lo que la mayoría de las veces la ponía en un compromiso. Desde luego en tiempos de crisis con esa política monetaria llevaría las de perder porque siempre le darían de menos, pero en tiempos en los que no hubiera tanta desaceleración sería lo contrario. Bien, cuando nosotros ya nos fuimos de manera definitiva de la Urbanización en 2014 Manolo aún estaba allí al pie del cañón.

martes, febrero 19, 2019

Sierra Calderona

A otra cosa mariposa. Nada más salir del puente de la entrada de la Urbanización, había como una pequeña montañita de barro blancuzco de una textura bastante viscosa y que yo solía utilizar como una especie de depósito. Igual que muchos niños, siempre me había gustado hacer lo que llamábamos “ríos”. Usando el terreno circundante, moldeando y añadiendo barreras aquí y allá, usando plantas, macetas o simplemente vasos … Y cuando dí con el depósito del barranco, descubriendo asimismo que su barro secaba increíblemente rápido. Junto con la idea de hacer un “río” el pleno cauce fue algo que me emocionó. Generalmente las demás construcciones las hacía con mi hermano, pero este no me preguntes porqué me callé como un zorro. Cuando lo acabé, el río no es que fuese muy largo, pero era digno de verse. El único problema era su abastecimiento, cerca de allí estaba el Polideportivo pero había un camino de por medio, tenía que salvarlo a lo ancho y no podía enchufar una manguera como hacíamos en nuestra Parcela. Si echaba una meadita, lo que saliese no sería mucho, y evidentemente estaríamos hablando de agüita amarilla. En ocasiones bajaba algo de agua por el barranco, pero no siempre. Así que pensé en cómo desviar un pequeño hilo de agua del barranco al “río”. Luego evidentemente ahí no quedaba la cosa, había que tirar algo por el “río” para que lo “surcase”. Puesto que el “río” era bastante pequeño, unas hojas o ramas que navegasen por él fue lo ideal. Lo cierto es que mi hermano y yo hicimos bastantes de esas construcciones de ingeniería infantil en concreto tres de ellos en nuestra Parcela de la Urbanización que eran largos y tortuosos (unos 60 m) de una manera especial. Porque mis padres tenían una Parcela en la que no había construcciones de ningún tipo y otra Parcela con el chalet. Al comprar mis padres tuvieron suerte, ya que fueron de los primeros en llegar a la Urbanización cuando se fundó y había solo dos casas en pie. Se necesitaba más edificaciones para hacer de imán para los demás, así que se vendieron dos Parcelas a mis padres por cuatro perras pero dándoles prisa para que hiciesen un chalet que era lo que les interesaba. Bueno, en la Parcela en que solo había monte – y una pequeña isla rodeada de rocas toda llena de cactus que le dio por hacer a mi padre cerca de la caseta del perro – era donde mi hermano y yo labrábamos, surcábamos y moldeábamos nuestros “ríos”. Luego le endiñábamos tal cantidad de agua que andaban chillándonos a grito pelado durante varios días.

Bueno, hace tropocientos años una mujer de mi familia se casó con un chico de Barcelona, “que és bona quan la bossa sona i tan si sona com si no sona Barcelona és bona y allá se fueron. Cuando mi hermano y yo éramos pequeños la hija menor de ambos, Mercedes, Mercé para los amigos, vino a pasar una temporadita y a cuidarnos. Lo que recuerdo de esa visita es que ella tenía 12 años y se paseaba de aquí para allá con un almohadón debajo de la falda diciéndonos que estaba embarazada. Con 6 o 7 que debía tener yo me la tragué con patatas. No la volví a ver mucho más tarde después, hasta que ya cumplí los 39 en la población de Berga, quizá el nombre fue un tanto premonitorio.

Por esas fechas fue cuando mi papi me compró la BH verde como los ojos de Sandunga. Yo por aquel entonces tendría unos 14 y ahora 51 pero aún recuerdo los ojazos chispeantes de mi primita Sandra. Bien, con esa bici me largaba con mis amigotes a explorar los caminos de los alrededores. Por ejemplo, ya he mencionado que saliendo de la Carretera de Serra y por la parte de delante de la Urbanización había un caminito que tomábamos a menudo. En sus comienzos ese camino solamente tenía pinos y más pinos a diestro y siniestro mientras dejabas a tu derecha el Polideportivo comunitario. A la izquierda, y después de mucha o poca pinada según los lugares por los que pasabas se encontraba serpenteando el barranco. Luego se llegaba a una zona de zarzas donde siendo muy muy jovencito iba con mis padres a recoger moras oscuras y bien gruesas y darnos un atracón con lo que recogíamos. Después, como generalmente te ponías perdido y más negro que el betún, según la época había que o darse una ducha o tirarse a la balsa, porque entonces aún no teníamos piscina, claro que a veces mi madre me hinchaba una balsita de esas artificiales con forma de pato y chapoteaba de lo lindo, y por haberla comprado acababa empapada desde luego. La parte del camino en la que estaban las moras se encontraba casi cortada a pico desde nuestra Parcela. Lo primero que hizo mi padre, antes que el chalet, fue un muro que por la parte de atrás de las Parcelas que iba rodeando el “precipicio” como puede llamarse (unos 60 m de altura aproximada). Pasando ese precipicio, la altura va decreciendo progresivamente y se llegaba a una bifurcación que llevaba a una pequeña depuradora que ya casi en la fundación de la Urbanización se llenó de pan de rana verde haciendo un olor de mil demonios y resultando un trasto bastante inútil. Todo este era el recorrido de la parte delantera de la Urbanización, pero si se continuaba, se alcanzaba una segunda Urbanización bajo la primera pero que no era más que una mera ristra de casitas. Dejando atrás esas casas se llegaba por fin al camino entre Estivella y de nuevo la Carretera de Serra, donde se le cerraba el círculo a nuestra Urbanización. Un mero apunte, en la época de la que hablo estos caminos eran caminos, sentías la tierra bajo tus pies y era una verdadera gozada transitar por ellos, en 2014 lamentablemente estaban todos asfaltados. Otro ejemplo era el camino de Torres Torres. Comenzaba como muchos de ellos en la Carretera de Serra tras andar cosa de un km desde la Urbanización hasta Torres Torres. Nada más empezar el camino había unas naves donde fabricaban vigas y material de construcción diverso llamado Dehorsa, complejo que podía verse desde la Carretera. Siempre que mi padre veía esa fábrica recitaba con una cantinela “Dehorsa, les viguetes que tenen més força”. Tras pasar la fábrica, el camino formaba una especie de ángulo recto y ya continuaba hasta Torres Torres, con campos de frutales y sus bancales de piedras lisas. Tan solo al llegar al pueblo había una pequeña balsa llamada El Ferrolan. Mucho más tarde se construyó la Autovía A23 y se perforó un túnel para pasar bajo ella hasta la laguna en cuestión. Y desde luego llegamos a lo de siempre, actualmente está asfaltado lo que antes no lo estaba. Otro ejemplo es el llamado camino de la Fuente del Conde, de Peñas Altas o de la Mina. Evidentemente había una vieja Mina en esas Peñas que por cierto tenían unas piedras blancas que brillaban a lo lejos y parecían estar nevadas. Y también había una Fuente llamada del Conde muy bonita por cierto y antes llegabas a la casa de lo que creo que fue de un cazador con su Virgencita y todo. Era un camino bastante largo que partía, ¿cómo no?, de la Carretera a unos 300 metros de la Urbanización. El camino no tenía casi vegetación a su alrededor ni acogía muchos chalets salvo al comienzo algunos grupitos aislados. Al ir de camino hacia la Fuente se tenía que hacer un poco de fuerza de pedales ya que había una pendiente apenas imperceptible en contra. Ahora bien, al bajar solamente usabas los frenos dejándote llevar por la inercia, ya que por esos andurriales no había ni un alma. Pero eso sí, incluso hasta allí que no había prácticamente nadie llegó Mister asfalto. Por ese motivo cuando años más tarde cumplí los 16-17 me encantaba hacer senderismo por la Sierra Calderona. Porque para caminar por un camino sin asfalto había que o bien ir muy lejos o arrimarse a un Paraje Protegido como la Calderona. ¡Joder! Si por aquel entonces me buscaban hasta los cazadores de la zona para que les guiase, porque los animales no son tontos y solo se muestran a la gente que va desarmada.
 
Fuente del Conde
 

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