Debió
ser a la vuelta ya en el chalet de toda la vida cuando casi me rompo
la crisma con la BH. Primero he de decir que la Urbanización estaba
situada en una montañita baja de las estribaciones de la Sierra Calderona. Había una calle que subía hasta la cima de esa montaña
y por allí fue por donde al bajar en bici descubrí de pronto que no
tenía frenos. Iba demasiado rápido para intentar ir en zigzag y
aminorar algo la velocidad, así que fui rozando con la suela de mi
zapatilla la rueda trasera de la BH y frenando un poco, aunque claro
haciendo puré a la pobre zapatilla. Afortunadamente como había
farolas, cuando reduje lo suficiente la velocidad me abracé a una de
ellas como si fuese mi mejor amigo y no lo hubiera visto en años.
Bien, algunas magulladuras pero afortunadamente nada del otro mundo y
fue solo la BH la que se estrelló contra la valla de un chalet del
final de la calle y desde luego las zapatillas que hube de ir a Hush Puppies o a un sitio parecido a por unas nuevas. El Creador - ¡Oh
nuestro Creador quien tenía el chalet a solo una calle de distancia
del nuestro y según veredicto popular fue un verdadero vividor,
asomándose a las terrazas de ambos chalets (el suyo que estaba
enfrente y el nuestro y gritando ¡moooroo! “el creador” y
¡sivaritaaaa! mi padre) - construyó las calles con materiales de
desecho y hubo que hacer varias reparaciones a lo largo de los años,
pero construyó un verdadero conglomerado de calles que cubría casi
toda la cara Sur de la montaña como una redecilla de esas que se
llevan a las bodas y demás, llevó a término una Depuradora que
casi de inmediato se jorobó y planificó aunque no tuvo tiempo
material para llevarlo a cabo, el cortafuegos que “peinaría” más
tarde a la Urbanización como la Señorita que era. Pero ya he dejado
escrito a sangre y fuego las muchas reparaciones que hubimos que
realizar después. Pronto llegó un Tío que tenía pasta para
aburrir a las ovejas e hizo varias donaciones a la Comunidad, así
que varias personas simplemente se abrieron de piernas. Aunque
ninguna de esas personas querría que sus hijos pequeños de sexo
masculino fuesen solos a casa de este Señor, porque pronto se hizo
evidente que le gustaba más el pescado que la carne. Este Señor iba
generalmente todo vestido de blanco, parecía un mago de los de antes
o un vendedor de helados italiano, se ponía más colonia que una
abuela cuando va a ver a los nietos y a veces llevaba un sombrero
Panamá y un bastón delgado que no creo que necesitase. Se hizo
“amigo” de un chico que tenía por entonces unos 15 o 16 años y
le compró una moto en la que me subí alguna vez mientras los padres
del chico que no tenían mucho money miraban para otro lado. Bueno al
tajo, por los logros de dar pasta para realizar reparaciones y de
construir el Polideportivo porque lo construyó básicamente él, la
Comunidad puso su nombre al Polideportivo mismo, nombre que yo ahora
no puedo recordar y por ello estoy maldito por toda la eternidad, por
no recordar el nombre del mariconet que me compraba helados en el
chiringuito del Polideportivo que cuando nos marchamos se llamaba
como él y que naturalmente se auto-proclamó Presidente y todos le
llamábamos El Presi. A lo que iba, una de las calles de la
Urbanización iba directa hasta arriba del todo de la montaña y allí
estaba edificado un Depósito de Agua para la Comunidad de Parcelas
de la Urbanización. Hasta allá arriba yo subía bastante a menudo
con la bici de montaña que me compraron después de que la debacle
de la BH. También iba al
chalet de El Presi para jugar con su hijo, cosa que no le agradaba
mucho a mi madre la verdad.
Al
crecer un poco comencé a salir con la panda de amigotes de siempre
que también habían crecido conmigo, pero justo entonces en el Cole
me las tuve con el monstruo monstruoso de la Epilepsia y perdí desde
luego, “nada
de caballeros andantes que matan al dragón y se llevan a la
princesita del castillo encantado que aquel tenía prisionera. Y el
padre de la princesa, el Rey los casa y la Reina le dedica una gran
sonrisa al desde entonces Protector de los Desvalidos. Y colorín
colorado este cuento se ha acabado”.
No, para mi se acabó eso de hacer el burro, comedidamente desde
luego porque siempre he sido algo timidillo aunque sabía
controlarlo, pero desde los 11 años y progresivamente me fui
haciendo más y más casero, aferrándome a las faldas de mami y a la
seguridad de papi. Y no digamos nada de cuando llegaron los 18, se
relegó a las bicis y todo el mundo mundial reclamó motos a voz en
grito. Cuando le tocó la vez, mi hermano iba por el pasillo de casa
dando cabezazos a diestro y siniestro y recitando una plegaria: “yo
quiero una moootoooo, soy un desgraaaciadooo, tooodos mis amiiigos
tieeenen moooto meeenos yooooo”.
Y desde luego consiguió la puñetera moto. Y no una cualquiera, una
Señora Yamaha. Pero a mi las motos me daban casi más yuyu que las
arañas y no podía ni verlas. Porque había subido de paquete en una
cuando aún no tenía la enfermedad, pero ahora cualquier cambio
repentino de mi Centro de Gravedad y me desoriento totalmente de
forma que tengo la impresión de ir a caer al vacío. Y hay que tener
en cuenta que la Epilepsia es una enfermedad Crónica y que hasta que
la palmas no te la quitas de encima. Así que lo dicho fui
distanciándome poco a poco de mis amigos de siempre hasta que dejé
de relacionarme con ellos. Luego se me ocurrió pasear a pata lo que
antes hacía en bici, y tanto mis padres como el médico dijeron que
sería bueno para un epiléptico. De forma que como decía Joaquín Prat ¡A pasear!
Compaginándolo
con viajes a Galicia, porque fue entonces (año más, año menos)
cuando mis padres se hicieron amigos de una pareja con familia en
Bande (Ourense). La pareja eran los padres de “la Volvo”, solo
que ella no viajaba allá arriba con nosotros, simplemente
acompañábamos a sus padres quienes viajaban solos. Creo que a la
pobre chica le quedará de por vida el mote ese que le puso ... bueno
que le pusimos, no voy ahora a escaquearme, mi colega y yo. Bien, el
viaje a Galicia lo realizamos a través de carreteras, la actual Red
de Autovías aún no existía, y no digamos nada del AVE. Hasta
llegar a Benavente todo es calentarse el culo y esperar aburrido
contando postes de kilometraje. A partir de entonces ya comienzan las
curvas peligrosas típicas de Galicia como las de la peli. Y cuando
entras en Ourense te envuelve la niebla además de seguir las
puñeteras curvas claro. Es meterte en terreno de Bande y pisar
territorios de agua. Cerca del pueblo hay un embalse cuyo nombre no
recuerdo en este momento, lo que sí recuerdo es lo que decía una
mujer del pueblo con voz quasi-musical: “y había una poza, y vino
la Fenosa, y comenzó la obra ...” y desde luego hay obra, puedes
verla si tienes la suerte de ver el paisaje con la niebla que hay.
Solo que la obra va más siguiendo el río y la carretera que lo
bordea que abriendo el embalse de forma que lo alarga hasta el
infinito y más allá, bueno ahí me he pasao, pero larguillo es. Se
llama río Limia, joder la Wikipedia es fenomenal para consultar
cosas que no recordabas. A ver si me acuerdo de Bande. Era un
pueblecito bastante pequeño, cercano a otro con una iglesia Románica
antigua que mi padre quiso visitar llamado Lobios. También tiene
acceso a la Carretera de Celanova e igualmente hicimos una breve
escapada en esa dirección. Otro día recuerdo que visitamos el
interior, un lugar llamado “O rio Caldo”, un río con una zona de
agua fría, otra con agua caliente y finalmente otra donde se mezcla
la primera con la última formando un remanso de agua templada. Bande
está o estaba en una Carretera Comarcal o una de estas (que me
perdonen si no es así, a veces las apariencias engañan) que partía
unas cuantas casas formando pendiente y se bifurcaba al llegar más o
menos al centro de la población desde el Norte, tomando un ángulo
recto una bifurcación y siguiendo en línea recta y hacia el embalse
la otra. Justo en la esquina donde se dividía la Carretera había
una casa, esa era la casa familiar de la pareja que nos alojaba.
En
el primer viaje a Galicia tendría 11 años, en el segundo unos
14-15. En el segundo nos fuimos más hacia Portugal ya que la
frontera está al lado. Así que estando aún en Valencia se nos dijo
de coger los Pasaportes porque aún no éramos de la Unión Europea y
todo eso. Ya en Galicia primero conocimos a la familia gallega de la
pareja amiga de mis padres. Ella tendría no preguntéis, una edad
indefinida, lo que sé es que era gruesa como una muñeca de trapo
que se usa habitualmente como cojín o un trol de David el Gnomo, y
es que él la usaba habitualmente como cojín: él tendría unos 40 y
era el típico tío engominao que se veía a la legua que había sido
muy bien parecido y que le gustaría ahora pasar por uno de 25. Tenía
una amante y desde luego era sabido por todo el pueblo que criticaba
a su antojo unos en pro y otros en contra pero él sacaba pecho por
ello. Yo era jovencito pero pronto descubrí cómo funcionaba la
sociedad rural gallega, el hombre si podía tenía sus rollos además
de casarse lo que a todo el mundo le parecía de lo más natural
(después de todo, él tendría sus necesidades) y ella se los
tragaba con patatas. Ella desde luego podía tener sus propios
rollitos, pero en secreto y si él se enteraba y lo sacaba a la luz,
ya podía salir por piernas. Bueno, ese matrimonio gallego tenía dos
hijas: María José la mayor que a sus 13 ya estaba embarazada y
Vanesa la menor. Antes de salir hacia Portugal nos bañamos en una
charca y no sé cómo acabó la cosa pero mi pelo sí que acabó
limpio como una patena. Entre las dos me lo frotaron y oye, no sabes
lo sensual que resulta que dos mujeres te limpien el pelo, además
Vanesa buceando y pasando casi por debajo de mis piernas presumiendo
de cuerpazo, ¡toma ya! y María José que no era tan “fermosa”
todo hay que decirlo pero sí muy sensual pegando su espalda a la
mía. Luego fuimos hacia Portugal contorneando zonas boscosas hasta
llegar a una curiosa Iglesia donde un grupo de fieles hacían un
recorrido rodeándola a rodillazo limpio. Era todo un espectáculo
contemplar a aquella gente realizar esa especie de tour alrededor de
la Iglesia. No sé si lo hacían por eso mismo, por espectáculo
habiéndoles abonado previamente una cantidad, o es que eran fieles
de verdad. Sea lo que fuere, era una curiosidad. Mucho más tarde
llegamos a Valença do Minho que es eminentemente una ciudad
comercial y me recordó mucho a la visita que hicimos a Guadalest que
es como en esos documentales que entras con un zoom detro de una
ciudad tipo Petra o bien las pelis de momias que te meten dentro de
una tumba maya como la abejita y entonces entras estando bajo el sol
en un país multicolor.
Ahora
recuerdo que ya habíamos ido a Galicia por nuestra cuenta hacía
unos años. Había sido a un hotel de la localidad costera de O Grove
en Pontevedra. Había sido una visita relámpago de la que estaría
orgulloso el mismísimo Reich alemán en su Ataque Relámpago a
Polonia. Durante esa visita dotoreamos los famosos Castros celtas de Vigo, pero lo que recuerdo con más claridad fue una paella que me
zampé en el Barrio de las Putas de esa localidad, estaba de muerte.