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viernes, septiembre 04, 2020

Conversación en la Catedral

 Hace tiempo se me ocurrió releer un libro que me encantó a los 15 o 16 años, Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. Este libro, que por cierto es un libraco de tropocientas páginas, tiene como unas 5 o 6 historias entrecruzadas, a veces con los mismos personajes, otras veces con personajes distintos, pero todas con el fondo de una dictadura peruana y los diversos estratos sociales que allí aparecen. El libro comienza con la historia de Santiago (Zavalita), hijo de un empresario de renombre llamado Fermín Zavala, que va a rescatar a su perro a la perrera y allá se encuentra con Ambrosio, el que en tiempos fue chófer de su padre. Y se van juntos pero no revueltos a tomar unas cervezas a un bar llamado La Catedral y a rememorar viejos tiempos. Hay que decir que inicialmente la pasión de Zavalita era la poesía, le encantaba moldear el lenguaje y jugar con sus formas, pero llevándole la contra a su padre se metió a trabajar en un periódico, cosa que veía muy bohemia. Descubrió que para escribir un artículo en un periódico, hay que “allanar” la lengua esquematizándola hasta límites insospechados, cosa que le hizo desengañarse de prácticamente todo.  

Solo un apunte, la historia que más me gusta es la de Bermúdez. Bermúdez era hijo de un usurero llamado el Buitre y vivía en un pueblo de la Serranía de Perú. Supuestamente de su padre el Buitre debió heredar su meticulosidad, la cuestión es que Bermúdez tenía un amigo de promoción que había llegado a Ministro del Gobierno dictatorial y le recomendó al Presidente para un oscuro puesto bajo su mando directo. Sería un Gobierno en la sombra que se ocuparía del trabajo sucio y que no tendría presencia visible, de manera que sería difícil llegar hasta él. Ah! Bermúdez deja abandonada a su mujer en el pueblo y se monta un pisito de lujo con una Dama de la Noche famosa en Lima en él.


lunes, agosto 31, 2020

Veranito

 Hoy, lo de siempre este Veranito: el calorazo intenso y agobiante si no hacemos caso a nuestros ancestros y “anem per la dreta i per l’ombra” (vamos por la derecha y por la sombra), eso suponiendo que la sombra esté por la derecha y no por el otro lado claro. Lo que he hecho ha sido levantarme temprano. Sí, ya sé de sobra que la palabra TEMPRANO acaba en ANO y suena fatal, pero eso no es culpa mía no? Podría decir TEMPARNO como mi primo el del pueblo y así no habría POBLEMA. Después de este inciso ortográfico continúo con lo mío. Lo dicho, me he levantado tempranito y no como hace unos días que sonó el despertador y le pegué tal sopapo que … ¿habéis visto la película de la marmota Phil que se llama Atrapado en el Tiempo donde Bill Murray se despierta día tras día en la misma fecha y les pega castañazos al despertador mientras suena una melodía tipo radio, lo estrella contra el suelo, lo hace añicos … yo simplemente le di una palmadita “cariñosa” para que se callase. Bueno, en esa ocasión no hubo tal palmadita al despertador, simplemente me levanté aunque fuera de mala gana. Cuando llegué a la estación de Serrería, el panel exterior anunciaba que el Metro salia a las 6:22 cosa que no me convenía ya que el tren a Estivella sale de la Estación del Norte a las 6:20. Volví a la Av. Serrería, busqué una Parada de Bus y el 32 a la Calle Xàtiva donde está la Estación del Norte llegaba en 45 minutos y eran las 5:40. Tampoco podía ser, vamos que se me había hecho tarde. Entonces pensé que para aprovechar podría ir a un sitio más cercano como Picassent, que se puede ir con Metro y hay cositas que ver. Pero con el Caloret este de la Rita jorobando la marrana … se me ocurrió finalmente quedarme en las Valencias, buscar por la Web jardines interesantes para visitar en la ciudad y echarles un vistazo. Desde luego ya he dedicado algunos Post al Parque del Chalet de Panach en Benimàmet, otro al Parc de Benicalap y otro al Jardín de Polifilo, pero creo que estaría bien hacer un breve recorrido por algunos jardines de la ciudad y comentarlos. Pero luego me he dado cuenta que lo que tenía era una modorra de narices, que estaba la mar de aplatanado y que en cuanto saliese un poco el sol me vendría abajo. Además, para acabarlo de arreglar y no es una excusa, aunque suena como tal, un dedo de mi pie izquierdo me dolía ligeramente al caminar. Nunca me había ocurrido nada parecido excepto en el dedo gordo de ese mismo pie, en el que la uña es de esas gordas gordotas, más gordas que la Soprano Monserrat Caballé y el cantante Demis Roussos juntos, pero eso no cuenta. Al llegar a casa me di cuenta que simplemente era una uña de espesor normalito que se había curvado hacia dentro y hacía una ligera presión al caminar, o sea que toca recortar uñas. Por otra parte, he oído no sé si en la TV o en noticias de Internet que el tiempo podría variar de una manera drástica en los próximos días, así que no sé … a primeros de Septiembre tenemos que desempolvar las camisas de manga larga. Por otro lado esperemos que no se llegue a los extremos de un confinamiento local para luchar contra la Pandemia del Covid porque parece que al menos la situación es bastante estable. Personalmente, tengo contratado (y pagado) una miniescapada al delta del Ebro para el 20 de Septiembre, de manera que esperemos que la situación se mantenga sanitariamente hablando y que bajen algo las temperaturas ambientalmente hablando.

 


sábado, agosto 22, 2020

El ladrón de café - Tom Hillenbrand

El ladrón de café, de Tom Hillenbrand. En el Siglo XVII los turcos controlaban el cultivo del café en el Este de Beit al-Fakih o como muy correctamente lo llamaron los ingleses, Beetlefucky (follaescarabajos). La Compañía Holandesa de las Indias Orientales no está dispuesta a permitir dicho monopolio, y contrata a un filósofo de la naturaleza e investigador inglés cuyos problemas económicos y de incompatibilidad religiosa habían hecho que diese con sus huesos en la cárcel una temporadita, para que robe esos plantones de café y los lleve a Amsterdam. A tal fin Obediah Chalon, el filósofo de la naturaleza, reúne a un grupito un tanto especial, algo así como Ocean’s Twelve sin Brad Pitt. Muchos dicen que este libro quizá llegue a hacerse excesivamente metódico y latoso en un principio y al equipo que se forma al efecto le cueste demasiado tiempo salir a robar los dichosos plantones. Lo cierto es que yo no lo veo así. Creo que al final se llama a la nave de Encuentros en la Tercera Fase y es un poco demasiado técnico para moi, pero vale la pena por pasar por las mismas aventuras que los personajes del libro, que son muchas.

Ah! Glosario de personajes al final.

Wikipedia

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