Conversación en la Catedral

 Hace tiempo se me ocurrió releer un libro que me encantó a los 15 o 16 años, Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. Este libro, que por cierto es un libraco de tropocientas páginas, tiene como unas 5 o 6 historias entrecruzadas, a veces con los mismos personajes, otras veces con personajes distintos, pero todas con el fondo de una dictadura peruana y los diversos estratos sociales que allí aparecen. El libro comienza con la historia de Santiago (Zavalita), hijo de un empresario de renombre llamado Fermín Zavala, que va a rescatar a su perro a la perrera y allá se encuentra con Ambrosio, el que en tiempos fue chófer de su padre. Y se van juntos pero no revueltos a tomar unas cervezas a un bar llamado La Catedral y a rememorar viejos tiempos. Hay que decir que inicialmente la pasión de Zavalita era la poesía, le encantaba moldear el lenguaje y jugar con sus formas, pero llevándole la contra a su padre se metió a trabajar en un periódico, cosa que veía muy bohemia. Descubrió que para escribir un artículo en un periódico, hay que “allanar” la lengua esquematizándola hasta límites insospechados, cosa que le hizo desengañarse de prácticamente todo.  

Solo un apunte, la historia que más me gusta es la de Bermúdez. Bermúdez era hijo de un usurero llamado el Buitre y vivía en un pueblo de la Serranía de Perú. Supuestamente de su padre el Buitre debió heredar su meticulosidad, la cuestión es que Bermúdez tenía un amigo de promoción que había llegado a Ministro del Gobierno dictatorial y le recomendó al Presidente para un oscuro puesto bajo su mando directo. Sería un Gobierno en la sombra que se ocuparía del trabajo sucio y que no tendría presencia visible, de manera que sería difícil llegar hasta él. Ah! Bermúdez deja abandonada a su mujer en el pueblo y se monta un pisito de lujo con una Dama de la Noche famosa en Lima en él.