A
otra cosa mariposa. Nada más salir del puente de la entrada de la
Urbanización, había como una pequeña montañita de barro blancuzco
de una textura bastante viscosa y que yo solía utilizar como una
especie de depósito. Igual que muchos niños, siempre me había
gustado hacer lo que llamábamos “ríos”. Usando el terreno
circundante, moldeando y añadiendo barreras aquí y allá, usando
plantas, macetas o simplemente vasos … Y cuando dí con el depósito
del barranco, descubriendo asimismo que su barro secaba
increíblemente rápido. Junto con la idea de hacer un “río” el
pleno cauce fue algo que me emocionó. Generalmente las demás
construcciones las hacía con mi hermano, pero este no me preguntes
porqué me callé como un zorro. Cuando lo acabé, el río no es que
fuese muy largo, pero era digno de verse. El único problema era su
abastecimiento, cerca de allí estaba el Polideportivo pero había un
camino de por medio, tenía que salvarlo a lo ancho y no podía
enchufar una manguera como hacíamos en nuestra Parcela. Si echaba
una meadita, lo que saliese no sería mucho, y evidentemente
estaríamos hablando de agüita amarilla. En ocasiones bajaba
algo de agua por el barranco, pero no siempre. Así que pensé en
cómo desviar un pequeño hilo de agua del barranco al “río”.
Luego evidentemente ahí no quedaba la cosa, había que tirar algo
por el “río” para que lo “surcase”. Puesto que el “río”
era bastante pequeño, unas hojas o ramas que navegasen por él fue
lo ideal. Lo cierto es que mi hermano y yo hicimos bastantes de esas
construcciones
de ingeniería infantil en
concreto tres de ellos en nuestra Parcela de la Urbanización que
eran largos y tortuosos (unos 60 m) de una manera especial. Porque
mis padres tenían una Parcela en la que no había construcciones de
ningún tipo y otra Parcela con el chalet. Al comprar mis padres
tuvieron suerte, ya que fueron de los primeros en llegar a la
Urbanización cuando se fundó y había solo dos casas en pie. Se
necesitaba más edificaciones para hacer de imán para los demás,
así que se vendieron dos Parcelas a mis padres por cuatro perras
pero dándoles prisa para que hiciesen un chalet que era lo que les
interesaba. Bueno, en la Parcela en que solo había monte – y una
pequeña isla rodeada de rocas toda llena de cactus que le dio por
hacer a mi padre cerca de la caseta del perro – era donde mi
hermano y yo labrábamos, surcábamos y moldeábamos nuestros “ríos”.
Luego le endiñábamos tal cantidad de agua que andaban chillándonos
a grito pelado durante varios días.
Bueno,
hace tropocientos años una mujer de mi familia se casó con un chico
de Barcelona, “que és bona
quan la bossa sona i tan si sona com si no sona Barcelona és bona”
y allá se fueron. Cuando mi hermano y yo éramos pequeños la hija
menor de ambos, Mercedes, Mercé para los amigos, vino a pasar una
temporadita y a cuidarnos. Lo que recuerdo de esa visita es que ella
tenía 12 años y se paseaba de aquí para allá con un almohadón
debajo de la falda diciéndonos que estaba embarazada. Con 6 o 7 que
debía tener yo me la tragué con patatas. No la volví a ver mucho
más tarde después, hasta que ya cumplí los 39 en la población de Berga, quizá el nombre fue un tanto premonitorio.
Por
esas fechas fue cuando mi papi me compró la BH verde como los ojos
de Sandunga. Yo por aquel entonces tendría unos 14 y ahora 51 pero
aún recuerdo los ojazos chispeantes de mi primita Sandra. Bien, con
esa bici me largaba con mis amigotes a explorar los caminos de los
alrededores. Por ejemplo, ya he mencionado que saliendo de la
Carretera de Serra y por la parte de delante de la Urbanización
había un caminito que tomábamos a menudo. En sus comienzos ese
camino solamente tenía pinos y más pinos a diestro y siniestro
mientras dejabas a tu derecha el Polideportivo comunitario. A la
izquierda, y después de mucha o poca pinada según los lugares por
los que pasabas se encontraba serpenteando el barranco. Luego se
llegaba a una zona de zarzas donde siendo muy muy jovencito iba con
mis padres a recoger moras oscuras y bien gruesas y darnos un atracón
con lo que recogíamos. Después, como generalmente te ponías
perdido y más negro que el betún, según la época había que o
darse una ducha o tirarse a la balsa, porque entonces aún no
teníamos piscina, claro que a veces mi madre me hinchaba una balsita
de esas artificiales con forma de pato y chapoteaba de lo lindo, y
por haberla comprado acababa empapada desde luego. La parte del
camino en la que estaban las moras se encontraba casi cortada a pico
desde nuestra Parcela. Lo primero que hizo mi padre, antes que el
chalet, fue un muro que por la parte de atrás de las Parcelas que
iba rodeando el “precipicio” como puede llamarse (unos 60 m de
altura aproximada). Pasando ese precipicio, la altura va decreciendo
progresivamente y se llegaba a una bifurcación que llevaba a una
pequeña depuradora que ya casi en la fundación de la Urbanización
se llenó de pan de rana verde haciendo un olor de mil demonios y
resultando un trasto bastante inútil. Todo este era el recorrido de
la parte delantera de la Urbanización, pero si se continuaba, se
alcanzaba una segunda Urbanización bajo la primera pero que no era
más que una mera ristra de casitas. Dejando atrás esas casas se
llegaba por fin al camino entre Estivella y de nuevo la Carretera de
Serra, donde se le cerraba el círculo a nuestra Urbanización. Un
mero apunte, en la época
de la que hablo estos caminos eran caminos, sentías la tierra bajo
tus pies y era una verdadera gozada transitar por ellos, en 2014
lamentablemente estaban todos asfaltados. Otro ejemplo era el camino
de Torres Torres. Comenzaba como muchos de ellos en la Carretera de
Serra tras andar cosa de un km desde la Urbanización hasta Torres
Torres. Nada más empezar el camino había unas naves donde
fabricaban vigas y material de construcción diverso llamado Dehorsa,
complejo que podía verse desde la Carretera. Siempre que mi padre
veía esa fábrica recitaba con una cantinela “Dehorsa, les
viguetes que tenen més força”. Tras pasar la fábrica, el camino
formaba una especie de ángulo recto y ya continuaba hasta Torres
Torres, con campos de frutales y sus bancales de piedras lisas. Tan
solo al llegar al pueblo había una pequeña balsa llamada El
Ferrolan. Mucho más tarde se construyó la Autovía A23 y se perforó
un túnel para pasar bajo ella hasta la laguna en cuestión. Y desde
luego llegamos a lo de siempre, actualmente está asfaltado lo que
antes no lo estaba. Otro ejemplo es el llamado camino de la Fuente
del Conde, de Peñas Altas o de la Mina. Evidentemente había una
vieja Mina en esas Peñas que por cierto tenían unas piedras blancas
que brillaban a lo lejos y parecían estar nevadas. Y también había
una Fuente llamada del Conde muy bonita por cierto y antes llegabas a
la casa de lo que creo que fue de un cazador con su Virgencita y
todo. Era un camino bastante largo que partía, ¿cómo no?, de la
Carretera a unos 300 metros de la Urbanización. El camino no tenía
casi vegetación a su alrededor ni acogía muchos chalets salvo al
comienzo algunos grupitos aislados. Al ir de camino hacia la Fuente
se tenía que hacer un poco de fuerza de pedales ya que había una
pendiente apenas imperceptible en contra. Ahora bien, al bajar
solamente usabas los frenos dejándote llevar por la inercia, ya que
por esos andurriales no había ni un alma. Pero eso sí, incluso
hasta allí que no había prácticamente nadie llegó Mister asfalto.
Por ese motivo cuando años más tarde cumplí los 16-17 me encantaba
hacer senderismo por la Sierra Calderona. Porque para caminar por un
camino sin asfalto había que o bien ir muy lejos o arrimarse a un
Paraje Protegido como la Calderona. ¡Joder! Si por aquel entonces me
buscaban hasta los cazadores de la zona para que les guiase, porque
los animales no son tontos y solo se muestran a la gente que va
desarmada.
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