Casi no
llego. Había contratado una visita a Chelva pero con el frío que
hacía un poco más y me duermo entre algodones. Con lo calentito que
estaba, ya sabéis “un poco más mamá, un poco más mamá” y por
los pelos ..., y gracias a una mujer con un nombre de galleta. De ahí
ya salimos directos en el autobús de la Agencia y solamente hicimos
una parada programada para tomar un café y estirar las piernas en un
Bar de Carretera. Bar de Carretera, pero que tenía un Restaurante de
Tres Estrellas, ¿eh? Yo tomé un café con leche bastante llenito y
una tostada de tomate que parecía un zepelín de la Primera Guerra
Mundial. Después de repostar, volvimos al Bus, y ¡de nuevo hacia
Chelva!
Cuando
llagamos a nuestro destino, lo primero que hicimos fue ir recto a la
Plaza Mayor y allí nuestra guía nos enseñó varias cosas, pero
principalmente la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. Su
fachada de estilo manierista y su campanario barroco. También nos
comentó una curiosidad sobre su reloj que indica también el día
del mes y de la semana. Nos dijo que el amor a los relojes viene de
Carlos I en cuyo amor por la precisión tampoco se ponía el Sol. En
esta Plaza también se encuentra la Casa Consistorial, mucho más
moderna, y que a mi entender solo tiene interesante la parte superior
del tejado. Lo que sí que hay en esta población son callejuelas y
casitas blanqueadas para dar y vender, todas muy pintorescas. Y
puesto que la Navidad está a la vuelta de la esquina, no podía
faltar el típico Santa Claus escalando una ventana que se nos ha
puesto tan de moda. Y desde luego, no faltó, me caí de culo. Bueno,
para no faltar a la verdad, diré mejor que “descendí” de culo,
me dejé caer. Noté que me iba a caer, y simplemente me dejé ir, el
único que se dañó fue mi móvil. Corrijo, la protección de mi
móvil.


Teníamos que estar a una hora determinada en una esquina
donde nos recogería el Bus para ir a la población de Calles a 4 Km
escasos y jalar. Para hacer tiempo mientras venía el autobús pedí
un zumo en un bar que había justo en esa esquina. Dentro del Bar
estaba reservado, de forma que hube de beberme mi zumito sentado en
unos barriles tipo bancos que había fuera. El barril tenía como
base un cristal que aprisionaba un montón de tapones de corcho en un
hueco como de unos cuatro dedos o así. Pero eso sí, eran corchos
con Denominación de Origen para que se vea donde hay calidad. Cuando
vino el Bus, nos fuimos a Calles que estavem famolencs (estábamos hambrientos). Ya en el
restaurante, mi acompañante no hacía más que quejarse del
servicio, en cambio dijo “el jovencito ese sí que sabe moverse,
tiene garbo”, yo no miraba al jovencito, miraba más bien a la
jovencita, cada uno tiene sus preferencias. Mis preferencias
gastronómicas en esa ocasión fue un guisado de ternera y arreando
que es gerundio. De postre tomé tarta de chocolate y luego un café
solito. Luego fui a bajar la comida y encontré un cartel con Código
QR. Ya sé tanto como nuestra guía que la puñetera se sabe la
lección de carrerilla. Ah! Solo una cosa, vi la Iglesia Parroquial
de la Inmaculada Concepción de Calles.

