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Jardín detrás de Calle J.J. Domine

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miércoles, agosto 11, 2021

Bicicleta BH

 

Debió ser a la vuelta ya en el chalet de toda la vida cuando casi me rompo la crisma con la BH. Primero he de decir que la Urbanización estaba situada en una montañita baja de las estribaciones de la Sierra Calderona. Había una calle que subía hasta la cima de esa montaña y por allí fue por donde al bajar en bici descubrí de pronto que no tenía frenos. Iba demasiado rápido para intentar ir en zigzag y aminorar algo la velocidad, así que fui rozando con la suela de mi zapatilla la rueda trasera de la BH y frenando un poco, aunque claro haciendo puré a la pobre zapatilla. Afortunadamente como había farolas, cuando reduje lo suficiente la velocidad me abracé a una de ellas como si fuese mi mejor amigo y no lo hubiera visto en años. Bien, algunas magulladuras pero afortunadamente nada del otro mundo y fue solo la BH la que se estrelló contra la valla de un chalet del final de la calle y desde luego las zapatillas que hube de ir a Hush Puppies o a un sitio parecido a por unas nuevas. El Creador - ¡Oh nuestro Creador quien tenía el chalet a solo una calle de distancia del nuestro y según veredicto popular fue un verdadero vividor, asomándose a las terrazas de ambos chalets (el suyo que estaba enfrente y el nuestro y gritando ¡moooroo! “el creador” y ¡sivaritaaaa! mi padre) - construyó las calles con materiales de desecho y hubo que hacer varias reparaciones a lo largo de los años, pero construyó un verdadero conglomerado de calles que cubría casi toda la cara Sur de la montaña como una redecilla de esas que se llevan a las bodas y demás, llevó a término una Depuradora que casi de inmediato se jorobó y planificó aunque no tuvo tiempo material para llevarlo a cabo, el cortafuegos que “peinaría” más tarde a la Urbanización como la Señorita que era. Pero ya he dejado escrito a sangre y fuego las muchas reparaciones que hubimos que realizar después. Pronto llegó un Tío que tenía pasta para aburrir a las ovejas e hizo varias donaciones a la Comunidad, así que varias personas simplemente se abrieron de piernas. Aunque ninguna de esas personas querría que sus hijos pequeños de sexo masculino fuesen solos a casa de este Señor, porque pronto se hizo evidente que le gustaba más el pescado que la carne. Este Señor iba generalmente todo vestido de blanco, parecía un mago de los de antes o un vendedor de helados italiano, se ponía más colonia que una abuela cuando va a ver a los nietos y a veces llevaba un sombrero Panamá y un bastón delgado que no creo que necesitase. Se hizo “amigo” de un chico que tenía por entonces unos 15 o 16 años y le compró una moto en la que me subí alguna vez mientras los padres del chico que no tenían mucho money miraban para otro lado. Bueno al tajo, por los logros de dar pasta para realizar reparaciones y de construir el Polideportivo porque lo construyó básicamente él, la Comunidad puso su nombre al Polideportivo mismo, nombre que yo ahora no puedo recordar y por ello estoy maldito por toda la eternidad, por no recordar el nombre del mariconet que me compraba helados en el chiringuito del Polideportivo que cuando nos marchamos se llamaba como él y que naturalmente se auto-proclamó Presidente y todos le llamábamos El Presi. A lo que iba, una de las calles de la Urbanización iba directa hasta arriba del todo de la montaña y allí estaba edificado un Depósito de Agua para la Comunidad de Parcelas de la Urbanización. Hasta allá arriba yo subía bastante a menudo con la bici de montaña que me compraron después de que la debacle de la BH. También iba al chalet de El Presi para jugar con su hijo, cosa que no le agradaba mucho a mi madre la verdad.

Al crecer un poco comencé a salir con la panda de amigotes de siempre que también habían crecido conmigo, pero justo entonces en el Cole me las tuve con el monstruo monstruoso de la Epilepsia y perdí desde luego, “nada de caballeros andantes que matan al dragón y se llevan a la princesita del castillo encantado que aquel tenía prisionera. Y el padre de la princesa, el Rey los casa y la Reina le dedica una gran sonrisa al desde entonces Protector de los Desvalidos. Y colorín colorado este cuento se ha acabado”. No, para mi se acabó eso de hacer el burro, comedidamente desde luego porque siempre he sido algo timidillo aunque sabía controlarlo, pero desde los 11 años y progresivamente me fui haciendo más y más casero, aferrándome a las faldas de mami y a la seguridad de papi. Y no digamos nada de cuando llegaron los 18, se relegó a las bicis y todo el mundo mundial reclamó motos a voz en grito. Cuando le tocó la vez, mi hermano iba por el pasillo de casa dando cabezazos a diestro y siniestro y recitando una plegaria: “yo quiero una moootoooo, soy un desgraaaciadooo, tooodos mis amiiigos tieeenen moooto meeenos yooooo”. Y desde luego consiguió la puñetera moto. Y no una cualquiera, una Señora Yamaha. Pero a mi las motos me daban casi más yuyu que las arañas y no podía ni verlas. Porque había subido de paquete en una cuando aún no tenía la enfermedad, pero ahora cualquier cambio repentino de mi Centro de Gravedad y me desoriento totalmente de forma que tengo la impresión de ir a caer al vacío. Y hay que tener en cuenta que la Epilepsia es una enfermedad Crónica y que hasta que la palmas no te la quitas de encima. Así que lo dicho fui distanciándome poco a poco de mis amigos de siempre hasta que dejé de relacionarme con ellos. Luego se me ocurrió pasear a pata lo que antes hacía en bici, y tanto mis padres como el médico dijeron que sería bueno para un epiléptico. De forma que como decía Joaquín Prat ¡A pasear!

Compaginándolo con viajes a Galicia, porque fue entonces (año más, año menos) cuando mis padres se hicieron amigos de una pareja con familia en Bande (Ourense). La pareja eran los padres de “la Volvo”, solo que ella no viajaba allá arriba con nosotros, simplemente acompañábamos a sus padres quienes viajaban solos. Creo que a la pobre chica le quedará de por vida el mote ese que le puso ... bueno que le pusimos, no voy ahora a escaquearme, mi colega y yo. Bien, el viaje a Galicia lo realizamos a través de carreteras, la actual Red de Autovías aún no existía, y no digamos nada del AVE. Hasta llegar a Benavente todo es calentarse el culo y esperar aburrido contando postes de kilometraje. A partir de entonces ya comienzan las curvas peligrosas típicas de Galicia como las de la peli. Y cuando entras en Ourense te envuelve la niebla además de seguir las puñeteras curvas claro. Es meterte en terreno de Bande y pisar territorios de agua. Cerca del pueblo hay un embalse cuyo nombre no recuerdo en este momento, lo que sí recuerdo es lo que decía una mujer del pueblo con voz quasi-musical: “y había una poza, y vino la Fenosa, y comenzó la obra ...” y desde luego hay obra, puedes verla si tienes la suerte de ver el paisaje con la niebla que hay. Solo que la obra va más siguiendo el río y la carretera que lo bordea que abriendo el embalse de forma que lo alarga hasta el infinito y más allá, bueno ahí me he pasao, pero larguillo es. Se llama río Limia, joder la Wikipedia es fenomenal para consultar cosas que no recordabas. A ver si me acuerdo de Bande. Era un pueblecito bastante pequeño, cercano a otro con una iglesia Románica antigua que mi padre quiso visitar llamado Lobios. También tiene acceso a la Carretera de Celanova e igualmente hicimos una breve escapada en esa dirección. Otro día recuerdo que visitamos el interior, un lugar llamado “O rio Caldo”, un río con una zona de agua fría, otra con agua caliente y finalmente otra donde se mezcla la primera con la última formando un remanso de agua templada. Bande está o estaba en una Carretera Comarcal o una de estas (que me perdonen si no es así, a veces las apariencias engañan) que partía unas cuantas casas formando pendiente y se bifurcaba al llegar más o menos al centro de la población desde el Norte, tomando un ángulo recto una bifurcación y siguiendo en línea recta y hacia el embalse la otra. Justo en la esquina donde se dividía la Carretera había una casa, esa era la casa familiar de la pareja que nos alojaba.

En el primer viaje a Galicia tendría 11 años, en el segundo unos 14-15. En el segundo nos fuimos más hacia Portugal ya que la frontera está al lado. Así que estando aún en Valencia se nos dijo de coger los Pasaportes porque aún no éramos de la Unión Europea y todo eso. Ya en Galicia primero conocimos a la familia gallega de la pareja amiga de mis padres. Ella tendría no preguntéis, una edad indefinida, lo que sé es que era gruesa como una muñeca de trapo que se usa habitualmente como cojín o un trol de David el Gnomo, y es que él la usaba habitualmente como cojín: él tendría unos 40 y era el típico tío engominao que se veía a la legua que había sido muy bien parecido y que le gustaría ahora pasar por uno de 25. Tenía una amante y desde luego era sabido por todo el pueblo que criticaba a su antojo unos en pro y otros en contra pero él sacaba pecho por ello. Yo era jovencito pero pronto descubrí cómo funcionaba la sociedad rural gallega, el hombre si podía tenía sus rollos además de casarse lo que a todo el mundo le parecía de lo más natural (después de todo, él tendría sus necesidades) y ella se los tragaba con patatas. Ella desde luego podía tener sus propios rollitos, pero en secreto y si él se enteraba y lo sacaba a la luz, ya podía salir por piernas. Bueno, ese matrimonio gallego tenía dos hijas: María José la mayor que a sus 13 ya estaba embarazada y Vanesa la menor. Antes de salir hacia Portugal nos bañamos en una charca y no sé cómo acabó la cosa pero mi pelo sí que acabó limpio como una patena. Entre las dos me lo frotaron y oye, no sabes lo sensual que resulta que dos mujeres te limpien el pelo, además Vanesa buceando y pasando casi por debajo de mis piernas presumiendo de cuerpazo, ¡toma ya! y María José que no era tan “fermosa” todo hay que decirlo pero sí muy sensual pegando su espalda a la mía. Luego fuimos hacia Portugal contorneando zonas boscosas hasta llegar a una curiosa Iglesia donde un grupo de fieles hacían un recorrido rodeándola a rodillazo limpio. Era todo un espectáculo contemplar a aquella gente realizar esa especie de tour alrededor de la Iglesia. No sé si lo hacían por eso mismo, por espectáculo habiéndoles abonado previamente una cantidad, o es que eran fieles de verdad. Sea lo que fuere, era una curiosidad. Mucho más tarde llegamos a Valença do Minho que es eminentemente una ciudad comercial y me recordó mucho a la visita que hicimos a Guadalest que es como en esos documentales que entras con un zoom detro de una ciudad tipo Petra o bien las pelis de momias que te meten dentro de una tumba maya como la abejita y entonces entras estando bajo el sol en un país multicolor.

Ahora recuerdo que ya habíamos ido a Galicia por nuestra cuenta hacía unos años. Había sido a un hotel de la localidad costera de O Grove en Pontevedra. Había sido una visita relámpago de la que estaría orgulloso el mismísimo Reich alemán en su Ataque Relámpago a Polonia. Durante esa visita dotoreamos los famosos Castros celtas de Vigo, pero lo que recuerdo con más claridad fue una paella que me zampé en el Barrio de las Putas de esa localidad, estaba de muerte.

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