Hoy he decidido ir a un pueblecito, y nunca mejor utilizado el diminutivo, llamado Emperador. ¿Emperador? Sí, Emperador, creo que lo he dicho bien clarito, y si no limpiaros la cera de las orejas o que os las limpie vuestra mama que os debe hacer falta. He ido allí porque es un pueblo que está muy cerca de Valencia, junto a la estación de metro de Museros Poquets i punyeteros como recitaba el sordo de mi abuelo a grito pelado cuando iba en tren con mi padre y pasaba por la estación de Museros, y naturalmente mi padre todo nervioso viendo a la gente subir mientras oía a mi abuelo. Bueno, a lo que iba. Cuando iba al metro en Maritim-Serrería ocurrió una cosa curiosa. En un principio Dios hizo el mar y la tierra y vio que era bueno, y yo quise bajar por las escaleras hasta donde están las vías y el andén pero sentí que se abría la tierra ante mi, y al final esperé al ascensor como un niño bueno. Y ahora viene la cuestión. Todos hemos oído hablar de los Móviles Inteligentes. Cuando me subí al ascensor, supongo que inconscientemente yo pensé en ellos e igual debí relacionarlos de alguna manera con una nueva gama de Ascensores Inteligentes que te llevan allí donde deseas ir sin siquiera pulsar el botón. Porque de hecho, me quedé allí de pie sin moverme, esperando que mágicamente el ascensor comenzara a moverse, hasta que me dije ¿pero qué hago? y pulsé. Vale, no os riais que vosotros tampoco es que seáis unos Premios Nobel. Un apunte, cuento todo esto porque hay poco que decir sobre Emperador. Pero eso no quiere decir que Emperador no tenga nada que ofrecer. La totalidad de sus casas son evidentemente rurales y pequeñas, pero se nota que una gran mayoría han sido remodeladas recientemente. Hay obras en algunas calles. Está claro que son cuatro gatos lo que convendría a algunas personas. Y no sé vosotros, pero yo no había oído hablar de Emperador hasta la fecha. Retomamos el viajecito. Una vez en la Estación de Metro de Museros, le pregunté a una mujer por la dirección de Emperador y parecía italiana con lo explícita que era con las manos. Finalmente, no hubo ningún problema para encontrar la entrada del pueblo. Aunque yo todo era andar y andar y no encontraba el dichoso letrerito de entrada, hasta que vi unas letras que indicaban SALONES EMPERADOR. Cuando me acerqué más comprobé que esas letras estaban encima de un edificio antiguo, totalmente destartalado, con ventanas sin cristales … pero sea como sea me había servido como referencia. Sólo a unos 50 metros ya aparecía el letrero oficial que me indicaba que estaba en Emperador. En el pueblo tanto el Juzgado de Paz como el Ayuntamiento están en un mismo sitio y son muy pero que muy recientes. La Iglesia el Rosario de Emperador es un edificio pequeño, de una sola nave y encajonado en otros que un poco más y me lo paso. Pero personalmente, creo que la aportación patrimonial más interesante de Emperador al mundo está junto a su Consistorio. Se trata de una especie de caballo, pero gordo de verdad, y que pone la misma cara de tontaina que el caballo de Lucky Luke, y que los chiquillos usaban para columpiarse.
Caballo gordo, bueno en realidad vaca
Luego ya volví a Valencia. Me bajé en la Parada de Benimaclet, y no debí hacerlo porque estaban con pruebas en el tranvía, y al hacer transbordo para ir definitivamente a mi casa tuve que sufrirlo. Aunque yo debía de haberlo intuido, porque tenía justo enfrente The Black Turtle Burger. De forma que llegué a casa lento pero seguro.
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