A la
mañana siguiente me puse de camino hacia Akragas siguiendo la playa
con la única compañía de unos frutos secos que me habían dado en
Gela “para que comas algo que estás muy flaca y así no
encontrarás marido”, palabras textuales de la mujer del pueblo que
me los había ofrecido, lo juro por Cipris.
Al llegar a la ciudad, lo primero que hice fue meterme de cabeza en
el Mercado que no había que buscarlo puesto que el bullicio de la
multitud lo hacía perfectamente detectable. Una vez allí, compré
unas gallinas para ofertar a la divinidad en mi consulta del enigma
que se me había planteado en Gela. Me encaminé al Templo
de Castor y Polux para que los sacerdotes intentasen
descifrar las palabras del viejo adivino. Comparado con los demás,
ese era un templo pequeño, pero tenía cierta fama y por eso lo
escogí. Lo bueno es que no tuve que esperar apenas, ya que había
poca gente haciendo ofrendas. Cuando me tocó el turno y dije lo que
quería, me preguntaron si por casualidad el adivino que me había
formulado la predicción se llamaba Tanatos. Evidentemente, dije que
no lo sabía pero se lo describí con precisión, y casi antes de que
hubiera terminado esa descripción el sacerdote se dio una fuerte
palmada mano contra mano y me dijo que sí, que efectivamente ese era
el pordiosero, desgraciado, miserable, y no se cuantas lindezas más
dijo de Tanatos. Dijo además que ese adivino era tan malnacido que
hasta su madre había renegado de él y le había puesto el mismo
nombre del dios de la muerte.
Se notaba que había mucha animosidad y no había que ser un lince
para adivinar el motivo. Ya que Tanatos era un adivino ambulante y
hace la competencia a los que hay en los templos. Desde luego, en los
templos habrá mucha más información que se podrá obtener en las
bibliotecas de los mismos. Pero en cambio Tanatos posee movilidad y
eso los sacerdotes lo verán como una competencia desleal. De
todas maneras, me dijo que repitiera sus palabras una a una. Y así
lo hice, que Tanatos me dijo que cogiera un barco con el destino a
Akragas ya que debía viajar a donde estaba “el artesano de las mil
artes”. Después de eso, no me miró extrañado, ni me pidió que
repitiera la frase, ni nada de nada, solo entró en una cámara
supongo que para consultar con alguien o algo, porque no despegó los
labios. Tardó más de tres horas en el interior. Como allí había
un banco y yo estaba cansada de la caminata y todo lo que había
deambulado me dije, a roncar. Y me puse a dormir debajo de un mosaico
de Zeus
y Leda
en una especie de jardín. De repente en mi sueño noté como un
pequeño temblor de tierra y como éste fue subiendo de intensidad.
Para mi sorpresa, cuando abrí los ojos comprobé que el temblor no
era tal, si no el sacerdote sacudiendo mi hombro para despertarme. Su
cara era bondadosa, se ve que ya se había olvidado de su enfado con
Tanatos, eso o se había comido una de mis gallinas. Cuando ya me
despabilé me dijo “He consultado largamente con la divinidad y
parece que existen unos Bárbaros en el Norte, sobre todo en Iberia -
en el interior - y en la Galia llamados Celtas,
que adoran a un dios llamado Lugh,
también llamado El Artesano de las Mil Artes” “¿Cómo
Hefestos?”
- Pregunté. Me miró como si le hubiera abofeteado. “Son Bárbaros,
por tanto sus dioses también son Bárbaros, no Civilizados como los
griegos” - aseguró. Yo no quise discutir, naturalmente, no quise
hacerle ver que sus dioses eran tan civilizados que se envenenaban
unos a otros, se acostaban entre hermanos y se comían a sus hijos.
Solamente me quedé con lo que me había dicho del dios Lugh. Habría
que ir o a Iberia o a la Galia. Mi madre era Turdetana,
o eso me dijeron, así que mejor ir a Iberia. Pero antes de marcharme
lo que quería era visitar el Templo
de Zeus
Olímpico que era uno de los más grandes de todo el mundo
griego y venían a verlo de todas partes del Mesogeios
Thalassa. Era tan grande que parecía que no fuesen a acabarlo
nunca. Antes de abandonar el Templo de Castor y Polux el sacerdote me
indicó, supongo que deseoso de borrar la mala impresión que pudiera
haber causado en su visitante extranjera, que el puerto de Akragas
estaba algo alejado de la Ciudad, pero que al Sur había un barrio
marinero donde generalmente se reunían los capitanes, sus navegantes
y los oficiales en general, y donde podría hacer los negocios
previos tales como contratar un barco, una tripulación y concertar
un destino. Me acerqué al barrio marinero y enseguida vi un mesón
que destacaba porque estaba profusamente iluminado, irradiaba calor y
se escuchaba rumor de risas que oscilaba de tono subiendo y bajando
como la marea, muy propio. Cuando estuve prácticamente delante y
pude leer el letrero de encima de la puerta, no pude reprimir una
sonrisa: “La almeja alegre”. Al entrar pude ver una serie de
hombres sonrientes y de rostro rubicundo que orbitaban alrededor de
otro algo más grueso sentado en una mesa baja que tenía sentada en
sus rodillas a una mujer, y qué mujer. ¿Las almejas tienen perlas?
las ostras sí, eso lo sé, pero las almejas no tengo ni zorra. Ahora
bien, si la respuesta es que sí, esta almeja ya tenía su perla. Sea
como sea, ya sabía a quien dirigirme para mi viaje. Al que tenía
encima una perla.
Buscando a Lugh desesperadamente3 --->