Buscando a Lugh desesperadamente 5

 

Yo andaba cabizbaja y sin saber qué hacer, cuando se me acerca un romano togado y tímidamente me dirige la palabra. “Salve, mi nombre es Tito Sempronio Nigrino y soy de Roma, mi padre era Tito Sempronio Nigro, General de Roma, destacado en Sicilia, y soy el Administrador de las Termas de la Villa de Ercávica, tal vez te interesaría visitarla”. Me llevó a una construcción con escasa luz para ser un edificio con ese tipo de servicios. La cuestión es que sin comprometerse dado que me encontraba ante un funcionario público, me dio a entender que a pesar de que las termas de Ercávica funcionaban como tales, también ofrecían otro tipo de servicios aunque sin especificar de qué tipo. La oscuridad del local me indicaba que esos servicios necesitarían ocultarse a ojos indiscretos. Tal vez serían orgías sexuales, pero en una sociedad como la romana con tantos prejuicios al respecto, solo los muy potentados o poderosos podrían permitirse algo así: para ofrecer orgías a menudo era necesario poseer pasta y tener una posición de autoridad. Por otro lado, Roma era famosa por su liberalidad religiosa, en la capital se daban cita numerosas religiones y sectas y todas podían ejercer libremente su culto. Lo que sí es cierto es que en los territorios conquistados se iba sustituyendo paulatinamente a los dioses locales. Imaginemos que un grupo de ciudadanos estuviera en contra de la política religiosa de Ercávica y quisiese “conservar” el culto a algunos dioses antiguos celtas, esto evidentemente tendría que llevarse en secreto y ocultamente. Y finalmente observar la mirada un tanto bobalicona, eso es verdad, pero el mentón firme, pronunciado y lleno de decisión de Tito Sempronio me indicó que posiblemente había encontrado a Lugh después de todo.