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sábado, abril 16, 2022

Buscando a Lugh desesperadamente 2

 

A la mañana siguiente me puse de camino hacia Akragas siguiendo la playa con la única compañía de unos frutos secos que me habían dado en Gela “para que comas algo que estás muy flaca y así no encontrarás marido”, palabras textuales de la mujer del pueblo que me los había ofrecido, lo juro por Cipris. Al llegar a la ciudad, lo primero que hice fue meterme de cabeza en el Mercado que no había que buscarlo puesto que el bullicio de la multitud lo hacía perfectamente detectable. Una vez allí, compré unas gallinas para ofertar a la divinidad en mi consulta del enigma que se me había planteado en Gela. Me encaminé al Templo de Castor y Polux para que los sacerdotes intentasen descifrar las palabras del viejo adivino. Comparado con los demás, ese era un templo pequeño, pero tenía cierta fama y por eso lo escogí. Lo bueno es que no tuve que esperar apenas, ya que había poca gente haciendo ofrendas. Cuando me tocó el turno y dije lo que quería, me preguntaron si por casualidad el adivino que me había formulado la predicción se llamaba Tanatos. Evidentemente, dije que no lo sabía pero se lo describí con precisión, y casi antes de que hubiera terminado esa descripción el sacerdote se dio una fuerte palmada mano contra mano y me dijo que sí, que efectivamente ese era el pordiosero, desgraciado, miserable, y no se cuantas lindezas más dijo de Tanatos. Dijo además que ese adivino era tan malnacido que hasta su madre había renegado de él y le había puesto el mismo nombre del dios de la muerte. Se notaba que había mucha animosidad y no había que ser un lince para adivinar el motivo. Ya que Tanatos era un adivino ambulante y hace la competencia a los que hay en los templos. Desde luego, en los templos habrá mucha más información que se podrá obtener en las bibliotecas de los mismos. Pero en cambio Tanatos posee movilidad y eso los sacerdotes lo verán como una competencia desleal. De todas maneras, me dijo que repitiera sus palabras una a una. Y así lo hice, que Tanatos me dijo que cogiera un barco con el destino a Akragas ya que debía viajar a donde estaba “el artesano de las mil artes”. Después de eso, no me miró extrañado, ni me pidió que repitiera la frase, ni nada de nada, solo entró en una cámara supongo que para consultar con alguien o algo, porque no despegó los labios. Tardó más de tres horas en el interior. Como allí había un banco y yo estaba cansada de la caminata y todo lo que había deambulado me dije, a roncar. Y me puse a dormir debajo de un mosaico de Zeus y Leda en una especie de jardín. De repente en mi sueño noté como un pequeño temblor de tierra y como éste fue subiendo de intensidad. Para mi sorpresa, cuando abrí los ojos comprobé que el temblor no era tal, si no el sacerdote sacudiendo mi hombro para despertarme. Su cara era bondadosa, se ve que ya se había olvidado de su enfado con Tanatos, eso o se había comido una de mis gallinas. Cuando ya me despabilé me dijo “He consultado largamente con la divinidad y parece que existen unos Bárbaros en el Norte, sobre todo en Iberia - en el interior - y en la Galia llamados Celtas, que adoran a un dios llamado Lugh, también llamado El Artesano de las Mil Artes” “¿Cómo Hefestos?” - Pregunté. Me miró como si le hubiera abofeteado. “Son Bárbaros, por tanto sus dioses también son Bárbaros, no Civilizados como los griegos” - aseguró. Yo no quise discutir, naturalmente, no quise hacerle ver que sus dioses eran tan civilizados que se envenenaban unos a otros, se acostaban entre hermanos y se comían a sus hijos. Solamente me quedé con lo que me había dicho del dios Lugh. Habría que ir o a Iberia o a la Galia. Mi madre era Turdetana, o eso me dijeron, así que mejor ir a Iberia. Pero antes de marcharme lo que quería era visitar el Templo de Zeus Olímpico que era uno de los más grandes de todo el mundo griego y venían a verlo de todas partes del Mesogeios Thalassa. Era tan grande que parecía que no fuesen a acabarlo nunca. Antes de abandonar el Templo de Castor y Polux el sacerdote me indicó, supongo que deseoso de borrar la mala impresión que pudiera haber causado en su visitante extranjera, que el puerto de Akragas estaba algo alejado de la Ciudad, pero que al Sur había un barrio marinero donde generalmente se reunían los capitanes, sus navegantes y los oficiales en general, y donde podría hacer los negocios previos tales como contratar un barco, una tripulación y concertar un destino. Me acerqué al barrio marinero y enseguida vi un mesón que destacaba porque estaba profusamente iluminado, irradiaba calor y se escuchaba rumor de risas que oscilaba de tono subiendo y bajando como la marea, muy propio. Cuando estuve prácticamente delante y pude leer el letrero de encima de la puerta, no pude reprimir una sonrisa: “La almeja alegre”. Al entrar pude ver una serie de hombres sonrientes y de rostro rubicundo que orbitaban alrededor de otro algo más grueso sentado en una mesa baja que tenía sentada en sus rodillas a una mujer, y qué mujer. ¿Las almejas tienen perlas? las ostras sí, eso lo sé, pero las almejas no tengo ni zorra. Ahora bien, si la respuesta es que sí, esta almeja ya tenía su perla. Sea como sea, ya sabía a quien dirigirme para mi viaje. Al que tenía encima una perla.

 

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