Inil el Ilercavón 2
No
sabría decir cuanto caminó, pero lo que sí estaba claro es que
estaba molido. De golpe, el pasaje se hizo sensiblemente más bajo y
algo más ancho. A un costado había una losa horizontal con una
pequeña estera. Inil supuso lógicamente que sería un camastro para
descansar. Se acostó todo lo largo que era, pero antes de cerrar los
ojos, se fijó en un objeto que alguien había dejado abandonado en
ese lugar. Era una jarra. Inil no había visto en su vida una jarra
tan bonita como aquella. Estaba seguro de que era griega - el diseño
era conocido en todo el Mar Interior -. Representaba al semidios
Herakles
luchando contra el rey Gerión
de Tartessos.
Entonces
tuvo un extraño sueño. Estaba caminando por la espesura del bosque
cercano al Udiva. Iba armado de una lanza y un pequeño puñal atado
a la cintura. Nunca se le habían dado bien las flechas, por eso no
llevaba arco. Tenía algo de envidia de algunos muchachos de la aldea
que hacían exhibiciones con arco para lucirse ante las chicas. En
eso le pareció ver como la sombra de un hombre entre la hojarasca y
paró en seco. No se había equivocado, de entre la espesura surgió
un hombre imponente, con una musculatura muy marcada, una barbilla
prominente y una mirada penetrante que
dijo llamarse Herakles. Se
acercó a la distancia de dos palmos de Inil y le dijo “De aquí a
30
lunas todos los Lobos
y los Toros
de los pueblos que el mío llama Iberia
te seguirán a ti”. Después de eso, dio media vuelta, y se fue por
donde había llegado. Al
despertar, Inil se quedó como atontado porque
no comprendía el sueño,
aunque lo sorprendente es que lo recordaba palabra por palabra, cosa
que no le había sucedido nunca antes con ningún sueño.
Cuando
finalmente llegó a Arse, lo primero que hizo antes de ir a puerto
para buscar el barco licio, fue preguntar la dirección de un
hechicero experto en interpretación
de
sueños. Le dijeron que había uno cerca del puerto que se llamaba
Tonec, lo que le venía de maravilla. Bueno,
llegó
a la puerta que le habían indicado, y no tuvo ni que llamar porque
allí
estaba Tonec con sus calderos, sus hierbas curativas y sus pociones.
Tras escuchar el sueño, se quedó un momento pensativo y luego le
dijo: en
tu sueño el semidios Herakles, hijo de Zeus
y Alcmena
te
vaticinó que en
30
lunas
todos
los Ilercavones, Edetanos, Contesanos,
Oretanos,
Ilergetas,
Sedetanos,
Suessetanos,
y
los pueblos de alrededor, y otros más alejados como por ejemplo
Bastetanos
y hasta los Turdetanos
se pondrán a tu servicio.
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