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Vídeos varios (04/12/25)

Dioses varios (17/10/25)

lunes, marzo 18, 2019

Soneja


A unos cinco Km en línea recta de donde teníamos el chalet había un pueblo llamado Soneja (la burra vieja), por cierto que a un escupiñajo verde de Soneja lanzao así de canto como muy “psicodelicadamente” está otro pueblo llamado Sot de Ferrer con un Calvario muy pintoresco que va subiendo en zigzag a una colina hasta alanzar su cima. Pero volvemos a Soneja (la burra vieja), en el pueblo vivía una amiga de la familia que me cuidaba de pequeño y con quien he compartido un bocadillo de tortilla comiéndolo sentado en sus rodillas, empezando ella por un lado y yo por el otro. Desde luego yo era un enanito entonces, y siempre que me ve me hace algún flan o algo por el estilo. Actualmente, aunque conserva su casita de Soneja (la burra vieja), se ha trasladado a vivir cerca de la playa por problemas de salud, ya que ese ambiente es mucho mejor para sus pulmones. Ahora recuerdo que en una de mis caminatas, que por cierto duraban lo suyo; yo solía salir todo estirao y más gallito que ninguno, ¡menudo era yo! y volvía dando tumbos a derecha e izquierda del camino y no sabiendo muy bien por donde iba de lo derrengado que venía. Bien, ya he dicho que Soneja (la burra vieja) está a unos cinco km en línea recta de donde estábamos, pero en línea recta, que los caminos no suelen ser muy rectilíneos. Fácilmente te puedes hacer diez km en camino donde hay cinco sobre el mapa usando regla y compás.

Ese día en concreto hacía un sol de mil demonios. Me había comprado unas gorras estilo cazador, pero va y me las olvidé encima del piano luego de dar mi clase semanal con la Señorita Rottenmeier, después de todo tengo una vecina que se llama Clara. Vamos, que iba con la cocorota al aire, afortunadamente tengo una buena pelambrera, pero naturalmente al final de la jornada estaba pidiendo a gritos algo de aire porque ya parecía un calefactor. En eso, llegué a las estribaciones de una montañita baja con el nombre de Corgojosa. Allí el antiguo dueño de la Masía del Coronel intentó asfaltar la totalidad de un camino que va desde la actual Autovía A23, anteriormente la Carretera Nacional Teruel-Sagunto en la zona de Soneja (la burra vieja)(gasolinera el Juncal o Juncar no recuerdo bien). Bueno, iba asfaltando el muchachito tan feliz cuando van los malotes de la Conselleria y no se les ocurre nada más que decirle eso de “¡quieto parao, espacio protegido!” y al pobrecito no le queda otra que recoger trastos y dejar el camino a medio asfaltar. Precisamente allí en la Corgojosa me encontré unas losas planas y lisas, probablemente de pizarra, que igual estaba previsto construir algo con ellas … antes de la Conselleria claro. La cuestión es que después del día del caloret que habíamos pasado se habían recalentado un montón. Me recosté un momentito apenas en una de ellas, pero con el tostón que ya llevaba, pues me dormí. Cuando por fin abrí los ojos, je, estaba más oscuro por momentos. Pensé un poco, a veces lo hacía lo digo de verdad. La cuestión es que estaba más cerca de Soneja (la burra vieja) que del chalet, así que hacia allá que me fui.

Luego me contaron mis padres que cuando me dormí en la Corgojosa, fueron de aquí para allá, movilizaron a todo el mundo mundial, llamaron a la Policía … aunque desde luego era para preocuparse dado que yo soy Epiléptico.

Cuando tenía apenas 11 añitos ya había tenido lugar un precedente por el estilo. En aquella época vivía yo en casa de mi abuela en el Grao, y no recuerdo ahora porqué pero me encabrité, tuve una pataleta con mi madre de campeonato, me caldeé y le arreé una bofetada a la pobre de Hi Definition. Lo siguiente que puedo recordar es que mi padre me hizo viajar hasta la puerta sin escalas, de donde me levanté zumbándome los oídos y medio turulato. Después de eso, salí a la calle casi a la carrera por la imperdonable injusticia en que se me colocaba. Para salir de la Ciudad fui por la Calle de la Reina, luego la Av. Mediterráneo hasta el Mercado del Cabanyal y finalmente tiré directo por Blasco Ibáñez hasta llegar a la Carretera de Barcelona. Una vez en esa Autovía, continué paralelamente a ella donde había unas huertas, de manera que durante un tiempo fui saltando de huerta en huerta. Más adelante, lo típico, me encontré con las vías de cercanías entre los distintos pueblos cercanos a la Ciudad y las seguí hacia el Norte por pueblos como Massalfasar, El Puig … Entonces recordé que siempre me habían llamado la atención unos camiones en los que ponía SCANIA y que precisamente por allí tenían las naves donde hacían carga y descarga. Simplemente me acerqué allá a dotorear. Desde luego durante la noche estaba todo mucho más cambiado de cuando pasábamos con el coche a plena luz del día. El motivo por el cual me había llamado la atención estos camiones era que de nano había leído un tebeo patrocinado por la Generalitat donde aparecía un pueblo procedente de la antigua Liria prerromana llamado Sicania y que no hay que confundir con los Siculos de Sicilia. Bien, mi intención era ………………… no sabía muy bien cual era mi intención, la cuestión es que mi aventura nocturna acabó ahí unilateralmente y sin que tuviese nada que ver la poli ni mis padres ni nadie ni nada espectacular, ya que simplemente di media vuelta.

jueves, marzo 07, 2019

¿Quien mató a Palomino Molero? de V. Llosa




Todo da comienzo en las inmediaciones de una Base Estadounidense donde se encuentra cruelmente asesinado y con fuertes marcas de tortura un joven soldado de la aviación, Palonimo Molero. Bueno, en realidad empieza con la exclamación ¡Jijunagrandísimas! del guardia Lituma al encontrar el cuerpo. Porque son dos policías del pueblo de Talara cercano a la Base Militar, el guardia Lituma y su superior el Teniente Silva los que investigan el crimen. Los pobres Silva y Lituma se enredan en una investigación que parece no querer avanzar: el pueblo comienza una verdadera Ley del Silencio en este Perú de los años 50 de no sabe no contesta y la Base Americana se cierra en banda y niega toda ayuda creyéndose por encima de todo el orden establecido.

Al final consiguen descubrir que el flaquito como le llamaban ya que Vargas Llosa nos llena la novela de localismos tenía ciertos amoríos que quizá influyeran en su muerte, pero los amoríos que más me gustan a mí es la infructuosa persecución por el Teniente Silva de los favores sexuales de una Doña Adriana, una fondista casada con el Matías, un pescador que es tonto o se lo hace, ya que como siempre Vargas Llosa entremezcla varias historias dentro de la novela, obligándonos de esa manera a mantener en nuestra mente el desarrollo de una y de otra simultáneamente. Personalmente, el libro que prefiero de Vargas Llosa es Conversación en la Catedral que leí cuando nano y me impactó, con Zabalita, Ambrosio, Popeye, Bermúdez, Aida, pero sobre todo Bermúdez que actualmente semejaría a Montoro. Solo que este de Silva y Lituma, joder que buena que es esta parejita. Lituma es el emocional y el Teniente Silva quien se piensa más las cosas.

martes, marzo 05, 2019

Abuela2


Siempre me he sentido muy a gusto en compañía de la familia de mi madre, en especial de mi abuela Ramona y su pan con aceite y sal que se hacía para merendar, al que añadía un poco de pimentón rojo, sobrasada de pobre me dice mi tía que era y que era bastante habitual entre la gente de aquella época. Mi abuela tenía un tono de piel negro, pero negro llevando su negrura hasta el extremo, hasta un Vicente Rodríguez cuando se recorría la banda izquierda del Valencia FC. La cuestión es que yo soy más bien de un tono lechoso y como tengo una foto del Domingo de Ramos de 1971 con apenas 3 años en la que me paseaba con mi abuela de la mano por la Calle de la Reina en el Cabanyal en plena Procesión hacíamos un contraste que ni te cuento. No tengo fotos de mi abuela de joven, pero sí que encontré una de mi abuelo de cuando tenía 18 años y aparecía en una Cartilla Naval, Cartilla a la que se le adjuntaba una carta de exclusión para el servicio. Un poco más y no lo reconozco y me lo paso por alto al repasar papeles antiguos, pero claro después vi el nombre y eché el freno. Era un joven bien parecido, supongo que mi abuela se coló por él casi enseguida. Por otro lado, también encontré una fotografía de mi otro abuelo, quien debía tener unos 20 y también era bien parecido pero así como mi abuelo Juan el marido de mi abuela Ramona llegó a subirme en brazos y aún recuerdo su fuerte olor a tabaco a mi otro abuelo (el padre de mi padre) no llegué a conocerlo en persona, porque lamentablemente falleció en 1963 y yo nací en 1968 un día más tarde que el anterior príncipe Felipe para que el republicano de mi padre rechinara los dientes, claro que lo suyo era peor que había nacido el mismo día que Franco. Aún así y volviendo a centrarme en mí, si es por apariencia mis genes estaban bien serviditos, claro que igual eso no era suficiente. Pero pensándolo bien y considerando a la sociedad actual y su gusto por la estética, tal vez sí que sea suficiente. Mi abuela de pequeño me llamaba “perla fina”. Desde luego, todas las abuelas o abuelos llaman a sus niet@s algo parecido (mi madre solía decir que mi padre hacía por sus nietos lo que nunca hizo por sus propios hijos, lo que debe de ser una especie de Constante Universal), pero el que tu abuela te diga algo bonito y que tu con tus 3 añitos evidentemente te lo creas y dudes menos de ello que de la tabla de multiplicar pone por las nubes tu autoestima. Con mi madre he llegado a trabajar de forma que no hacía casi falta que me dijese qué necesitaba, de manera muy coordinada y sin pedírmelo se lo proporcionaba. Pero si estábamos demasiado tiempo trabajando juntos, al ser nuestros caracteres muy muy similares (exceptuando su gran inteligencia como es natural), frecuentemente acabábamos por chocar en alguna nimiedad, generalmente si yo le ayudaba al ordenador. Ahora bien, si lo que hacía era simplemente ir a lugares como el Registro Civil a por Certificados de Nacimiento o Defunciones, a Últimas Voluntades en la Calle Hernán Cortes, al Catastro que primero estaba en Mestalla y luego lo trasladaron a Lauria, al Archivo de Protocolos por Serrería cerca de la Estación del Cabanyal, pero todo estando alejado de mi madre, entonces todo iba bien. Mi abuela paterna Rosario solía decirle a mi madre “con lo inteligente que tu eres Amparín y no te das cuenta que te pareces mucho a Joaquín y por eso chocas con él constantementePor ese motivo, aunque mi madre fue la que principalmente me ayudó en mi enfermedad cuando aquí en Valencia, médicos incluidos, todos estaban en Babia respecto a ella. Por ejemplo, unos médicos decían que mi enfermedad era Depresión (no Postparto a tanto no llegaron). Otros decían que podía ser Esquizofrenia. Otros que la edad y que ya pasaría. Hubo un genio que dijo que no estaba seguro, pero que quizá podría ser Epilepsia, el problema es que era Psiquiatra y solo se le ocurrió recetarme una droga calmante bastante fuertecilla la niña, de modo que iba por el pasillo de casa haciendo eses como si estuviese beodo y palpando las paredes para no caerme. Bueno, no sé dónde ni a quien se lo oyó mi madre, pero un día mencionó el Hospital Universitario de Navarra en Pamplona y esa fue la salvación. Por eso ya lo digo, aunque fue mi madre la que me ayudó más en mi enfermedad, en lo social fue mi padre el que lo hizo, con paciencia y sabiendo cómo tratarme. Cuando se me ocurrió hacer un blog sobre la infancia y juventud de mi padre tras su fallecimiento, rebusqué entre sus cosas y entrevisté a algunos amigos y familiares, y entonces me enteré que tanto mi padre como mi madre habían estudiado psicología. Mi madre la aplicó mucho más a su carrera, ya que era bastante más vocacional que mi padre, y mi padre más a su afición literaria. Pero eso sí, recuerdo que en casa había todo un estante lleno hasta rebosar de libros de psicología infantil. El niño y su yo, El fracaso escolar en la actualidad, De la escuela al paro … cosas así. De manera que en ese sentido tanto mi hermano como yo estuvimos bien atendidos. 

Clínica Universitaria de Nararra
Clínica Universitaria de Navarra


 

viernes, marzo 01, 2019

Abuela


Hace una eternidad, cuando estábamos entre semana a menudo iba a casa de mi abuela Ramona. La Señora Ramoneta y su marido el Señor Juan en 1933 fundaron un Despacho en su vivienda particular en la zona del Cabanyal tan de moda con la Prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez, donde él trabajaba de Secretario Judicial. Mi abuelo fue una persona muy respetada en su profesión, por su clientela y por la gente de la contornada que lo consideraba una persona de la que podían fiarse, mientras su esposa cogió la costumbre de ir al Mercado a hacer clientela cuando ni siquiera estaban montados los puestos de venta. Bien, yo de nano visitaba a mi abuela y hacía el cafre en el despacho de mi abuelo, con ella detrás “anda cariño deja al abuelito trabajar tranquilo”. Recuerdo que la casa de mis abuelos era la típica casita del Cabanyal de planta baja y piso, bastante antigua, con una escalera que se podría calificar de diabólica, con esos pasamanos tan intrincados según mi parecer plateados a mano, con varios escalones desiguales, viendo a mano izquierda como una banda de azulejos que cubría toda la pared a la altura de tu cintura según ibas descendiendo por “eixa escalereta del dimoni” que seguramente era digna de un museo. El suelo de toda la casa por supuesto estaba en consonancia con los escalones dada la humedad e la zona y la antigüedad de la casa en sí. Y para rematarlo justo al fondo junto a una cocina bastante crecidita había otra estrecha escalera que conducía hasta una especie de trastero y de ahí hasta la cumbre mama hasta la cumbre (hasta el tejado para entendernos). Vamos que para un niño era una delicia hacer el cabra por esa casa, porque yo ya de mayor he sido bastante tranquilo, pero un niño es un niño. En la parte posterior había otra vivienda, pero creo recordar que era de otra persona, solamente había trastos amontonados en ese lugar y un adulto no cruzaría evidentemente de una vivienda a otra, pero estamos hablamos de un enano y yo crucelo. Aproximadamente en el centro de la casa estaban los dormitorios sin ventanas de ningún tipo quiero decir. Personalmente me he quedado a dormir en esas camas y puedo decir que para un niño es algo fenomenal. Duermes sobre algo mullido y blanco y a la vez algo duro como una peladilla, es algo acogedor desde luego siempre me sentí divinamente en esa casa y en esa compañía. Junto a la casita de mis abuelos había otra muy cuca ocupada por un matrimonio mayor. Tenían un jardín con una pequeña fuente donde solían guardar un cochecito de esos que aparcan en cualquier lado. Mis abuelos y ese matrimonio eran muy amigos y yo me bajaba a menudo para jugar con una tortuguita que tenían en su jardín.

Un día que fui a casa de mi abuela y mi abuelo no estaba no recuerdo ahora el motivo, nos sentamos a la mesa dispuestos a probar la deliciosa comida que nos haría Ramoneta. Mi abuela tenía una nevera vieja blanca y de puerta redondeada. Y de allí sacó una botella de gaseosa de esas de antes que tenía el cristal tan grueso y llena de gotitas de humedad. La botella la puso en el centro y comenzamos a jalar. Estábamos la mar de contentos, nos había hecho un arrocito de pescado que le quedaba de lujo y todo eran chistes. De golpe y porrazo noto algo húmedo en mi cara y le digo a mi abuela “Abuela, tengo algo mojado”. Mi abuela y los demás me miran y ven que tengo la cara llena de sangre. De momento se quedaron todos sin saber qué hacer, incluido yo naturalmente. Luego vimos claro que la botella de gaseosa había estallado de repente, un trozo de vidrio salió despedido y un centímetro más y me deja tuerto. Mi abuela pensó rápido, debió recordar el cochecito de los vecinos, les llamó y les contó lo ocurrido. Bueno, enseguida me llevaron a la Casa de Socorro que estaba en la actual Comisaría de Policía Local de la Plaza de la Armada E spañola y allí definitivamente ya vieron que no era nada del otro mundo aparte de lo peligrosa que había sido la herida. Me lavaron bien la sangre de toda la cara y me pusieron una venda bastante aparatosa que yo más bien parecía un clon de Dar Vader. Después de un tiempo me quedó una cicacitricita de medio dedo junto al ojo izquierdo. Bueno, ya tenía algo de lo que fardar en el Cole.


En procesión con mi abuela Ramona en Domingo de Ramos de 1971 en el Cabanyal. Valencia
Domingo de Ramos de 1971  con mi abuela


miércoles, febrero 27, 2019

Se anuncia un asesinato




Siempre me ha gustado más Miss Marple que Hercules Poirot pero si tuviera que argumentar esa preferencia las pasaría canutas. Solo puedo recurrir a la declaración aquella de Mourinho de que le gustaba más Diego López que Casillas y que era así de simple, porque si intentase explicarlo más profundamente me vería en un serio aprieto.

Bueno, una mañana en el pueblecito de Chipping Cleghorn apareció en las noticias locales - en la Gazette un diario local - : “se anuncia un asesinato que se cometerá el viernes veintinueve de octubre en Little Paddocks, a las 6 y media de la tarde. Amigos, acepten este único aviso”. Evidentemente este anuncio crea una expectación tremenda en todo el vecindario, la mayoría jubilados y gente retirada de diversas carreras. Pasará de verdad? Será una broma? Será un juego? Y claro todos acuden en avalancha a curiosear a casa de Letitia Blacklock que vive en ese lugar. Pero ocurre que en el día y hora anunciados no se dedican solamente a jugar, ni a reír entre vecinos, sino que intentan de verdad asesinar a la anfitriona y se telefonea a la policía.

Perra Estrella




Bueno, está claro que he de hablar de Estrella. Esto ocurriría cuando yo tenía entre 9 y 10 añitos. En una punta de la Urbanización, donde ésta formaba esa especie de pezón que tiene la Florida en los Estados Unidos de Norte América, estaba el pequeño chalet en el que vivía mi amigo que estudió Informática y que por poco acaba con mi primer ordenador al intentar enseñarme. Mi amigo era Epiléptico y sus padres compraron esa parcela porque se lo recomendaron para mejorar la salud de su hijo. Más allá de la parcela en la que estaba el chalet de mi amigo había una gran propiedad cuyos dueños no aparecían hacía tropecientos años. Nosotros solíamos entrar escalando un portalón oxidado con casi más herrumbre que pintura. Los hierros del portón giraban y se retorcían unos con otros en un baile que subía cada vez más y había que pasar con rapidez la pierna de un lado de la puerta al otro no fuera que los hierros te llegasen a pinchar. Allí tenían un guarda (no recuerdo ahora mismo su nombre) quien siempre iba acompañado de una preciosa perra de raza setter irlandesa. Era una perra de un pelo todo rojo, unos ojos brillantes de un color que no puedo ahora mismo determinar y orejas caídas con pelillos adorablemente rizados en los bordes. Solamente recuerdo flashbacks de aquella perra porque por aquel entonces era muy pequeño. Solo sé que era muy vivaracha, juguetona y bastante buena cazadora. Aunque lo cierto es que yo he llegado a pasar la noche en esa parcela. Ya he dicho que la propiedad era muy extensa, y al fondo había una pequeña casita de madera para guardar herramientas. Nuestro amigo el guarda contactó telefónicamente con los dueños y consiguió un permiso para que pasasemos una noche en esa casita. Así que cogimos unas mantas y allá que nos fuimos. Un apunte, en esa propiedad no había más edificaciones en aquel entonces, tan solo los cimientos de una gran construcción cuadrangular. Un día llegó corriendo Javi, quien le puso el mote a “la Volvo”, y me dijo que le siguiera que tenía que ver “algo”. Bueno, le seguí y me condujo a mi y a unos cuantos chicos más a un campo de alcornoques y en uno de ellos que estaba hueco vimos tendida a Estrella toda rodeada de cachorrillos, con sus ojitos somnolientos y unos con un pelaje más claro y otro más oscuro. Lamento no haber hecho en su día ninguna foto de los cachorritos de Estrella, pero serían más o menos así, situándolos en el campo de alcornoques claro:

Cachorros de Setter
Cachorros de Setter

Desde luego hubo una cierta presión por parte de mi hermano y mía y también de papi que siempre había sido muy de perros, y mami querida puso algunos puntos sobre ies “no quiero ser yo la única que recoge mierdas, que seáis vosotros los que saquéis al perro ...” Y unos días después llegó Hutch, nuestro primer perro oficial. Porque antes hubo otro, este oficioso. ¡Ah! lo de Hutch es por la serie policíaca de TV de los 70 Starsky y Hutch.

Lo del otro perro fue casi accidental, me explico: dio la casualidad que la época de que hablo había obras en la parcela que había frente a la nuestra. Es bien sabido que los operarios de las obras suelen llevar consigo algún perro para acompañarlos, los cuidan divinamente mientras trabajan, pero cuando acaban el trabajito no pueden llevárselo con ellos y lamentablemente han de dejarlo abandonado. Bien, durante la estancia de los obreros ya mi madre había tenido ciertas atenciones con el perro, que se llamaba Canelo, puesto que estaba justo enfrente. Cuando los obreros se marcharon lo cierto es que ni nos enteramos, pero estábamos en el piso de arriba mi madre, mi padre y yo cuando de golpe oímos ladrar si parar como un descosido a Canelo desde la parte de abajo de nuestro chalet. Mi hermano se nos había escapado y había bajado corriendo al garaje, pero eso no era lo peor, lo peor es que había rodeado no sé cómo una barandilla baja que hay como tope para una balsa de riego y estaba a puntito de caer en ella. Canelo se había colado gracias a que la puerta de la parcela estaba medio entornada y ¡menos mal! había salvado a mi hermano y sus pies cabos que le libraron de la Mili. Por supuesto desde entonces para mi madre Canelo fue San Canelo.


Antes hablé de la perra Estrella y de Hutch, el hijo de perra que nos dejó, pero ahí me quedé. Luego hice una breve introducción a la historia de Canelo, el cánido accidental que tuvimos la primera ocasión.
Hutch desde luego era un hijo de perra, pero es que lo era en todos los sentidos. Lo que era sentido, tenía un sentido tanto del olfato como del oído que cuando el coche de mi padre aún estaba a uno o dos Km de la Urbanización, de golpe y porrazo lo veías salir disparado de manera frenética siguiendo la valla de la parcela de modo que formó una especie de camino de ronda paralelo al muro de tanto corretear por allí. Al principio te preguntabas qué podría ocurrirle a ese animal porque por supuesto no te lo imaginabas así de pronto. Esas condiciones hizo que se interesasen por él algunos cazadores y aficionados a la caza de la contornada y llagaran a ofrecer a mi padre bastante pasta por Hutch, solo que supongo que dijo que nones y también es una suposición pero creo que nos metió a mi hermano y a mi como excusa. El muy maricón de Hutch (bueno, lo que es de maricón no tenía nada), el muy mamonazo al acabar la jornada pegaba un salto de canguro, conseguía llegar arriba de la valla, se columpiaba encima de ella con la barriga hasta que finalmente se tiraba haciendo muelle en el suelo con sus dos patas delanteras y así llegaba hasta la calle para irse de marcha por la ruta del bacalao. Lo malo era la vuelta. No sé porqué narices pero en sentido contrario no podía saltar la valla el botarate ese. Así que generalmente llegaba caminando lentamente casi como si no quisiese llegar, con las orejas gachas y emitiendo ocasionales gemidos. Mi padre le abría la puerta, no sin antes haberle dicho “serás tarambana, ¿de donde vienes? y aquel agachando sus ojitos castaños y haciendo ¡aing, aing!” Una mañana Hutch vino cojeando, su pata derecha con una herida profunda por la que se le podía casi ver el hueso. Supusimos que había caído en un cepo de jabalí, que por las contornadas había a mansalva, pero que afortunadamente había podido escapar a tiempo. A mi me ocurrió algo similar pero infinitamente más leve y solo en el dedo al pillármelo con la puerta trasera del coche frente al Hipermercado Alcampo. Pero con Hutch desde luego la cosa fue más seria. Mi padre hubo de ir a comprar una especie de tintura morada que debía escocer que ni te cuento porque el perro se enroscaba una y otra vez, y todo era llorar al aplicarle el mejunje. Desde luego se curó bastante rápido con esa cosa morada pero debió pasarlo muy mal. Y por supuesto, una vez repuesto otra vez vuelta a lo mismo de antes. Hasta que una vez Hutch saltó como de costumbre pero ya no volvió. Igual el cepo lo atrapó de nuevo, pero esta vez no lo soltó. Igual un cazador le pegó un tiro. Igual lo atropellaron …
El último perro que tuvimos se llamó Mangu. Ignoro el significado de ese nombre, cosas de críos. Bueno es una simple suposición claro, pero por aquel entonces había una serie policíaca que me encantaba no por el protagonista sino por el podríamos llamarle asesor, el protagonista se llamaba MAGNUM. Mi idea es que un niño varió de orden las letras G y N y omitió la M final. Sea como sea, se llamaba Mangu y era un cachorrillo que le dieron a mi padre en la Guardia Civil o la Policía que eso no lo recuerdo. Era mezcla de raza entre Perro Lobo y Pastor Alemán. Lomo y cola negras, con las patas y barriga blancas, algo más bajo que Hutch aunque desde luego mucho más fiable, no en vano era de la Poli y además para rematarlo no sabía saltar la valla. El segundo perro no es como el primero desde luego, porque Canelo no cuenta ya que éramos demasiado pequeños entonces. Solo sé que a Mangu lo he paseado más que a Hutch pero casi siempre rutinariamente y tomándolo como una tarea. Así como Hutch iba siempre tras los conejos, Mangu no dejaba en paz a las ardillas. Y donde se ponían de acuerdo los dos era en los perros pequeños, perro pequeño que pasaba por la calle, allí iba Mangu detrás ladrando como un descosido. Un día mi padre nos dijo que se había escapado. No lo supe hasta más tarde, pero lo habían atropellado cerca de la Urbanización. Ya no tuvimos más perros, nosotros ya éramos mayores y mi padre no quería ninguno más para alivio de mi madre naturalmente.

martes, febrero 26, 2019

Guardas de la Urbanización


Se me ha ocurrido la anécdota de cuando se creó el puesto de guarda de la Urbanización y los sucesivos “ocupantes” de ese puesto en concreto. Ara mare! me diréis. Es que me parece que había puesto la directa y ni el conejito de Duracel tonto ella y tonto él. Pero, de todas formas no recuerdo casi nada de los primeros guardas y prácticamente estoy seguro que había uno del que no sé nada de nada. Pero así funciona eso de la memoria, de golpe y porrazo ¡pataplof! recuerdas algo que tenías enterrado en la cocorota.

El primer guarda que recuerdo que se contrató fue un tío rechoncho verdadero retaco una cosa entre Danny DeVito y Chiquito de la Calzada de nombre Murgui y que se paseaba por allí con una camioneta. Creo que no duró demasiado, no sé el motivo concreto solo sé que desapareció de escena. Entonces se buscó desesperadamente y se le acabó firmando un contrato al Moreno. Era una persona de fisonomía angulosa, no demasiado alta (aunque para un chaval de mi edad era un gigante) y que solía usar boina. El Moreno siempre iba de un lugar a otro montado en su pequeña moto de la que se oía el petardeo a Kilómetros. Esta contratación ocurrió en tiempos de los primeros tejemanejes del eterno Presi que siempre iba vestido por la Urbanización todo de blanco de la cabeza a los pies. Supongo que ese vestido atraería un montonazo de suciedad y tendría que cambiarse cada dos por tres. He de decir que el Moreno era un antiguo cazador y tenía la costumbre de sacar una escopeta por la noche que guardaba en su casa. El Presi y sus acólitos se desvivieron por que dejase la escopeta en esa casa y desde luego accidentalmente y de forma fortuita no se metiera en un lío e indirectamente metiera también a la Urbanización. Al final consiguieron que el Moreno entrase en razón con lo de su escopeta y la dejara en casita. Por nuestro lado, nos enteramos de que el Moreno le tenía verdadera fobia a las sierpes. En el Polideportivo había una casita que hacía las veces de Chiringuito y el cual se solía abrir en Agosto, manteniéndose cerrado en temporada invernal. Mientras andábamos paseando toda la peña de chavales haciendo el chorra como de costumbre, a apenas 30 metros del Polideportivo nos encontramos tendida en medio del asfalto una serpiente que probablemente había atropellado algún coche y a la que solamente le faltaba la cabeza. Bueno, nuestra María Antonieta serpentiforme estaba en buen estado salvo por ser manca de coco, así que la cogimos y nos la llevamos hasta la puerta del Chiringuito. El cuerpo de la serpiente lo pusimos a la vista formando las ondas características de un reptil, y su supuesta ”cabeza” justo debajo de la persiana corredera de la puerta del Chiringuito para dar la impresión de que la bicha ya estaba en el interior. Después de eso, hicimos un mutis una temporadita por si las moscas, porque aunque desde luego todo el asunto Moreno fue “top secret” era muy previsible quién narices había sido. El Moreno duró bastante tiempo, pero ya era una persona mayor cuando ocurrió lo de la serpiente y aún así pasaron unos años más (3 o 4). Finalmente llegó Manolo. Manolo era una persona de un pueblo de Teruel. Era un hombre bajito y calvo como una bola de billar quien también tenía una pequeña pero robusta moto con la que se recorría las calles de la Urbanización. Manolo era el típico hombre para todo, muy trabajador y que sabía hacerse útil y cobrar por ello naturalmente, no en vano nadie da nada a cambio de nada. Pero cuando cobraba no lo hacía exigiendo una cantidad exacta, sino que casi le pedía a la persona a la que le realizaba el servicio que fuese lo que le quisiera dar, con lo que la mayoría de las veces la ponía en un compromiso. Desde luego en tiempos de crisis con esa política monetaria llevaría las de perder porque siempre le darían de menos, pero en tiempos en los que no hubiera tanta desaceleración sería lo contrario. Bien, cuando nosotros ya nos fuimos de manera definitiva de la Urbanización en 2014 Manolo aún estaba allí al pie del cañón.

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