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sábado, diciembre 11, 2021

La torre de insecticida

 

El otro día me quedé mirando un insecticida perfumado con limón todo estilizado y color lima que tengo en mi cuarto. No sé porqué, me vino a la memoria: o algunas películas que había visto en algún momento momentáneo, o bien libros que me había leído de los muchos que he destripado para Vuecencias. La Torre Oscura, La Torre de la Soledad, Las Dos Torres, La Torre del Miguelete y su escalera sin barandilla … En un costado del recipiente tubular matainsectos, hay una serie de Enemigos Públicos a los que este ungüento abate sin piedad: mosquitos (especifica que normales y tigres aunque estos sean siberianos), moscas sorianas (las más tontas que he visto en la mia vita. De hecho en una casa de Herreros, población de aquella provincia mataba las moscas atrapándolas con una sola mano), ácaros (ese pequeño y orondo arácnido que nunca se va por completo de tu casa y encima no paga el alquiler), arañas (las que me dan yuyu a mi desde mi tierna infantesa y a Cristina Pedroche desde que el orbe es orbe), y otros habitantes del mundo mundial. Todos esos Enemigos Públicos se encuentran encerrados en una esfera coloradota a modo de información como una Caperucita Encarnada de tiempos pretéritos.

Imaginé, porque soy algo imaginativo, que un King Kong tipo Gorizilla de Lady Bug se subía hasta la cumbre de esa torre de pacotilla y les hacía aspavientos, moviendo sus brazos a diestro y siniestro con frenesí, a una presunta escuadrilla de moscas y mosquitos, que cual unos cazas biplanos de película de 1930 intentaba desalojar al primate de una posición de preeminencia conseguida con sumo ahínco. 

Claro que soy un tío. En mi imaginación King Kong no tenía en su mano a una joven y rubia belleza quien corre escaleras abajo en tiempo récord en cuanto el mico se despanzurra contra la acera. Ni los malos, malísimos hombres nos lo cargamos por celos de su imponente presencia. Nos lo cargamos porque nos preocupamos por su acidez de estómago, que con un estómago de ese tamaño y zampándose a medio mundo mundial los ácidos de su barriga causarían tifones y tempestades. Cuando yo tenía 17 tacos, mi novia decía que el tamaño importaba, pero actualmente con 53 añitos prefiero obviarlo y ver caer a un mono gigante y que tú continúes en pié ayuda.

viernes, diciembre 03, 2021

Bruja

NOTA: Hace algún tiempo, visité un Blog llamado El baul de mis libros y juguetes, y allí había un post con el título El tren de la bruja. Eso me recordó a mi bruja y escribí esto.

Yo tengo un dibujo de manga de una bruja como fondo de ordenador. Con un sombrero de esos como los que usaban los penitentes de la Semana Santa, un pelo como el de Espinete y mirada penetrante como un visionario loco o un charlatán vendedor de remedios ambulante de los que antaño agrupaban a las multitudes en torno suyo. Y desde luego con su eterna bola de cristal. Lo que no tiene es el gato negro ni la escoba.

Teniendo siempre a la bruja delante cuando estoy trabajando en el ordenador (y ya he dicho que yo soy mucho de ordenador y poco de smartphone), resulta difícil no imaginar que una noche aterciopelada. Nada de noche llena de tétricos reflejos, en la que se respiran las gélidas brumas que fácilmente te trasladan a las callejuelas de un París Decimonónico. No, una noche aterciopelada como el peluche de una niña de 4 años que le regaló su padre una semana antes de Nochebuena, estoy escribiendo de un modo tranquilo, guardo el documento y lo cierro, levanto un brevísimo momento los ojos y los bajo al instante. Pero algo me ha llamado la atención. Vuelvo a levantar los ojos. No, ¡qué tontería! Entonces pienso que podría añadir un texto para especificar algo que ya había escrito. Misma mecánica: abro el documento, escribo, guardo, y cierro. Vuelvo a alzar la mirada. Y sí, no me había equivocado, el dibujo de la bruja parecía más grande (desde comienzo de los tiempos me enseñaron que en Español no debe decirse “más grande”, sino mayor, pero en las traducciones actuales mayor podría interpretarse como “más viejo”, y no era eso lo que quería decir, por eso he optado por “más grande”, que no creo que esté mal decido según el omnipresente Google). Sus manos se separaban ligeramente, arremangando su túnica, y sus pies aparecían por debajo, por donde nunca se habían visto, viajando temerariamente adonde nadie ha llegado antes.Traté de tranquilizarme. “Igual es simplemente cosa de la configuración gráfica del ordenador”. “Además. ahora yo uso Linux, y teniendo en cuenta que llevo toda mi vida utilizando Sistemas Operativos Windows, igual he hecho algo mal”. Fui a una zona libre de iconos de Escritorio y pulsé el botón derecho de mi ratón. En el menú que se despliega escogí Cambiar el fondo del Escritorio. En la ventana que aparece hay dos pestañas: imágenes (con todas tus imágenes) y configuración, fui a Configuración. Presentación con diapositivas estaba desactivado como debía estar. En el aspecto de la imagen estaba la opción Escalar y supuse que igual se había desconfigurado. La opción En mosaico no podía ser. Centrar salía excesivamente grande. Estirar salía muy chata. Ampliación otra vez muy grande. Pero el modo Extender era perfecto y fue la opción que dejé al final. La bruja ya estaba en los parámetros adecuados y volví al documento que no había manera de terminar. Por curiosidad se me ocurrió minimizar el documento y casi me meo de la impresión al mirar hacia adelante. ¡No había bruja! Me volví loco buscando por todas partes en el ordenador donde se había metido la puñetera imagen de la bruja. Porque  DEBIA estar en alguna parte, las cosas no desaparecen así como así. Me quedaba mirando el Escritorio, todo negro y era para arrancarse los pelos de la cabeza a manotazo limpio. Volví a la configuración, pero en esta ocasión no vi nada fuera de lugar, porque todo estaba exactamente como antes. En el menú de antes, existe otra opción que se llama Personalizar, pero es solamente para determinar el tamaño de los iconos, si se ordenan automáticamente o bien por el campo “nombre” “tamaño” … También hay una Configuración del Escritorio pero solo es para saber los iconos principales que habrá en él. Entonces se me iluminó algo. ¿Y si la imagen de la bruja realmente estaba delante mío, pero yo no la podía ver? ¿Y si se había vuelto demasiado pequeña para mi vista? Abrí la Configuración del sistema, escogí Accesibilidad, elegí Activar ampliación, y luego volví a elegir Modo lupa con una forma de lupa cuadrada, en Ampliación fui subiendo los dígitos hasta 4.5, y luego puse la lupa en el centro del Escritorio. Allí estaba la imagen de la bruja. Cómo fue a parar a ese tamaño, no lo sé, pero en Linux muchas aplicaciones son tipo texto, a las que yo no estoy habituado. Así que de ninguna manera creo que haya algo sobrenatural en esa imagen, y que por la noche vaya a salir de la pantalla de mi portátil y robarme el alma mientras dibuja un pentagrama en mi frente, y yo acabe en 4º Milenio o lo que es más probable mi historia aderece un reportaje de Discovery Max. Porque mi portátil duerme conmigo en la habitación. Camas separadas, pero duerme conmigo. En fin, lo dicho no creo que haya nada sobrenatural, si no continúo con mi blog me habré equivocado, pero no os hagáis ilusiones porque os conozco y ya les he comunicado a mis abogados de Wall Street que no vais a heredar, aparte de que en ese caso también heredaríais la bruja, ¿en serio os ibais a arriesgar?


sábado, noviembre 27, 2021

Culo de Gallina - José Ángel Barrueco

 

Culo de gallina de José Ángel Barrueco. Yo tengo la costumbre de dejarme caer de vez en cuando por una librería que hay junto a la Estación del Norte a ver si hay alguna oferta interesante. Hace bastante tiempo, vi en sus estanterías un libro minúsculo con este bien elaborado título que me interesó, por su reducido tamaño, por su precio y por su temática. Trata, evidentemente en clave de humor, sobre una operación quirúrgica que le realizaron a Luis XIV, Rey Sol, sobre una fistula anal que se le originó a comienzos de Enero de 1686.

Hay que tener en cuenta que Luis XIV era un rey déspota, algo cruel y que inspiraba bastante temor a sus súbditos. Por los que sus galenos no debían de tenerlas todas consigo al hacerle la operación. A esto añadamos que era finales del Siglo XVII y no había auténtica anestesia para la cirugía, todo lo más algunos calmantes naturales, por lo que algunos estarían de los nervios. José Ángel Barrueco sabe relatar toda la evolución del problemita con un estilo fluido, desenfadado y lleno de notas al margen. Voy a hacer un poco de spoiler, aunque es un spoiler que se puede sacar de Internet. De las consecuencias de esa operación, hay una que me llamó la atención sobremanera, voy a colocar aquí un enlace. La fistula que derivó en himno.

sábado, noviembre 20, 2021

Aventuras y desventuras de un kiosquero culón que fabricaba helados de chocolate y los intercambiaba por tirolinas raquíticas construidas por esquimales bajitos

 

En un país multicolor había un kiosquero culón. Un buen día de Julio, y por qué Julio? pues porque me gusta el puñetero mes y además prefiero el sabroso y mantecoso caloret de la Rita al frío dulzón y metálico de Frozen y su muñeco de nieve de la tonadilla infantiloide, pasa algo? o es que preferís Febrero? Pues os jorobáis, que será Julio, y si no, no os ajunto, ala. Bueno sigo, en un buen día de J U L I O, el kiosquero se levantó juguetón como El Joker en el Batman de Tim burton (1989) y le comentó a su media naranja que saldría temprano ese día porque las tirolinas no esperaban a nadie. Sí, no os extrañéis, el kiosquero había conseguido a su mujercita. Sería culón, barrigudo y roncaría por las noches, que eso no lo he dicho, pero eso era insuficiente para que Belinda dejara de fijarse en él. Quizá lo que la atrajese fuera su apéndice ingente y ergonómico, qui le sait? Aaaah! les dones, les dones, decíase a sí mismo el kiosquero mientras iba caminando calle adelante en pos de sus tirolinas meneando ese trasero que Melkart le había dado. Hace tiempo, cuando el Valencia CF (creo que se escribe así y no CF Valencia o Valencia FC o bien FC Valencia, no soy no fan se nota?) no estaba en sus mejores momentos, sus acérrimos seguidores iban por la calle de lado a lado murmurando “no pot ser, no pot ser” “no puede ser, no puede ser” los rivales decían que era La senda de los elefantes, pues el kiosquero culón emulaba a esa senda. Bien, esa presunta senda le llevó hasta el garaje donde guardaba su tesoro de coche. Un escarabajo de época, y nunca mejor dicho porque si el coche fuese una persona tendría barba de lo antiguo que era. Le llamaba cariñosamente Beli y no os enternezcáis (no, ya sé bien que no sabéis hacerlo) porque no era un vehículo muy romántico, su color no acompañaba, era todo negro como el carbón (sí, he dicho carbón, no lo … otro), y por dentro ¡ Madre tuya ! estaba todo cubierto de fotos, prospectos, folletines, pequeños planos, guías locales, organigramas de museos y otras instituciones, notas de su puño y letra con teléfonos … y para más inri, el kiosquero cargó en él un montonazo de paquetes con helado de chocolate que había hecho amorosamente, y que introdujo en la parte de atrás del coche en una nevera de esas horizontales tipo ataúd para helados. Tras este apunte que me ha parecido pertinente escribir, más que nada para hacer bulto, debo descargar mi conciencia, que la tengo eh? qué creéis? Pues sí. Es pequeñita, la alimento poco, y la tengo encadenada y con mordaza, pero tengo conciencia, que es del género femenino, joderos. El kiosquero subió a su Beli y arrancó sin problemas (la tenía siempre a punto), y no va con segundas, bueno tal vez sí un poquito. Rápidamente el kiosquero se unió al tráfico de la ciudad y sintió palpitar con insistencia en sus venas el pulso que tenía Valencia cuando te unías a su tráfico. Es que cada ciudad tiene su pulso característico - pensaba el kiosquero mientras se adentraba entre un río de coches que ese día era más denso que el que había habitualmente -. A este ritmo no llegaré nunca a la casita de caramelo donde mis amigos los esquimales fabrican las tirolinas - pensó -. E intentó cambiar de carril, finalmente lo consiguió, pero enseguida una camioneta azul marino se le puso delante, y el kiosquero odió de inmediato la inmensidad del mar azul marino de Opochtli donde le hacía ir a bañarse Belinda a pesar de que él siempre había preferido la montaña. Playa, playa, que Belinda se quede con las playas y sus medusas, lo único bueno que tienen son las playas nudistas - se sentenció a si mismo para huir del río de coches aunque solo fuera interiormente -. Por fin la camioneta de marras, desaceleró (como la crisis de Zapatero), puso el intermitente, y se metió por un oscuro callejón. Cuando la vió alejarse el kiosquero le envió “buenos” deseos. Nuestro kiosquero se nos había relajado un poco al ver desaparecer de escena a su enemigo azul marino, además y como por arte de magia el tráfico se fue haciendo mucho más fluido (y tampoco va con segundas). Pero he aquí que no habían acabado los tropiezos de ese día en cuanto a tráfico se refiere. Personalmente creo que algún Djinn o tal vez un Daimon había mirado mal al pobre kiosquero, porque en ese punto un chaval de apenas 18 o 19 años va y se coloca delante de Beli con un patinete de esos a motor tan de moda últimamente. Yo creo que si el kiosquero tuviese mirada de rayos láser, el chavalín caía fulminado en ese mismo instante, porque la mirada que le echó era para derretir las pirámides …. Además, es que el chaval tenía la habilidad de ponerse delante y cambiar de carril al mismo tiempo que el kiosquero aún no teniendo retrovisor, lo cual a mi entender se merece más un premio a su intuición que la mirada rojiza y rabiosa que le envió nuestro ya común amigo. Finalmente llegó a la casita de caramelo, con los nervios fuera de sus casillas, pero llegó. Pero he aquí que ¡oh! los esquimales no estaban. Había una nota en la puerta de esas de “Volvemos en un suspiro, hemos salido a almorzar”. Otra mirada iracunda del kiosquero. No tuvo más remedio que dar una vuelta y luego meterse en el Bar Manolo para hacer tiempo mientras se tomaba una cerveza. Una horita después, se volvió a pasar por la casita de los esquimales y allí continuaba el puñetero letrerito de sus entretelas ondeando su fundamental mensaje al viento que los esquimales bajitos estaban de almuerzo todavía. Entonces el kiosquero, que ya os habréis dado cuenta que era un pelín iracundo, dio media vuelta, subió a Beli y volvió a casita echando pestes de los cabezapolos esos. Al llegar a casa le recibió Belinda con una sonrisa de oreja a oreja que se fue apagando más y más conforme fue viendo la cara de vinagre que traía consigo su maridito culón. No hay tirolinas, me han defraudado esos amarillos - le espetó sin más el maridito. Habrá que hacer otra cosa - continuó -, tal vez podamos intercambiar ahora los helados por sardinas escuchimizadas, me lo sugirió Felipe el otro día, pero como tenía el negocio de los esquimales no hice mucho caso. Mira por donde, de tu obsesión por la playa puede salir algo bueno. Y la tienda de Felipe de sardinas escuchimizadas sea nuestra salvación. Quizá sea buena idea enviarle un cocodrilo mensajero.

lunes, noviembre 08, 2021

La hormiga que quiso ser astronauta de Félix J. Palma

 

Cuando vi el título de este libro, La hormiga que quiso ser astronauta de Félix J. Palma, me dije que sería una buena idea leerlo. Voy a mi casa, abro el libro de unas 250 pag. y me encuentro con una Nota del Autor que en esencia dice en 1998 Pedro Duque despegó con el Discobery (no chanel) para un viaje de 8 días. Le permitieron llevarse una hormiga conservada en ámbar de 35 millones de años del Museo de la Ciencia de Barcelona. Luego el muy cabrito indica claramente que este libro no es la historia de esa hormiga, y se queda tan satisfecho el chico.

El libro está escribido haciendo múltiples referencias a películas y series de los años 70 y 80 y sobre todo a Star Wars. También aparecen sirenas en amores platónicos asexuados, una especie de anguilas que él llama “comemierdas”, ángeles con líneas de teléfono y desde luego la Muerte recorriéndose la ciudad llevando una lista de nombres y direcciones como un repartidor a domicilio. Hay una anécdota en la que Alejandro, que es como se llama el protagonista, está amancebado con una pintora que supuestamente es su Alma Gemela, y él como buen macho españolis huye de la situación. Ante esto, la pintora decide suicidarse, llamando antes a Alejandro. Este sale cagando leches de su piso, y de camino se cruza con la Muerte que va al estudio de la pintora a hacer su trabajo. Solo que la Muerte coge el autobús para hacer el trayecto, y para adelantarse Alejandro lo que hace es coger un taxi. Ya en el estudio, Alejandro hace vomitar a la pintora salvándole la vida. En eso llega la Muerte, toc toc, y como es la Muerte hace lo que quiere y va donde quiere y ha llegado tarde por culpa de … ese, hace la pantomima de que se ha equivocado de piso.

martes, octubre 19, 2021

Proyecto de Viaje a la luna ( IV Parte)

 

Bueno, lo dicho se había “clavado” la barca en en suelo con la proa mirando hacia arriba. Al rey le explicaron que en esa caja de madera meterían los barriles de Nafta, les prenderían fuego y … boom, la barca saldría volando. La cuestión es que el boom llegó un poco antes, algo debió ocurrir en el cercano templete donde estaba almacenada la Nafta. Igual fue la venganza del dios Usil porque se había realizado la empresa aunque este dios no había sido favorable a la misma, igual fue la facción militarista a la que se le fue la mano, o igual fue un simple accidente. Lo cierto es que el templete hizo ¡catapum chimpum! así de repente, enviándolos a todos a reunirse con sus dioses, Losna diosa de la luna incluida.

Aún así, como un pobre consuelo para el rey que yacía calcinado por la explosión de Nafta junto a los demás espectadores, su barca metálica sí que se elevó a los dominios de Ani. Ocurrió que Leusdemo estaba trasteando y dando los últimos toques al interior de la nave cuando explosionó la Nafta. Sintió entonces una gran sacudida y cayó a la base del vehículo totalmente inconsciente y hecho un ovillo. Tiempo después, recuperó la consciencia, aunque aún veía doble y no podía enfocar bien, como cuando bebía demasiado Vino de Vulci y tenían que llevarlo a casa entre varios amigos para que durmiese la mona. Intentó determinar dónde se encontraba, era una sensación extraña pero le parecía que estaba dirigiéndose a alguna parte a gran velocidad. Hacía poco había viajado con el capitán fenicio del extraño nombre, y siendo apenas un joven lo había hecho con barcos rodios, y recordaba la calma con que pasaban las distintas islas. Esta vez esa calma no existía, y aunque no podía vislumbrarlo, le parecía que todo ocurría mucho más rápido que cuando estaba en el mar. Entonces recordó que sí que había colocado un pequeño ventanuco en la proa de la barca, de manera que fue hacia allí y abrió el ojo de buey. Y entonces la vio. Una gran luna llena. Y estaba seguro que era algo más grande que la que había visto cuando estaba en el suelo y había levantado la cabeza para contemplar la luna que quería visitar el rey Ot. También le pareció un gran queso de esos que ponen a secar en las montañas. A Leusdemo le encantaba el queso y pensó que quizá se bañaría en su nata. Que comería a manos llenas de la gran cremosidad de la luna/queso. Quizá sería queso con nueces que a él le hacía pequeñas cosquillas en el paladar, o queso con cominos como el que hacían en la zona occidental. O quizá … entonces se dio cuenta que le faltaba el aire y a la vez iba perdiendo velocidad. El último pensamiento de Leusdemo, es que después de todo, quizá le diera tiempo a llegar a la Luna/queso, entonces podría respirar con el aire de la Luna y deleitarse con su manjar.

sábado, octubre 16, 2021

Proyecto de Viaje a la Luna ( III Parte)

Finalmente, el artesano Leusdemo estuvo a la altura de su fama y terminó la barca metálica en un tiempo record, tan solo cinco meses después de iniciados los trabajos, y tras soportar continuas interrupciones de mensajeros a caballo que venían de palacio para preguntar por el avance del proyecto. Además, Leusdemo grabó una filigrana laudatoria en la puerta de la barca para la diosa de la luna Losna, la diosa blanca, cosa que gusto mucho a un pueblo tan religioso. Pero en cuanto a la Nafta que trajo To Zeriipal tal y como se había quedado, resultó algo más cara de lo que Ot había pensado en un principio. “¿15.000 talentos de oro? ¿Estás loco fenicio? ¿Crees que todo lo que toco se transforma en ese metal como el rey de la leyenda helena?” - tronó Ot - Somos una pequeña colonia. Desde luego puedo mandar traer oro y plata desde las minas del interior, pero tardará un tiempo y nunca se puede confiar en que los turboletas no te den un susto en alguna encrucijada - clarificó -. “Señor, has de comprender. Los yacimientos están casi a ras, pero hay que extraerlos y eso tiene un coste. Luego, hay que almacenar el producto en barriles y trasportarlo hasta aquí por medio mundo. He tratado de mantener secreta la trayectoria del viaje desde Fenicia, pero siempre hay filtraciones, y los marinos hemos de enfrentarnos a piratas que van por libre, a la Liga Jonia, a piratas Licios, y a tus amigos los Helenos, y eso también hay que pagarlo” - respondió To Zeriipal -. “Desde luego, pero 15.000 talentos de oro ...” - protestó Ot -. “Hummm (fingió rumiar el fenicio), de 8.000 talentos de oro no puedo bajar” “Trato hecho” - cedió finalmente Ot -. Se escupieron en las manos y chocaron palmas para sellar el acuerdo, pero esta vez no hubo comida ni muchas reverencias al irse el capitán fenicio. A los siete meses llegó el cargamento de Nafta a puerto y se almacenaron los barriles en un templete bajo y cuadrado, efectuándose el pago el día después ante un sonriente To Zeriipal y un enfurruñado Ot al que intentaba aplacar una esplendorosa Ati. Los Arúspices consultaron el vuelo de unas gaviotas y determinaron que el despegue debería realizarse tras 25 amaneceres, cuando el Sol estuviera alto en el cielo. De manera que el día señalado se preparó una pequeña tarima con toldillo para el rey, la reina y sus consejeros. Junto a ellos a la derecha, los representantes del templo (con la Iglesia hemos topado), más a la derecha se situarían los representantes las aldeas. Y a la izquierda, el Alto Mando Militar. Ya enfrente, a cierta distancia (pero no demasiada, porque sino no se vería nada de nada y se había pagado la entrada, ¡8.000 talentos nada menos! El espectáculo no era el de Lady Gaga pero tenía su aquel), bueno decía que a cierta distancia estaba colocada la barca metálica dispuesta para zarpar. Se había “clavado” en en suelo con la proa mirando hacia arriba y una gran caja de madera hueca cubriendo su popa. 

 

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