La torre de insecticida

 

El otro día me quedé mirando un insecticida perfumado con limón todo estilizado y color lima que tengo en mi cuarto. No sé porqué, me vino a la memoria: o algunas películas que había visto en algún momento momentáneo, o bien libros que me había leído de los muchos que he destripado para Vuecencias. La Torre Oscura, La Torre de la Soledad, Las Dos Torres, La Torre del Miguelete y su escalera sin barandilla … En un costado del recipiente tubular matainsectos, hay una serie de Enemigos Públicos a los que este ungüento abate sin piedad: mosquitos (especifica que normales y tigres aunque estos sean siberianos), moscas sorianas (las más tontas que he visto en la mia vita. De hecho en una casa de Herreros, población de aquella provincia mataba las moscas atrapándolas con una sola mano), ácaros (ese pequeño y orondo arácnido que nunca se va por completo de tu casa y encima no paga el alquiler), arañas (las que me dan yuyu a mi desde mi tierna infantesa y a Cristina Pedroche desde que el orbe es orbe), y otros habitantes del mundo mundial. Todos esos Enemigos Públicos se encuentran encerrados en una esfera coloradota a modo de información como una Caperucita Encarnada de tiempos pretéritos.

Imaginé, porque soy algo imaginativo, que un King Kong tipo Gorizilla de Lady Bug se subía hasta la cumbre de esa torre de pacotilla y les hacía aspavientos, moviendo sus brazos a diestro y siniestro con frenesí, a una presunta escuadrilla de moscas y mosquitos, que cual unos cazas biplanos de película de 1930 intentaba desalojar al primate de una posición de preeminencia conseguida con sumo ahínco. 

Claro que soy un tío. En mi imaginación King Kong no tenía en su mano a una joven y rubia belleza quien corre escaleras abajo en tiempo récord en cuanto el mico se despanzurra contra la acera. Ni los malos, malísimos hombres nos lo cargamos por celos de su imponente presencia. Nos lo cargamos porque nos preocupamos por su acidez de estómago, que con un estómago de ese tamaño y zampándose a medio mundo mundial los ácidos de su barriga causarían tifones y tempestades. Cuando yo tenía 17 tacos, mi novia decía que el tamaño importaba, pero actualmente con 53 añitos prefiero obviarlo y ver caer a un mono gigante y que tú continúes en pié ayuda.