Finalmente, el artesano Leusdemo estuvo a la altura de su fama y terminó la barca metálica en un tiempo record, tan solo cinco meses después de iniciados los trabajos, y tras soportar continuas interrupciones de mensajeros a caballo que venían de palacio para preguntar por el avance del proyecto. Además, Leusdemo grabó una filigrana laudatoria en la puerta de la barca para la diosa de la luna Losna, la diosa blanca, cosa que gusto mucho a un pueblo tan religioso. Pero en cuanto a la Nafta que trajo To Zeriipal tal y como se había quedado, resultó algo más cara de lo que Ot había pensado en un principio. “¿15.000 talentos de oro? ¿Estás loco fenicio? ¿Crees que todo lo que toco se transforma en ese metal como el rey de la leyenda helena?” - tronó Ot - Somos una pequeña colonia. Desde luego puedo mandar traer oro y plata desde las minas del interior, pero tardará un tiempo y nunca se puede confiar en que los turboletas no te den un susto en alguna encrucijada - clarificó -. “Señor, has de comprender. Los yacimientos están casi a ras, pero hay que extraerlos y eso tiene un coste. Luego, hay que almacenar el producto en barriles y trasportarlo hasta aquí por medio mundo. He tratado de mantener secreta la trayectoria del viaje desde Fenicia, pero siempre hay filtraciones, y los marinos hemos de enfrentarnos a piratas que van por libre, a la Liga Jonia, a piratas Licios, y a tus amigos los Helenos, y eso también hay que pagarlo” - respondió To Zeriipal -. “Desde luego, pero 15.000 talentos de oro ...” - protestó Ot -. “Hummm (fingió rumiar el fenicio), de 8.000 talentos de oro no puedo bajar” “Trato hecho” - cedió finalmente Ot -. Se escupieron en las manos y chocaron palmas para sellar el acuerdo, pero esta vez no hubo comida ni muchas reverencias al irse el capitán fenicio. A los siete meses llegó el cargamento de Nafta a puerto y se almacenaron los barriles en un templete bajo y cuadrado, efectuándose el pago el día después ante un sonriente To Zeriipal y un enfurruñado Ot al que intentaba aplacar una esplendorosa Ati. Los Arúspices consultaron el vuelo de unas gaviotas y determinaron que el despegue debería realizarse tras 25 amaneceres, cuando el Sol estuviera alto en el cielo. De manera que el día señalado se preparó una pequeña tarima con toldillo para el rey, la reina y sus consejeros. Junto a ellos a la derecha, los representantes del templo (con la Iglesia hemos topado), más a la derecha se situarían los representantes las aldeas. Y a la izquierda, el Alto Mando Militar. Ya enfrente, a cierta distancia (pero no demasiada, porque sino no se vería nada de nada y se había pagado la entrada, ¡8.000 talentos nada menos! El espectáculo no era el de Lady Gaga pero tenía su aquel), bueno decía que a cierta distancia estaba colocada la barca metálica dispuesta para zarpar. Se había “clavado” en en suelo con la proa mirando hacia arriba y una gran caja de madera hueca cubriendo su popa.
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