Me
parece que de bien nano y con toda la familia, abuelas incluidas,
recorrí toda la geografía peninsular. Recuerdo especialmente
visitas que realizamos por ejemplo a Guadalest en Alicante, donde
evidentemente en esa población eminentemente turística que está
escavada en una montaña mi hermano se subió a un burro de paseo
porque él se apunta a un bombardeo y yo me quedé en plan cobardón
mirando las orejas del animal y pensando eso del cuento “¡que
orejas tan grandes tienes! Son para que te agarres mejor” pero
nones, yo ahí no subo. También recuerdo la escapada a Las Cuevas de San José, que se hacía un tramo en barca y otro en
el coche de San Fernando un ratito a pie y otro andando
y donde parece
ser que aún hay bastante inexplorado. En esas cuevas unos
científicos arrojaron colorante para ver por donde salía y, ¡toma
ya! salió en una Fuente Árabe, verdadera balsa que reparte riego
por la zona y que se encuentra en el pueblo de Quart de les Valls.
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Fuente de Quart dels Valls |
Cuando
viajamos al Sur, primero salimos hacia Toledo y luego torcimos ya
hacia abajo. Bien, nos equivocamos y no giramos por donde tocaba y
cuando nos dimos cuenta ya era tarde, se podía torcer hacia Úbeda
y luego Sevilla más
adelante pero la noche se nos venía encima y hubo que hacer noche en
un Motel de Putas con abuelas de ir a misa diaria y todo. El
viajecito a Sevilla también está en mi memoria aunque de forma
negativa, porque nada más llegar y en un semáforo realizaron el que
era un típico robo de allí en esa época. Una moto se colocó justo
detrás del coche y un “piedro” voló entre mi sitio y mi abuela
que por poco me rasura la cocorota. Desde luego, aunque tuve suerte
de que no me diese, el objetivo de los cacos era lo que había en la
bandeja de automóvil porque inmediatamente que hizo crac la piedra
hicieron ellos tabla rasa del contenido de la bandejita. Solo que
luego de Sevilla nos fuimos a Badajoz de donde era mi abuelo paterno
y donde me zampé una tortilla de patatas como no había comido en mi
corta vida. Nos la sirvieron en un bar de los
de carretera que era casi un chiringuito, una mera caseta por la que
un poco más y pasamos de largo y en la que de inicio dijeron no
tener nada para ofrecer. Después de comer y tras recorrer unos
centenares de metros nos topamos con un punto algo sospechoso en el
horizonte. Mi padre todo tirao p’alante como los de Alicante salió
del coche y se acercó a ver qué era, y al irse acercando acabó
dándose cuenta que el punto en cuestión tenía cuernos. Bueno, el
torito bravo enamorado de la Luna debía estar a medio Km o así pero
del salto que pegó mi padre se metió en el coche directamente.
Ya
del Norte solo recuerdo el viaje a Cantabria y Asturias y sus
pueblecitos marineros. Reinosa and company. Mi padre nos hizo
rememorar sus días en Oviedo y Santander, y la diferencia que según
él existía entre la gente de Oviedo hosca y cerrada y la de Gijón
mucho más abierta. Y desde luego la forma de comer de las personas y
su ¿le damos la vuelta? que empiezan con los entrantes, el primer
plato, el segundo, el postre, café y puro, y acaban con café y
puro, el postre, el segundo plato, el primero y los entrantes. ¡Ah
sí! me olvidaba de Ibiza. Un grupo de familias de la Urbanización
donde veraneábamos - los “mayores” y una ristra de nanos todos
corriendo y haciendo el burro - organizamos un viaje a Baleares con
destino Ibiza y embarcamos en una carraca de barco, y le hago un
cumplido al llamarlo así, para ir a las islas. En el barco, que se
caía a pedazos, todos los familiares nos hicimos amigos del Capitán
que era del tipo Haddock de Tintín con botella incluida y comíamos
en su camarote a menudo. Ya en Ibiza íbamos a los sitios en nuestro
Chrysler y en una camioneta grande que tenía el padre de unas
amigas. A los nanos nos metieron en la trasera de la camioneta. Puedo
ser un cabrón cuando quiero, aunque mi aspecto por esa época podía
resultar hasta
agradable. A ver,
íbamos todos en bañador, bikini (o
tanga que era lo de entonces)
para bañarnos y porque lo cierto es que hacía bastante caloret, no
faller pero sí caloret. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apósto …
perdón me he equivocado ... en aquel tiempo, yo tenía una novieta
aunque claro que siendo tan jóvenes no sabríamos muy bien qué
hacíamos, pero yo novia tenía, me senté a su lado en la camioneta
y sin que se diese cuenta fui deslizando mi brazo por su espalda y le
desabroché con mis
dedos índice y (corazón o medio no recuerdo cómo narices se llama)
la parte de arriba
del bikini. Evidentemente estaba más plana que mi hermano sin
pijama, tan solo unos leves montículos apenas perceptibles, pero
cuando se le “cayó” hasta el suelo el suje se puso roja como un
tomate y se tapó
instintivamente con las dos manos dejando caer su cabecita.
Corramos un tupido velo. Hicimos una breve visita a una playa nudista
llamada Salinas que entonces era todo un acontecimiento, sobre todo
para un vecino mío a quien llamábamos Tío Andrés y para Pedro el
abuelo de mi novieta. Eso sí, eran personalidades distintas:
mientras el Tío Andrés era el típico tipo cómico, con Pedro tela
marinera y podría salir en el programa de esa rubia de la Sexta, de
Equipo de Investigación. En el Hotel recuerdo que solía tomarme el
pomelo de mi novieta y su hermana (unos 4 años más joven, rubita y
toda una preciosidad) que nos endosaban en el desayuno y que sabía a
rayos fritos. Ellas me miraban con adoración porque hiciese esa
tontería. Lo dicho, puedo ser un cabrón cuando quiero.
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Capitán Haddock |