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viernes, febrero 22, 2019

Escapadas varias


Me parece que de bien nano y con toda la familia, abuelas incluidas, recorrí toda la geografía peninsular. Recuerdo especialmente visitas que realizamos por ejemplo a Guadalest en Alicante, donde evidentemente en esa población eminentemente turística que está escavada en una montaña mi hermano se subió a un burro de paseo porque él se apunta a un bombardeo y yo me quedé en plan cobardón mirando las orejas del animal y pensando eso del cuento “¡que orejas tan grandes tienes! Son para que te agarres mejor” pero nones, yo ahí no subo. También recuerdo la escapada a Las Cuevas de San José, que se hacía un tramo en barca y otro en el coche de San Fernando un ratito a pie y otro andando y donde parece ser que aún hay bastante inexplorado. En esas cuevas unos científicos arrojaron colorante para ver por donde salía y, ¡toma ya! salió en una Fuente Árabe, verdadera balsa que reparte riego por la zona y que se encuentra en el pueblo de Quart de les Valls

Fuente de Quart dels valls
Fuente de Quart dels Valls
 

Cuando viajamos al Sur, primero salimos hacia Toledo y luego torcimos ya hacia abajo. Bien, nos equivocamos y no giramos por donde tocaba y cuando nos dimos cuenta ya era tarde, se podía torcer hacia Úbeda y luego Sevilla más adelante pero la noche se nos venía encima y hubo que hacer noche en un Motel de Putas con abuelas de ir a misa diaria y todo. El viajecito a Sevilla también está en mi memoria aunque de forma negativa, porque nada más llegar y en un semáforo realizaron el que era un típico robo de allí en esa época. Una moto se colocó justo detrás del coche y un “piedro” voló entre mi sitio y mi abuela que por poco me rasura la cocorota. Desde luego, aunque tuve suerte de que no me diese, el objetivo de los cacos era lo que había en la bandeja de automóvil porque inmediatamente que hizo crac la piedra hicieron ellos tabla rasa del contenido de la bandejita. Solo que luego de Sevilla nos fuimos a Badajoz de donde era mi abuelo paterno y donde me zampé una tortilla de patatas como no había comido en mi corta vida. Nos la sirvieron en un bar de los de carretera que era casi un chiringuito, una mera caseta por la que un poco más y pasamos de largo y en la que de inicio dijeron no tener nada para ofrecer. Después de comer y tras recorrer unos centenares de metros nos topamos con un punto algo sospechoso en el horizonte. Mi padre todo tirao p’alante como los de Alicante salió del coche y se acercó a ver qué era, y al irse acercando acabó dándose cuenta que el punto en cuestión tenía cuernos. Bueno, el torito bravo enamorado de la Luna debía estar a medio Km o así pero del salto que pegó mi padre se metió en el coche directamente.

Ya del Norte solo recuerdo el viaje a Cantabria y Asturias y sus pueblecitos marineros. Reinosa and company. Mi padre nos hizo rememorar sus días en Oviedo y Santander, y la diferencia que según él existía entre la gente de Oviedo hosca y cerrada y la de Gijón mucho más abierta. Y desde luego la forma de comer de las personas y su ¿le damos la vuelta? que empiezan con los entrantes, el primer plato, el segundo, el postre, café y puro, y acaban con café y puro, el postre, el segundo plato, el primero y los entrantes. ¡Ah sí! me olvidaba de Ibiza. Un grupo de familias de la Urbanización donde veraneábamos - los “mayores” y una ristra de nanos todos corriendo y haciendo el burro - organizamos un viaje a Baleares con destino Ibiza y embarcamos en una carraca de barco, y le hago un cumplido al llamarlo así, para ir a las islas. En el barco, que se caía a pedazos, todos los familiares nos hicimos amigos del Capitán que era del tipo Haddock de Tintín con botella incluida y comíamos en su camarote a menudo. Ya en Ibiza íbamos a los sitios en nuestro Chrysler y en una camioneta grande que tenía el padre de unas amigas. A los nanos nos metieron en la trasera de la camioneta. Puedo ser un cabrón cuando quiero, aunque mi aspecto por esa época podía resultar hasta agradable. A ver, íbamos todos en bañador, bikini (o tanga que era lo de entonces) para bañarnos y porque lo cierto es que hacía bastante caloret, no faller pero sí caloret. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apósto … perdón me he equivocado ... en aquel tiempo, yo tenía una novieta aunque claro que siendo tan jóvenes no sabríamos muy bien qué hacíamos, pero yo novia tenía, me senté a su lado en la camioneta y sin que se diese cuenta fui deslizando mi brazo por su espalda y le desabroché con mis dedos índice y (corazón o medio no recuerdo cómo narices se llama) la parte de arriba del bikini. Evidentemente estaba más plana que mi hermano sin pijama, tan solo unos leves montículos apenas perceptibles, pero cuando se le “cayó” hasta el suelo el suje se puso roja como un tomate y se tapó instintivamente con las dos manos dejando caer su cabecita. Corramos un tupido velo. Hicimos una breve visita a una playa nudista llamada Salinas que entonces era todo un acontecimiento, sobre todo para un vecino mío a quien llamábamos Tío Andrés y para Pedro el abuelo de mi novieta. Eso sí, eran personalidades distintas: mientras el Tío Andrés era el típico tipo cómico, con Pedro tela marinera y podría salir en el programa de esa rubia de la Sexta, de Equipo de Investigación. En el Hotel recuerdo que solía tomarme el pomelo de mi novieta y su hermana (unos 4 años más joven, rubita y toda una preciosidad) que nos endosaban en el desayuno y que sabía a rayos fritos. Ellas me miraban con adoración porque hiciese esa tontería. Lo dicho, puedo ser un cabrón cuando quiero. 

Capitán Haddock
Capitán Haddock