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viernes, marzo 18, 2022

2015

 

En 2015 me ingresaron en el Clínico con una rotura de cuello de fémur. Evidentemente, no me ingresaron en Maternidad. Me ingresaron en Traumatología, que descubrí que compartía la Sala con Urología, supongo que porque las dos palabras terminan en “-gía”. Por lo tanto, y como apunte diré que usualmente por allí todo el mundo estaba echado en las diversas camas como Tueris nos trajo al mundo. La especie de camisa fina de tinte azulado que llevan los pacientes del Hospital medio abierta y poco más. Y desde luego destapados. Menos cuando venían las visitas, naturalmente. Entonces nos anudábamos las camisas como podíamos si era posible, y nos tapábamos pudorosamente, como si una esposa, una tía o una hermana no hubieran visto nada en toda su vida.

En my room habían dos camas. Mi compi se había roto la cadera, pero ya se había recuperado. Lo que ocurre es que no se sabe por qué regla de tres el Alta Hospitalaria no le llegaba y él se desesperaba totalmente aburrido y sin poder hacer nada en todo el día. Y eso que tenía una mujer que se te salían los ojos cada vez que la veías. Creo que todos los de esa Sala contábamos los minutos del día de visita que le tocaba venir. Se ponía unos pantaloncitos y unas blusas precisamente para ir a la Sala de un Hospital que cortaban la respiración, y la puñetera sabía de sobra que teníamos que estar quietos, porque si hacíamos un movimiento brusco el dolor que podíamos sentir sería como poner la mano en el fuego. La gran mayoría estaba con una pierna en alto, con un brazo en cabestrillo o bien con el hombro inmovilizado. Entonces ya se había dejado de enyesar piernas y brazos, y solo se hacía si se daba la rotura por imposible, de forma que con una presión se dejaba curar de forma más libre y sin encerrar la pierna o lo que sea entre vendas, aplicando eso sí goteros con antibióticos y calmantes. El Clínico donde estaba yo es un Hospital Universitario, pero de vez en cuando hay algún miembro del personal no tan “Universitario”. Ese era el caso de una enfermera de nariz ganchuda y edad indefinida que se ocupaba de reponer los goteros cuando se nos acababan. En esa Sala de Urología (Venga todos a una: “Urología nunca serás mía”), en esa Sala de Urología digo, todos esperábamos con ansia la llegada de la mujer de mi compi, pero igualmente todos estábamos enamorados de la enfermera con nariz ganchuda de los goteros.

Finalmente mi compi no aguantó más. Probablemente alguien se lo sopló a su mujer y ella a su vez se lo dijo a Andrés, que era el nombre de mi colega cuartelario. Andrés me sorprendió solicitando el Alta Voluntaria, concepto que era la primera vez que escuchaba. Solo pasaron 4 días hasta que se la dieron, y entonces vino su mujer a recogerlo, no tan exquisitamente vestida como habitualmente, y fue la última vez que la vimos. Juro por el dios único Aton que fue la última vez que la vi, y si miento que me meta los dedos de sus múltiples manos por … ahí. Era una mujer muy veleta, porque en cambio la enfermera de la nariz ganchuda y los goteros continuó, eso es amor constante.

 

Dios Aton
Imagen cabroncete del dios egipcio Aton

 




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