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martes, febrero 26, 2019

Guardas de la Urbanización


Se me ha ocurrido la anécdota de cuando se creó el puesto de guarda de la Urbanización y los sucesivos “ocupantes” de ese puesto en concreto. Ara mare! me diréis. Es que me parece que había puesto la directa y ni el conejito de Duracel tonto ella y tonto él. Pero, de todas formas no recuerdo casi nada de los primeros guardas y prácticamente estoy seguro que había uno del que no sé nada de nada. Pero así funciona eso de la memoria, de golpe y porrazo ¡pataplof! recuerdas algo que tenías enterrado en la cocorota.

El primer guarda que recuerdo que se contrató fue un tío rechoncho verdadero retaco una cosa entre Danny DeVito y Chiquito de la Calzada de nombre Murgui y que se paseaba por allí con una camioneta. Creo que no duró demasiado, no sé el motivo concreto solo sé que desapareció de escena. Entonces se buscó desesperadamente y se le acabó firmando un contrato al Moreno. Era una persona de fisonomía angulosa, no demasiado alta (aunque para un chaval de mi edad era un gigante) y que solía usar boina. El Moreno siempre iba de un lugar a otro montado en su pequeña moto de la que se oía el petardeo a Kilómetros. Esta contratación ocurrió en tiempos de los primeros tejemanejes del eterno Presi que siempre iba vestido por la Urbanización todo de blanco de la cabeza a los pies. Supongo que ese vestido atraería un montonazo de suciedad y tendría que cambiarse cada dos por tres. He de decir que el Moreno era un antiguo cazador y tenía la costumbre de sacar una escopeta por la noche que guardaba en su casa. El Presi y sus acólitos se desvivieron por que dejase la escopeta en esa casa y desde luego accidentalmente y de forma fortuita no se metiera en un lío e indirectamente metiera también a la Urbanización. Al final consiguieron que el Moreno entrase en razón con lo de su escopeta y la dejara en casita. Por nuestro lado, nos enteramos de que el Moreno le tenía verdadera fobia a las sierpes. En el Polideportivo había una casita que hacía las veces de Chiringuito y el cual se solía abrir en Agosto, manteniéndose cerrado en temporada invernal. Mientras andábamos paseando toda la peña de chavales haciendo el chorra como de costumbre, a apenas 30 metros del Polideportivo nos encontramos tendida en medio del asfalto una serpiente que probablemente había atropellado algún coche y a la que solamente le faltaba la cabeza. Bueno, nuestra María Antonieta serpentiforme estaba en buen estado salvo por ser manca de coco, así que la cogimos y nos la llevamos hasta la puerta del Chiringuito. El cuerpo de la serpiente lo pusimos a la vista formando las ondas características de un reptil, y su supuesta ”cabeza” justo debajo de la persiana corredera de la puerta del Chiringuito para dar la impresión de que la bicha ya estaba en el interior. Después de eso, hicimos un mutis una temporadita por si las moscas, porque aunque desde luego todo el asunto Moreno fue “top secret” era muy previsible quién narices había sido. El Moreno duró bastante tiempo, pero ya era una persona mayor cuando ocurrió lo de la serpiente y aún así pasaron unos años más (3 o 4). Finalmente llegó Manolo. Manolo era una persona de un pueblo de Teruel. Era un hombre bajito y calvo como una bola de billar quien también tenía una pequeña pero robusta moto con la que se recorría las calles de la Urbanización. Manolo era el típico hombre para todo, muy trabajador y que sabía hacerse útil y cobrar por ello naturalmente, no en vano nadie da nada a cambio de nada. Pero cuando cobraba no lo hacía exigiendo una cantidad exacta, sino que casi le pedía a la persona a la que le realizaba el servicio que fuese lo que le quisiera dar, con lo que la mayoría de las veces la ponía en un compromiso. Desde luego en tiempos de crisis con esa política monetaria llevaría las de perder porque siempre le darían de menos, pero en tiempos en los que no hubiera tanta desaceleración sería lo contrario. Bien, cuando nosotros ya nos fuimos de manera definitiva de la Urbanización en 2014 Manolo aún estaba allí al pie del cañón.

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