Sus padres
le llamaron FrAnCiSqUiTo y lo cierto es que era un niño la mar de
mono cuando nació. Mono de bello, vivían cerca de Gibraltar
pero no es el caso de que FrAnCiSqUiTo fuese brincando de roca a
roca. El caso es que todas las señoras se asomaban a la cunita y
babeaban al ver los ojazos azules de FrAnCiSqUiTo. Pasó una infancia
muy dulce nuestro FrAnCiSqUiTo.
Claro que
cuando creció todo fue diferente. En la Oficina de Patentes en la
que le había colocado su progenitor comenzaron a llamarle Pacorro y
sus famosos ojazos azules que habían sido la desgracia de más de
una amiga de su madre se escondieron tras unas gafas de concepción,
perdón de concha, de color morado como protección contra los rayos
del maligno Sol. Pero Pacorro, que ya había asumido ese nombre,
tenía un sueño (Sí, he has a Dream y todas esas cosas). Cuando era
pequeño, sus padres vivían algo alejados de la ciudad de la línea
donde estaba el colegio de primaria, de manera que un agricultor que
poseía un tractor e iba con él a su campo lo llevaba casi hasta la
ciudad, bueno desde entonces quería sacarse el carnet y ser
conductor de tractor. Porque aunque ya se sabía que para ser un
conductor de primera, acelera, acelera, y un tractor no puede
acelerar mucho la verdad, sí que impone un montón. Y si un niño de
10 años lo mira fijamente, estando a la altura del motor, mientras
este ruge y palpita humeando ligeramente, no es extraño que alargue
la mano y diga eso de “yo quiero uno”.
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