Hace poco pensé que era buena idea visitar la isla de Tabarca en el Sur de la Provincia de Alicante, después de todo es nuestra isla más grande. Imaginad si tenemos islas grandes que esta llega a unos “inmensos” 400 metros más o menos. Tabarca crece un poco más y alcanza el tamaño de Groenlandia. Bueno, una vez tomada esta decisión transcendental en mi ajetreada vida, hube de levantarme temprano para poder ducharme, despiojarme, embotellarme y todos los verbos que se os ocurran y luego ocupar mi asiento en el autobús camino de Tabarca.
Salimos físicamente de la Calle de la Serrería junto a la Estación del Cabanyal a las 7’45 horas a.m. El autobús hizo una breve paradita en un bar de carretera para tomar un café cerca de Montesa y luego seguimos hasta Santa Pola que es un sitio que mola, donde había que tomar un ferry a la isla a las 11’00. La guía nos comentó que esos barcos no esperan por nadie, “ni solamente un segundito por favor ...” ni chorradas de esas así que estuviéramos al tanto o nos tocaría esperar al siguiente ferry y luego comeríamos mucho más tarde. Afortunadamente todo el mundo llegamos a la hora, porque es la pura verdad que esos tíos no esperarían ni a su propia madre aunque no la viesen después de estar 7 años en el extranjero, ni así. El trayecto a Tabarca se me hizo agradable. Me senté con una familia que tenía un perrito de esos enanos y de pelo rizado, lo ataron en el pasillo metálico del ferry para que estuviese algo fresco del calor ascendiente que ya se empezaba a notar y comenzó a intentar cazar a dentelladas varias moscas que ya le rondaban. Al mismo tiempo el niño del matrimonio que se había sentado con la madre y la niña del mismo que se había sentado con el padre, lo típico, comenzaron a saludar con la mano por las ventanillas a los catamaranes y veleros que nos pasaban de vez en cuando, de postal. Una vez en la isla, la guía nos comentó que era imposible que nos perdiéramos, así que nos podíamos desperdigar e ir cada uno por su cuenta con tal de que nos reuniéramos allí a la hora acordada. Como la isla es pequeña, hay tiempo para fotografiar, dimos hasta con una boda de una pareja que tuvo la simpática idea de casarse en los restos de la muralla. Y desde luego es un lugar ideal para el baño de los críos y para los críos en general. En mi paseo por la isla vi a un nano y a su papi jugando a piratas haciendo en cabra y gritando eso de ¡Zafarrancho … al ataque mis valientes …! y todo eso alrededor de un torreón vigía de esos antiguos con espadas de madera, parches negros, pañuelos anudados a la cocorota y una camisa tipo Popeye. Por cierto, nos dijeron que en la isla hay un hotelito que es la casa del antiguo Gobernador, “o sea que la estancia sería histórica” tal como dijo la rubita que era nuestra guía. Bien, finalicé la estancia que se me hizo corta pero muy bonita, y volvimos a Santa Pola. Aunque allí no paramos. Continuamos el camino hacía el Norte, hacia la Comarca de la Safor donde íbamos a comer, en un pueblo llamado Potries, y luego ya a Valencia. Hubo un pequeño retraso por un problemilla informático que estropeó el aire acondicionado. No es una tontería, porque es un bus de esos modernos cómodos y automatizados que no se abren por ningún lado, por lo tanto en poco tiempo aquello era una sauna y evidentemente comenzaron las quejas. Pero los de la Agencia actuaron muy rápidamente. Pararon en otro bar de carretera de cuyo nombre no puedo acordarme, y cambiaron todo el puñetero autobús. Y ya con el bus nuevecito continuamos camino a casita.
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