Sí ya, como habéis visto ese programa de poderes extrasensoriales de la Tele os habéis venido arriba y creéis poder adivinar el tema de mi relato, que os conozco rosco. Sólo os diré para empezar que se trata de una libélula sin alas que soñaba en su casa con ampliar horizontes cantando para Euro-visión, pero decir en su casa es algo subjetivo, porque su casa en realidad se la había tomado prestada a un pez disco verde ausente de la misma.
Y ahora a ver si aún os creéis tan listos para averiguar el resto de la historia. Ah! ya no es lo mismo eh? O es que no tenéis lo que hay que tener? Nenazas! Que eso es lo que sois. A la hora de la verdad, todos os deshincháis y perdéis fuelle como el patito de playa del hijo de mi vecina cuando deja de usarlo. Antes mucho bombo y mucho sacar pecho queriéndoos comer el mundo, y luego todo es querer esconderos detrás de la mesita de noche o detrás de un compañero, menudo papelón. Mejor sigo o sino os vais a poner a gimotear como las plañideras de antaño. Mirad, cuando la libélula llegó por vez primera a la pecera desierta, allí había una nota indicando la ausencia de su propietario, y su próximo regreso ya que había ido al Acto en conmemoración del fin de la Guerra contra los Atunes Raperos en la que había tomado parte. Ahora bien, como los días pasaban sin el regreso del pez disco, la libélula dejó el iglú improvisado junto a la pecera que había montado con los cubitos de su Martini con Vodka (nunca le había gustado hacerlo con la esposa del Rey Arturo, esa que se la pegó con el del Lago) y se metió dentro de esa pecera. Andando el tiempo vio navegando hacia ella una brillante cabeza que subía y bajaba entre las olas y que encima se iba agrandando con el tiempo. Subía y bajaba, subía y bajaba, era casi hipnótica. Finalmente la libélula se dio cuenta que se trataba del pez disco verde que volvía a su pecera como anunciaba la funesta nota pegada en la pared de la que siempre había considerado su vivienda donde moraba ajena al paso del tiempo temporal. En nada tuvo enfrene al pez disco el cual venía todo enfurruñado y clamando que él había participado en la Guerra contra los Atunes Raperos, y claro ante esa visión la libélula no supo cómo hacerle frente y decirle lo de la canción de Pimpinela de Olvídame y pega la vuelta, ya que después de todo era su pecera, solo que ella se había gastado un pastón en decorarla y eso sí se lo comentó. Y si no se creía lo que le decía que se lo preguntase al tío del Badulaque que había a sólo a 200 metros, y no es que fuera un Apu, era un triciclo amarillo que emigró desde su país, pero no era el único. Todos saben que el país de los triciclos amarillos es frecuentemente bombardeado por tormentas de gaseosa y por ello sus habitantes se han visto obligados a emigrar, instalando la mayoría de ellos badulaques en otros países. Las Agencias de Viajes y Recreativas recomendaban que si ibas a ese país fueras con un Mojito o alguna otra bebida y lo rellenases de gaseosa de tormenta, que encima está muy fresquita. La libélula le dijo todo eso al pez disco, estaba desesperada, incluso se puso algo mimosa y mostró parte de sus encantos – sí, ahora vais a ir de buenos chicos y a decirme que nunca habéis visto los encantos de una libélula, pero nada, el pez disco se mostró inconmovible como si fuese un clon entre Charles Bronson, John Wayne y Lee Marvin y dijo que nones desoyendo cualquier propuesta o comentario que pudiera hacerle la libélula sin alas respecto a las aportaciones a la pecera durante su estancia en la misma y los numerosos servicios que en ella introdujo que no existían al comienzo. Y dejó claro que no se metió enseguida en la pecera desocupada, leyó la nota y esperó junto a ella en un iglú que construyó ella misma ya que era muy apañada. Esto último de no meterse de buenas a primeras en la pecera parece que el pez disco verde sí lo tuvo en cuenta. A lo mejor recordaba que en la Guerra contra los Atunes Raperos en la que él tomó parte activa y de la que siempre terminaba fardando, esa parte no fue tan activa después de todo y tampoco se metió en ella de buenas a primeras.
Comentarios de libros, relatos fantásticos cortos (invenciones propias), algunos recuerdos y comentarios de paseos por jardines y museos
miércoles, septiembre 20, 2023
Libélula sin alas
lunes, septiembre 11, 2023
Liber Hiperbóreas, el legado de los Atlantes
Liber Hiperbóreas, el legado de los Atlantes de Luis E. Iñigo Fernandez
Bueno, el anciano capellán de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, Aldo Frattini encontró en la Riserva del Archivo Vaticano un códice escrito en extraños caracteres y en un idioma desconocido, si es que estaba escrito en algún idioma y no era una mera broma de la Antigüedad. Frattini es un Filólogo experto, habla varias lenguas, es un gran Paleógrafo, pero su especialidad no es la criptografía, Por tanto, finalmente envía una copia del códice al profesor Julius G. Davenport de la Universidad de Yale, gran criptografo y superfan de Star Trek.
Por su parte, el profesor Davenport había conocido a otro profesor, este de Historia y Literatura medieval en Harvard, James Tiberius Longfellow, y cuando comprobó que el nombre de este señor era el mismo que el que tenía el Capitán Kirk en la serie Star Trek se hizo amigo suyo. Y cuando Davenport consiguió descifrar el códice, le envió unos archivos por email a su amigo Longfellow.
martes, septiembre 05, 2023
La laguna dorada de Eulogio
domingo, septiembre 03, 2023
Guerreros de Terracota
Bueno, hoy me iba a Alicante a una exposición de los Guerreros de Terracota.
A la ida hicimos la paradita de rigor para tomar un café mañanero y desaguar en el WC. No recuerdo como se llamaba el bar, lo que sí recuerdo es que tenía una oferta de quesos que tiraba de espaldas. Luego ya nuestras muy atribuladas almas se encontraron al fin en la ciudad de Alicante. Entonces nuestro conductor de primera, acelera, acelera … pues que no encontraba el puñetero museo. Todo era dar vueltas por aquí y por allá y nada, que no es por la izquierda, ah! no, que era tirando hacia arriba, y al final, con una ayudita de nuestra guía, llegamos. Ese fallito del conductor, me recordó a cuando medio dormido entré en el bus y no acertaba a hacer click con mi cinturón de seguridad. Bueno, cuando entramos en el museo, cambiamos de guía, nos pusieron unos auriculares que perecíamos unos Navy Seals de operaciones y empezó la exposición. Una cosa, hice muchas fotos, pero como no se permite el flash porque evidentemente se podría dañar los objetos expuestos, muchas fotos no salieron bien y no se puede hacer mucho al respecto.
Luego los Navy Seals se retiraron de sus operaciones en activo y entregaron el material a sus superiores.
NOTA: Estoy muy cabreado con el MARQ. Hace algún tiempo me consta que realizaron una Exposición sobre los Etruscos y su mundo y no pusieron nada del Proyecto a la Luna etrusco del Rey Ot sobre el que escribí. Quizá no lo hicieron porque es un simple relato y nunca existió un rey Ot, pero es que eso carece de importancia, lo importante es que es mío y tenían que haberlo puesto igualmente.
Nos fuimos de Alicante, pero no nos alejamos mucho porque habíamos quedado para comer en un restaurante cercano a la Uni de Alicante, vamos que comimos sabiamente en la Calle del Bronce, perpendicular a la Calle del Perú. El restaurante se llama El Rincón del Polío y se come muy requetebien. Al finalizar el papeo se nos dijo que igual se nos mostraba una sorpresita comportándose de una forma bastante misteriosa. Bueno, salimos por una carretera tipo cinta, todos preguntándonos qué demonios sería esa sorpresita, pero continuaban las curvas y no aparecían indicaciones de ningún tipo. De golpe, veo una especie de trasformador eléctrico blanco y pintada en él una hormigota negra del tamaño de una persona. Si el que la pintó lo hizo a tamaño real me habría encantado conocer a ese héroe o a esa heroína que tuvo las narices de decirle a la hormigota modelo "ahora esté unos minutos quieta mientras la pinto por favor". Pues no, la sorpresita no era la hormiga negra, era el Santuario de Novelda que ya visité en su día.
domingo, agosto 27, 2023
Dainichi - Ramón Vilaró
Dainichi de Ramón Vilaró.
En el Siglo XVI un jesuita navarro llamado Francisco Javier parte en un junco pirata chino y llega a las costas de Japón, a la zona de Satsuma (no la modalidad de mandarina, sino un feudo donde gobernaba el Daimio Shimazu Takahisa cuando en japonés solo sabían que para dar las gracias había que llamar al gato Ari). El Daimio no terminaba de querer dar su permiso para que se predicase una nueva religión y estaba más interesado en los arcabuces que usaban en occidente y en intentar construir unos propios para futuras guerras con otros Daimios y tan solo ofreció a Javier tolerancia para que predicara por su cuenta. Eso sí, ofreció a los misioneros una especie de casucha que los jesuitas convirtieron en su sede. También chocan con unas tradiciones ya establecidas en el budismo llegado siglos antes de Corea y evidentemente con la religión local shintoista. Finalmente descubren que los japoneses son curiosos a novedades venidas de fuera, sobre todo a escenificar ritos cristianos en misas y procesiones, pero les gusta poder llamar a las cosas con nombres que puedan identificar. Por ello, y tras algunas deliberaciones deciden predicar el nombre de Dios bajo el nombre local de Dainichi.
El libro está bien escrito y estructurado, aunque nunca había oído hablar de ese autor. Hay que decir que en un comienzo Francisco Javier no pensaba mucho en Japón y llegó allí casi por casualidad, lo que quería era llegar al gigante que era China y evangelizarla.
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