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Soneja

A unos cinco Km en línea recta de donde teníamos el chalet había un pueblo llamado Soneja (la burra vieja), por cierto que a un escupiñaj...

lunes, junio 03, 2019

Leyenda de un ladrón de Juan Gómez-Jurado


Se trata de un libro sobre la vida de Sancho un chico que a los 13 años nada menos que Miguel de Cervantes actuando como Comisario Real de Felipe II lo salva de la peste y lo ingresa en un convento sevillano. El pobre Sancho tiene mala suerte y cae en un empleo de mala muerte en una tasca con un Dueño que le zurra cada dos por tres y que le busca el fraile del convento que le ha tomado a su cargo. Al final, deja malparado al posadero y le rompe los toneles donde tiene el vino, dejándole sin existencias, huye de ese lugar y acaba encontrándose a quien será su Maestro y amigo ladrón, un enano llamado Bartolo. Bartolo es muy hábil y le enseña muchas cosas, y pronto se da cuenta que Sancho aprende rápido, pero Bartolo también tiene un problema con el juego y termina debiendo una suma importante a un jefe del hampa de Sevilla. Para pagar no se les ocurre otra cosa que intentar robar a Vargas, un verdadero Personaje a quien teme un montón de gente, entre otras a Clara una mulata que tiene como esclava pero por quien siente deseo sexual, alejándola de sí y entregándosela a un viejo médico para que sea su ayudante. En fin, como Sancho y Bartolo intentan robar a Vargas pero al final los pillan, Sancho termina en galeras y Bartolo en el otro barrio. En galeras Sancho conocerá a un negro grandote y mudo a quien enseña un lenguaje gestual para poder comunicarse. El barco naufraga y consiguen salvarse de milagro, pero antes de abandonar el barco consiguen un mensaje del Contramaestre moribundo. Como están cerca de la costa, llegan nadando hasta un pueblo, donde buscan a un herrero que se supone que sería el padre del Contramaestre. Maese Dreyer, que era Amberes, recibió el mensaje que le llevaron de su hijo, con infinita desconfianza consintió en entrenar a Sancho en el arte de la espada y acabó tolerando al Infiel del compañero, que aunque negro, rezaba más y era más cristiano que él y Sancho juntos. Cuando consideró que estaba listo empezó su venganza. Venganza contra Vargas y venganza contra el jefe del hampa que había matado a su amigo.

sábado, junio 01, 2019

Font del Llentiscle

 

Recuerdo que la última excursioncita que hicimos nos llevó desde la Font del Llentiscle (buena para la diabetes) en la Sierra Calderona junto a Serra. Cuando salimos llevábamos unas mochilas, agua y bocadillos, porque el recorrido iba a ser largo: algunos caminos de ir y volver, bastantes curvas, fuentes a granel y paradas a tutiplén. De la Font del Llentiscle a la Font del Poll debe haber como unos 200 o 300 metros, pero antes de llegar al Poll giramos a nuestra izquierda unos 90º así de golpe aunque se nos rompa algo al hacerlo y nos encaminamos hacia el Sur, a la Cartuja de Porta Coeli. Justo entonces a unos 50 metros se llega a una curva bastante pronunciada y fue precisamente allí donde nos sentamos en el camino a la sombra que daban los montes mientras nos comíamos nuestros bocatas. Tras descansar un pelín continuamos hacia abajo. Después de algunas revueltas, se llega a una encrucijada de caminos, viniendo uno por un lado y otro por el opuesto antes de entrar en una especie de nuevo valle por una entrada natural que no obstante parece hecha artificialmente, como la Puerta del Oráculo del Sur de la Historia Interminable en la que Atreyu casi ni lo cuenta. Antes de continuar, caminando no hacia PortaCoeli sino en sentido a Olocau, llegamos tras ½ hora de ida y ½ hora de vuelta a la Font del Berro (riñón) donde nos encontramos con unos amigos de mis padres que vivían en el mismo Olocau y habían ido en un coche grande a llenar unas garrafas a la Font del Berro (bueno, mi madre estuvo un rato hablando con sus amigos porque mi padre ya nos recogería más tarde con el coche como era habitual). Volviendo a la encrucijada, pasamos al otro lado del valle que no es que fuera un valle aún, sino que era una zona de caminos pedregosos por los cuales yo al menos me sentía algo perdido, ya que parecía que te adentraras en pos del Sabueso de los Baskerville a las tierras yermas de Dartmoor con Stapleton y compañía. Desde luego siempre he querido explorar algunos caminos simplemente yendo a la aventura para saber a donde narices van. A la derecha de ese camino, hay otro, especie de pista forestal, y ojalá me hubiese adentrado algo, solo un poco y luego hubiera vuelto. También hay otro camino ya en la Cartuja misma, que parece de va a una Fuente que se llama de L’Abella. Pero no me dio nunca tiempo y fui a por lo conocido. Después de los caminos pedregosos, comenzaba el descenso propiamente dicho. Por supuesto que desde el Poll había sido ir hacia abajo constantemente, pero de una manera muy leve y casi sin darte cuenta, pero a partir de que abandonabas los paisajes pedregosos tras cruzar la especie de puerta natural/artificial, casi te dabas de bruces al bajar a la Cartuja, si no fuese porque antes hacías una parada en otra fuente, la del Marge. Todas las demás fuentes están bastante bien acondicionadas, pero por la época de que hablo la Font del Marge - 1980 o por ahí - estaba llena de pintadas de CNT o algo parecido, en definitiva unas siglas semioficiales. Desde la Font del Marge hasta la Cartuja solo hay unos 100 metros o tal vez menos y en ese tramo en firme del camino ya comenzaba a ser más “normalito”, terminaba pareciéndose a las pistas de tierra batida que salían en el torneo de Roland Garros. Bien pronto llegabas al linde que bordeaba el Monasterio y donde había plantados filas y filas de cipreses. A mi la primera impresión que la causó la Cartuja de PortaCoeli fue como si me encontrara ante un San Miguel de los Reyes más aislado y construido de forma para que en tiempos fuese un centro que pudiera autoabastecerse económicamente. Claro que esto ocurriría antes de la Desamortización, ahora algunos frailes pedirán comida con Just eat y cuando sea el cumpleaños del Prior es posible que reciba un regalo por Glovo. A las puertas de la Cartuja nos recogía usualmente mi padre y ya salíamos hacia la Carretera de Serra a Bétera o CV 310.

Sierra de Cazorla

 

Lo olvidaba, unos 15 o 16 años atrás fui a la Sierra de Cazorla en Jaén. Estaba programado ir a Cazorla ciudad, pero al final no había sitio suficiente, un rollazo de aquí te espero, así que nos tuvimos que conformar con un pueblecito cercano a Cazorla y llamado la Iruela y donde había una torre solitaria y un poquillo desvalijada de origen almohade. Parece que algunas escenas de la serie de TV Curro Jiménez se rodaron allí. Eso era algo que mi padre no podía dejar pasar claro y rápidamente se recuperó del fiasco de no poder quedarnos en el Hotel de Cazorla. Me agarró de una oreja, al pasar por mi habitación hizo que cogiera la cámara de fotos, y allá que nos fuimos bien tempranito a sacar unas instantáneas, la única vez que le he visto interesado en madrugar. Porque cuando le pedía que nos acompañase hasta el principio de un camino de la Sierra Calderona con el coche a mi madre y a mi solamente para que no perdiésemos el tiempo caminando hasta allí por la puñetera carretera, parecía que hiciese lo típico de los niños pequeños: taparse con el cubre y decir "mami un poquito máaas". Aparte de todo esto, quedamos entonces que nos establecimos o mejor, que nos establecieron en la Iruela, a un tiro de piedra de Cazorla en un Hotel de esos dormitorio con un nombre muy olvidable, de hecho lo he olvidado, aunque se desayunaba en una terracita muy turística y de puta madre. En ese pueblo se podía ir subiendo progresivamente hacia lo que quedaba de la torre del "castillo" y arriba del todo descubrimos el café con leche en un chiringuito y de postre unos enterramientos. Alguien había jugado al tiro al blanco allí (probablemente en la Guerra Civil o en la de Secesión), por los muchos agujeros que había en el muro. Hace tiempo me leí un libro muy conocido de Chesterton llamado El Hombre que Sabía Demasiado y un pasaje de ese libro se subtitulaba así, "el agujero en el muro", ¡ah! los libros lo que hacen rememorar.

 


 

Al día siguiente fuimos a la Sierra de Cazorla en sí. Joder, los Pirineos y esa Sierra dos. Si vas y ha nevado hace poco, lo mejor es dejar tu coche bien aparcado y contratar un servicio de 4x4 para que te pasee por todo el parque, te lo enseñe y te haga de guía alguien que se conozca la zona y no que solo se haya leído un mapa o tenga un GPS igual no muy bueno. Puedes hacer como nosotros que contratamos el servicio junto con una parejita de recién casados y así recortábamos gastos todos, nosotros y la parejita que seguro que les hacía más falta y estaban a cero patatero como casi todos los recién casados. Casi lo primero que vimos fue el Embalse del Tranco, que evidentemente pasa por algunas penurias en cuanto a falta de agua se refiere a pesar de estar prácticamente rodeado por montañas nevadas, bandeeraaas al vientoo, espaaaldaas torciiidaaaas, culooos en moviiimieento. Y a pesar de la opinión de Trump en cuanto a la inexistencia del Cambio Climático. De ese embalse están bastante orgullositos los del lugar, porque fue uno de los lugares en los que rodó el afamado Rodríguez de la Fuente y su voz melancólica, con la que me parecía de nano estar escuchando el tamtam de la selva algunos episodios de su programa El Hombre y la Tierra. Al contemplar la panorámica del embalse tu imaginación te engañaba haciendo que en tu cabeza sonase de nuevo la sintonía zumbante del programa. Bueno, en nuestro recorrido le sacamos fotos a parajes bastante pintorescos. A varias lagunas aparte del embalse, a la de Valdeazores y a la de Aguasnegras. Al Arroyo de la Garganta y al Río Borosa. Y a la cerrada del Utrero. Cerca de allí y desde lo alto, al pueblo de Arroyofrío. Ya con nuestro coche, fuimos a Cazorla city donde hice algunas fotos a varias calles que me parecieron típicas. También fotografié el Castillo de Yedra de esa localidad y le saqué varias fotos a la Iglesia derruida pero que debió ser monumental en su día de Santa M.ª de Cazorla.


 




 


No muy lejos de allí está el pueblo de Quesada que por algo se llama así. Es el típico pueblecito árabe de casitas blancas y calles estrechas. Creo que ya he hablado de Aín en Castellón en plena Sierra Espadán, pero Aín está en una montaña baja y Quesada en cambio está en llano. No sé si anteriormente era romana o qué, porque tiene el trazado muy rectilíneo en algunos puntos. Sea como sea, es ideal para fotografiar. Por otro lado, tiene algunos sitios cruciales para visitar como el llamado Arco de los Santos, con una especie de tapete arriba del todo que sirve de Altar y que está rodeado de macetas con varias plantas. Después de visitar su red intrincada de callejas, sería conveniente preguntar el camino a un lugar llamado Cueva del Agua, y por supuesto también si me he dejado algo en el tintero y hay algún sitio visitable más porque es una población de veras muy pintoresca. Una vez se ha llegado a la Cueva del Agua, se atraviesa un agujero donde para entrar te has de colocar en una posición que hace recordar la infancia cuando se jugaba a "churro va". Una vez al otro lado, se llega a una especie de escalera tallada en piedra, alternando con más cómodos y que no resbalan con el agua escalones de madera, puesto que el nombre de la cueva no está de adorno. Esas escaleras suben contorneando como un barranco vertical, donde entre matas se puede vislumbrar una tubería de color verde como los antiguos hombrecitos verdes. No tiene más misterio. A decir verdad y aunque no es nada del otro mundo, de camino le hice una foto también a la Fuente del Oso. Y otra cosa, ya que a la Sierra de Cazorla vinimos a través de Albacete, se le hizo la preceptiva foto al Castillo de Chinchilla.


 


 


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