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domingo, noviembre 16, 2025

Pum pum

 

El otro día fui a comprar a Mercadona (Calle Vicente Brull). Entramos por la parte de atrás donde hay un garaje con una barrera. Sabéis? Yo de joven compraba con mi padre en el Mercadona de la Calle José María de Haro/Pedro de Valencia. Íbamos allí en coche y yo tenía la fantasía de que la barrera del parking de ese Mercadona se revelaba de golpe y se bajaba súbitamente destrozando la parte de delante de nuestro coche. Sí, ya sé que eso no viene muy a cuento, pero lo he recordado al escribir lo del garaje.

Pero volvamos al relato, nos habíamos quedado entrando en Mercadona (el de la Calle Vicente Brull). Entré con mi carro azul. Os acordáis de mi carro negro? No me gustaba el color, y le pedí respetuosamente a Hades si podría cambiármelo por uno de otro color. Me sorprendió enviándome uno de color azul descendiente de los antiguos faraones egipcios de la Dinastía XVIII. Ya sabéis con esas boinas de guerra azules que llevaban, además ese color era muy importante para ellos. Vamos, que había que tratar a mi carro con cierta solemnidad y hablarle con respeto, pero al menos su apariencia estaba mejor que ir con un puto carro negro. Bien, entré con mi carro y aún no habían abierto. Así que como borregos nos apelotonamos a la entrada de la tienda, detrás de una cinta de plástico, como si estuviéramos calentando motores detrás de una línea de salida en una carrera de MotoGP. Y entonces lo vi. Era un tío espigado y algo sudoroso. Creo que era un guardia de seguridad o quizá un figurante de Lady Gaga o bien una estrella porno que venía de una Despedida de Soltera, quien sabe? Ese chico estaba muy nervioso, cuando lo mirabas tenías la impresión que para él transcurría el tiempo de una manera muy pausada. Miraba constantemente hacia las cajas donde se paga la compra y en las que estaban sus compañeras por si le hacían alguna indicación de que ya era la hora de entrada, luego miraba la cinta y parecía ponerse aún más nervioso, como si fuera a sacar un revolver imaginario y liarse a tiros en un poblado perdido del Lejano Oeste. Finalmente miró hacia arriba como cuando Sergio Ramos buscaba a ET en las alturas antes de un partido de fútbol de la Selección. Después de que miró intensamente el techo de Mercadona, pensando supongo en el porqué los cerdos tienen el rabo en espiral, casi inmediatamente y como si ambas acciones estuvieran sincronizadas, se abalanzó hacia el extremo de la cinta y la desengancho, dejándonos pasar a comprar y dando fin a su nerviosa tortura. Supongo que luego se iría a tomar un café con alguna cajera latina o en su defecto gaditana o jienense.

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