Bueno, lo dicho se había “clavado” la barca en en suelo con la proa mirando hacia arriba. Al rey le explicaron que en esa caja de madera meterían los barriles de Nafta, les prenderían fuego y … boom, la barca saldría volando. La cuestión es que el boom llegó un poco antes, algo debió ocurrir en el cercano templete donde estaba almacenada la Nafta. Igual fue la venganza del dios Usil porque se había realizado la empresa aunque este dios no había sido favorable a la misma, igual fue la facción militarista a la que se le fue la mano, o igual fue un simple accidente. Lo cierto es que el templete hizo ¡catapum chimpum! así de repente, enviándolos a todos a reunirse con sus dioses, Losna diosa de la luna incluida.
Aún así, como un pobre consuelo para el rey que yacía calcinado por la explosión de Nafta junto a los demás espectadores, su barca metálica sí que se elevó a los dominios de Ani. Ocurrió que Leusdemo estaba trasteando y dando los últimos toques al interior de la nave cuando explosionó la Nafta. Sintió entonces una gran sacudida y cayó a la base del vehículo totalmente inconsciente y hecho un ovillo. Tiempo después, recuperó la consciencia, aunque aún veía doble y no podía enfocar bien, como cuando bebía demasiado Vino de Vulci y tenían que llevarlo a casa entre varios amigos para que durmiese la mona. Intentó determinar dónde se encontraba, era una sensación extraña pero le parecía que estaba dirigiéndose a alguna parte a gran velocidad. Hacía poco había viajado con el capitán fenicio del extraño nombre, y siendo apenas un joven lo había hecho con barcos rodios, y recordaba la calma con que pasaban las distintas islas. Esta vez esa calma no existía, y aunque no podía vislumbrarlo, le parecía que todo ocurría mucho más rápido que cuando estaba en el mar. Entonces recordó que sí que había colocado un pequeño ventanuco en la proa de la barca, de manera que fue hacia allí y abrió el ojo de buey. Y entonces la vio. Una gran luna llena. Y estaba seguro que era algo más grande que la que había visto cuando estaba en el suelo y había levantado la cabeza para contemplar la luna que quería visitar el rey Ot. También le pareció un gran queso de esos que ponen a secar en las montañas. A Leusdemo le encantaba el queso y pensó que quizá se bañaría en su nata. Que comería a manos llenas de la gran cremosidad de la luna/queso. Quizá sería queso con nueces que a él le hacía pequeñas cosquillas en el paladar, o queso con cominos como el que hacían en la zona occidental. O quizá … entonces se dio cuenta que le faltaba el aire y a la vez iba perdiendo velocidad. El último pensamiento de Leusdemo, es que después de todo, quizá le diera tiempo a llegar a la Luna/queso, entonces podría respirar con el aire de la Luna y deleitarse con su manjar.