Pequeño mando negro de cama

 

Nos encontramos en un castillo tétrico, con torres estilizadas y con dragón escupe fuego incluido, pero es que el pobre dragón, bueno digamos dragona que así su voz la podrá interpretar Jamie Lee Curtis, tenía algo de somnolencia y solo despertaba de vez en cuando. Ah! y nos encontrábamos en la llamada Cap i Casal. He intentado que fuese la Ciudad de la Luz que suena como más chulo aunque estuviera adornada con bombillas led que resulta más ecológico, o la Ciudad Condal que es como más cosmopolita y és bona quan la bossa sona pero nada, nada, es lo que hay, el Cap i Casal, que es algo más aburrido porque lo veo todos los puñeteros días.

Soy un pequeño mando de cama todo negro y con solo cuatro botones y para más inri solo dos de ellos están habilitados. Uno sirve para subir la parte superior de la cama y el otro para bajar esa parte superior. Como pobre mando me sentía disminuido. Ah! y como el autor es un Dependiente de Nivel 1, se puede identificar perfectamente con un disminuido sin ser muy políticamente incorrecto. Para hacer un poco de contraste, tengo un compañero algo más completo que presume de los cuatro botones habilitados el muy enchufado. Uno para subir la parte superior y otro para bajarla, otro para poner las piernas como si estuviesen en un montículo y otro para bajar dicho montículo. Se suponía que esa postura era bastante buena para la circulación o algo así. Y desde luego estaban los mandos Vips, que tenían botones hasta para karaokes, solicitar gafas de realidad virtual para volar cometas ficticias, nadar con delfines rosados y tiburones en el Caribe y cosas de esas. Y desde luego siempre había que soportar la continua petulancia de los llamadores que se creen mejor que nadie porque esgrimen constantemente su imprescindible utilidad para llamar al personal sanitario. Claro que yo añado “aunque sea porque el paciente quiere mear”, y con eso suelo callarles la boca, pero lamentablemente solo por unos minutos, ya que su verborrea no tiene límites. Pero aparte de esa tontería de los llamadores, una tortura común a todos los mandos, ya sean Vips o no, es que estamos enrollados a la parte derecha o izquierda de la cama. A veces se nos aloja debajo de la almohada, pero usualmente se nos deja caer no muy suavemente en el suelo después de habernos utilizado. Y como los tipos que suelen habitar estas camas hospitalarias no están muy potables, las manos con las que nos tocan tampoco lo están, de manera que dejan restos innombrables en nuestras superficies al tiempo que nos arrojan a las baldosas del suelo. Al final me planté, que uno tiene su corazoncito y siente los golpes, y se llama Rob. Que a todos nos ponen un nombre identificativo al crearnos y tener 6 letras en ese nombre es todo un lujazo. Bueno, lo dicho, al final me planté, hinche mi pecho y elevé mi frecuencia 5 tonos, inaudible para un oído humano, pero perceptible para la dragona coordinadora. Mi compañero reaccionó de inmediato volviéndose de golpe y preguntándome qué coño quería. Le conté mis cuitas, y por una vez en la vida estuvo de acuerdo conmigo y se unió con su tono de frecuencia al mío. Los compañeros de las habitaciones cercanas debieron oírnos, en un principio no hicieron mucho caso ya que estarían dudando, luego poco a poco y al comienzo tímidamente sonaron sus pitidos y al final aquello fue un concierto deslavazado donde cada uno iba a su bola, pero la cuestión es que escandalera metíamos. Finalmente, y ante tamaño alboroto, las escamas de la dragona coordinadora se agitaron levemente al cielo nocturno y lentamente abrió sus oblicuos ojos de color amarillo. Se relamió, oteó el horizonte por si había algún adversario (reflejo de tiempos remotos, porque los adversarios ya hace mucho que desaparecieron en la famosa Peste de las Hemorroides), abrió la boca y preguntó con voz de trueno “QUÉ ES TODA ESTA ALGARABÍA?” Qué canguelo tíos! Me creí en la obligación aunque como se dice habitualmente la camisa no me llegaba al cuerpo de explicar la situación. Así que como un vasallo que enrolla nerviosamente un manuscrito mientras se le doblegan las rodillas ante su Señor comencé titubeando “ ve- veréis Excelencia ...” “EXCE. POR FAVOR, QUE EXCELENCIA ES MI PADRE Y NO TENGO NI SIQUIERA 300 SIGLOS” “Veréis Exce ...” Y le conté el porqué de la protesta de los mandos. Bueno, parece que igual se había levantado con la pata derecha, porque nuestra dragona metió el morro en el interior del castillo, y comenzó a echar su aliento mágico y purificador. Progresivamente, los cordones a los que estábamos atados los mandos se acortaron y el número de la auxiliares de cama se duplicó al punto con lo que a los pacientes se les limpiaba más a menudo. He dicho que los cordones a los que estábamos atados los mandos se acortaron, pero el mío en lugar de acortarse se alargó. La dragona debía de tener una vena sádica y quizá lo hizo porque la llamé Excelencia en lugar de Exce, pero yo no podía saberlo que no tengo 300 Siglos sino 3 años, o quizá por comenzar todo el alboroto que la despertó. Quien sabe qué pasa por la cabeza de esos seres de sangre fría. Bien, tal vez debería sentir algo de empatía por mis compañeros mandos, al cuerno la empatía solo quisiera no tener el cable tan largo! Y solo sé que tenía una Tía turca que se llamaba Hempa.