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Soneja

A unos cinco Km en línea recta de donde teníamos el chalet había un pueblo llamado Soneja (la burra vieja), por cierto que a un escupiñaj...

jueves, agosto 01, 2019

Clínica Universitaria de Navarra en Pamplona

 

He de contar algún viaje al Clínica Universitaria de Navarra en Pamplona. Soy epiléptico y desde los 11 años y hasta 1999 buscamos, sobre todo fueron mis padres los que buscaron soluciones médicas a mi enfermedad con unos resultados infructuosos me temo. Hasta que mi madre, no me preguntéis dónde demonios oyó hablar del Hospital de Navarra, los dos se apretaron el cinturón porque ambos eran abogados pero letrados del Cabanyal no de estos del centro de una gran ciudad con una cartera de clientes de Padre y Señor Mío y los abogados entonces carecían de Seguro como más adelante con Sanitas ni de una Fundación Asistencial como la que tienen actualmente iniciada en 2008. Bien, fuera de esa cuestión nos solíamos marchar hacia el Norte por Carreteras Nacionales y solo algún tramo por la Autopista de Zaragoza a Logroño con desvío Norte a Iruña/Pamplona. Recuerdo que yo tenía ciertos pueblos clave de los que me acuerdo especialmente. En Barracas por supuesto, bueno no sé si está en Castellón o en Teruel, lo que sí sé es que tenía restaurantes de carretera, puestos de reparaciones, moteles y una especie de caminito de servicio que formaba una isleta de arbolitos y que no sé porqué siempre me quedaba mirando al pasar. Ya en Teruel el primero que me llamaba la atención era Villarquemado que hacía honor a su nombre ya que eran unas casitas en un llano, pero en un llano llano donde la Carretera cruzaba entre unas montañas quebradizas que se veían a lo lejos y casi siempre bajo un sol castigador de esos que ya ya. Más adelante se encontraban Báguena y Burbáguena que tienen unas iglesias con sus campanarios acabando en una cúpula sinuosa creo que Mudéjar que cuando los contemplas parece que Sherezade le está leyendo un cuento al Sultán en las Mil y Una Noches. Algo más arriba está Calamocha, el nombre suena fatal pero tiene unos embutidos fenomenales, aunque lo que yo me solía llevar desde luego a la vuelta era un bote de nísperos en almíbar. Luego íbamos hacia Daroca y sus murallas, son geniales, te puedes imaginar sin esforzarte mucho a algún guerrero emboscado detrás de cada una de ellas, así serían las murallas de Troya prácticamente inexpugnables en las que solo un gran ejército o la treta de un poeta ruin podían echar abajo; por cierto que a esa población la hicieron polvo cuando más tarde construyeron la A23 y la dejaron de lado, recuerdo que por el Norte había un restaurante bordeado de jamones de pega donde a veces nos habremos parado. De ahí hasta la Autopista de Zaragoza no había nada interesante para mi, bueno el desvío al pueblo de nacimiento de Goya creo recordar, pero nada mas. Muuucho más lejos y ya en la Provincia de Navarra está Olite y su Castillo, allí hay muchos lugares para comer, pero para comer bien, y el Castillo es pequeño pero está muy bien conservado, parece Disney aunque si se mira una segunda vez es evidente que es una antigüedad con diéresis y todo. Entonces nos metíamos en la Autopista y directos a Pamplona.

Ya en la ciudad normalmente nos alojábamos en el Hotel la Perla que según su Web ahora tiene 5 Estrellas, pero que en aquel entonces se merecía 2 escasas y que está en la Plaza del Castillo. Mi padre siempre solía aparcar por la Plaza de Toros donde parece que siempre había sitio asegurado. La Perla fue un Hotel muy bueno a principios del Siglo XX y en el XIX donde se alojaron personalidades muy importantes sobre todo relacionadas con la Guerra Civil Española. Solamente que cuando fuimos las contraventanas cerraban a golpetazo limpio y eso cuando tenían a bien hacerlo, y el salón donde se desayunaba era el típico salón Victoriano en el que con algo de imaginación podrías ver surgir de las sombras la figura contrahecha de Monsieur Poirot incordiando por aquí y por allá, pero entonces allí solamente podías tomar un café con leche que sabía poco y mal y desde luego casi nunca había nadie. Casi era mejor dejar la Perla para dormir solamente y desayunar en la Plaza del Castillo donde había varios sitios bastante mejores para hacerlo, y en los que más adelantado el día se ofrecía las típicas “chistorras”. Pamplona fuera de sus afamados Sanfermines es la Semper Fidelis ciudad convento del Norte. Es el único lugar de las Hispanias en el que han visto mis ojos que se han de comer los buitres, curas con sotana de esa ancha y con botones y monjas con el uniforme como recién salidas del Convento, igual habían ido a cagar dentro, quien sabe. Pedro III de Aragón concedió a Valencia el llevar en su Escudo dos “L” porque era el año tropocientos y la ciudad estaba “Learning”, pero por la misma regla de tres Su Majestad Rajoy I debería haber concedido a Pamplona el Privilegio de poder llamarse Española y muy Española por las muchas veces que se ha colocado del bando “apropiado”, ese es un Don y éste no tiene cosacos. En un viaje al Norte - porque hicimos varios - mi padre decidió desviarse para visitar un pueblo navarro llamado Valtierra. El motivo fue su interés por conocer de primera mano el origen de un apellido que se correspondía con el nombre del pueblo. Mi padre es un escritor de Historia como creo que he dicho y en su libro sobre un pueblo valenciano aparecía un noble navarro llamado Valtierra quien acompañaba a Don Jaime el Conquistador en la Reconquista y que se convirtió en el primer Barón del lugar, lo sé porque el libro se lo pasé al ordenador hace años. Bueno, aunque Valtierra parece que sí tuvo en tiempos algún tipo de castillo, lamentablemente ya no había gran cosa de nada de aquello y nos quedamos con las ganas de hacer el descubrimiento del Siglo y que mi padre escribiese un "best seller" tipo Código da Vinci, con mi colaboración porque ahí no se quedaría la cosa naturalmente. Poco antes de que fuésemos a Valtierra, mi padre se empeñó en comprar en una Librería del centro de Pamplona de cuyo nombre no puedo acordarme. Era una Librería antigua, pero que tenía donde elegir con una planta baja y piso, me recordó a otra Librería esta de Valencia en la Av. del Reino donde estuve de joven y que hoy está desaparecida, se llamaba "Crisol". Allá en las Pamplonas mi padre se encaprichó de un volumen dedicado a Heráldica que me parece que consultó una sola vez para un libro que escribió. Inicialmente mis padres tenían que apoquinar la totalidad del importe del tour (viaje, estancia y Hospital) lo que era una verdadera escabechina, pero luego afortunadamente se consiguió un acuerdo con un Seguro que financiaba la mitad de lo del Hospital que era lo más caro. Entonces pudimos abandonar la Perla como un puñetero desodorante e ir al Hotel Blanca de Navarra donde se alojaba Su Majestad Bobón I. Bueno, podíamos desvalijar en minibar como cualquier hijo de vecino y desde luego mi madre chorizaba las toallas del Hotel y lo que se terciara, y claro yo me solía olvidar en el bolsillo la tarjeta electrónica que hacía de llave de la habitación. Pero como personalmente le estaba y aún le estoy muy agradecido a Pamplona y a Navarra en general (dejando a parte lo que piense de su conveniente parcialidad política) y especialmente al Neurólogo uruguayo Doctor César Viteri, será una tontería pero si fuese de algún equipo de fútbol, sería del Osasuna, solo que de nano me iba más el baloncesto y luego me hice más peliculero. Por cierto, que me gustaría incluir en estas "alabanzas" al Psicólogo de Valencia Enrique Cantón Chirivella que me ayudó cuando era muuuuuy enano y me hizo comprarme el típico Librito de Bolsillo "Mis zonas erróneas".

jueves, julio 25, 2019

Espejo


Hoy me he mirado al espejo del cuarto de baño y no me ha gustado lo que he visto. Cuando me contemplaba, no me preguntéis porqué, pero he recordado de golpe a la madre de la “Volvo”. Esa mujer era, ¿cuál sería la expresión correcta para definirla?, la Reina de su casa y su hija la princesita aspirante al trono. Se solía pasear llevando unas botarras que le llegaban casi hasta las rodillas y unos pantaloncitos liliputienses de cortos que parecían introducirse en ella contorneando su cuerpo por debajo. No sé qué se creía, que aún era una quinceañera o algo así. Mi abuela Ramona (la pechugona) normalmente la fulminaba con la mirada mientras soltaba algún comentario condenatorio contra su indumentaria de colegiala si pasaba frente a nuestro chalet. Mi abuela ahí se parecía a la madre de Sheldon quien no podía ir a Rodeo Drive a comprar porque no tenía bastante dinero pero era gratis ir a ver quien sí podía hacerlo condenándolas con la mirada. Pero volviendo a esa mujer, al cumplir 40 años le debió de gustar horrores la cifra porque se plantó en ella y de allí ya no se movió, no sé, si hubiese sido una jugadora de esas empedernidas lo lógico hubiese sido que lo apostase todo al 40 a ver qué sucedía. Siguió cumpliendo años evidentemente, pero ella continuó erre que erre con sus 40 del alma donde se había quedado.
Pues esa mujer y su pechonalidad, perdón personalidad ha sido la que me ha venido a la memoria al mirarme hoy al espejo. Y es que creo firmemente que estoy alargando esto innecesariamente y escribiendo el blog de marras para intentar aferrarme a los jirones de mi infancia y juventud que desde luego hace mucho ya que pasaron a mejor vida y dejé atrás en el tiempo. “Joder, qué bien me ha quedado esa expresión, ni Góngora”. Continúo, eso es algo muy triste. Nunca creí que llegase a ser tan poco consecuente con mi edad, cuando hace tiempo me jodía cantidad tener la fotografía principal en una Web de contactos demasiado anticuada. Y es que a pesar de ser discapacitado físico, he vivido una infancia y juventud que podría calificar de “buenas”. Pero el tiempo verbal de esta frase es el correcto, lo he vivido. Actualmente solo tengo una afición, aparte de las inamovibles lectura, informática y TV de toda la vida, y es ver ocasionalmente como los turistas que suelen pasear por mi calle en Valencia camino de la Playa descubren con asombro los naranjos genuinamente bonitos y aromáticos repletos de naranjas y no tienen ningún reparo en llevárselas a la boca. Inmediatamente la expresión de su cara es de una comicidad absoluta, tirando al suelo la naranja que se han comido, gritando su repugnancia … la cuestión es que acaban de darse cuenta del hecho de que los naranjos son bordes y están ahí solamente de adorno. Me parece que lo que sí puede hacerse con esas naranjas es algún tipo de confitura, pero lamentablemente nada más y no estoy seguro tampoco de eso. Con esa tontería de los naranjos quiero decir que ya tengo 51 años y que desde luego que no estoy solamente para adorno, pero tampoco para nada demasiado efectivo.
Últimamente no es que duerma demasiado esa es la pura verdad. Usualmente me siento delante de mi ordenador y comienzo a escribir. Eso cuando no escribo primero a mano en un bloc de esos de hojas blancas que me regaló mi padre hace unos años y más adelante ya lo paso al ordenata (en la portada de la libreta pone El Mercantil Valenciano y es solo una suposición pero por la época en que me lo regaló mi pater familias el Levante que es el periódico que se compraba celebró su fusión con Ell Mercantil Valenciano). Hablando del ordenador, tengo una carpeta con el nombre BLOG y ahí guardo lo que voy a publicar o está ya en la red, y también tengo en una Hoja de Cálculo una especie de calendario de posibles publicaciones futuras, que desde luego de manera opcional me va informando de cuando he de publicar. Clarifico, la carpeta en cuestión está en realidad en uno de esos discos externos que me regaló un amigo de infancia de mi padre, digo esto por si algún listo tiene la brillante idea de meterse en mi portátil, aunque no sé que utilidad tendría hackear un blog personal pero sé que las apuestas son las apuestas.
Un apunte nada más, el primer ordenador me lo regalaron mis padres sobre 1990 y dijeron haberlo comprado por la Av. del Cid en un establecimiento que desde luego ya ni existe. Mi padre le puso el caritativo nombre de “tofoleta” (algo así como “tontita”) porque no solía separarme de “ella casi como si fuera tu novia”, gracioset que era el chico. Mucho más tarde (porque ese primer PC duró lo suyo), en una tienda que hace esquina en Serrería con Arquitecto Alfaro y ya en 2014, me compré un ordenador grandote y de sobremesa al que bauticé como “Gran tofoleta”, si no puedes con ellos únete. Creo que con el portátil de este año volveré (como el General Mc Arthur en la Segunda Guerra Mundial cuando le vencieron los japoneses. O como el Gobernador de California en cualquiera de sus pelis, ya que cuando dice la frasecita suena como un clásico), bueno volveré a los inicios y le colgaré a este portátil el dulce apelativo de “tofoleta II” o algo así. “Tofoleta” me recuerda enormemente a una comedia en valenciano antigua de teatro que muy por encima me relató mi padre. La obra quiere ser de miedo/terror, aunque está presente en toda la obra el típico cachondeo de la época. Para que nos entendamos y aunque supongo que será bastante posterior, sería un cachondeito parecido al de la peli “Bienvenido Mr. Marshall” o “La Escopeta Nacional” de Berlanga o ya remontándonos en el tiempo a “El virgo de Vicenteta i l’alcalde de Favara” de Bernat i Baldoví. Venía a decir algo como “Marieta estic en el primer escaló, Marieta estic en el segón escaló, Marieta estic en el tercer escaló, Marieta que t’agarre!”

viernes, julio 19, 2019

Teutoburgo


Teutoburgo de Valerio Massimo Manfredi. Lo que siempre me llama la atención de Manfredi es que él mismo se define como escritor y no como un escritor de una temática o género literario concreto como por ejemplo Novela Histórica o Novela Policíaca.
Pero esta sí que es una Novela Histórica. Comienza con dos jóvenes príncipes germanos hijos de un jefe querusco que van jugueteando por un bosque de su país natal buscando mariposillas de mata en mata, hasta que claro los caza una patrulla romana y los hacen rehenes, admirando una recién construida calzada romana cuando en Germania solo caminaban sobre senderos de barro y eso cuando éstos existían. Los nombres de estos jóvenes son Wulf y Armin. Bajo la tutela del Centurión Marco Celio Tauro, Wulf y Armin toman caminos diametralmente opuestos al enfrentarse a la Cultura Romana con la que dicho Centurión intenta impresionarles (esa parte me recodó la peli “la Vida de Brian” y su ¿qué han hecho los romanos por nosotros?): Wulf asimila rápidamente dicha cultura tanto es así que cambiará incluso su para los romanos impronunciable nombre por el de Flavus. Pero Armin tan solo lo latiniza un poco retocándolo y convirtiéndose en Arminius y continúa siendo un orgulloso e imbatible guerrero germano. De hecho volviendo a La Vida de Brian, Arminius diría aquello de “Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?” “Nos han dado la paz. ¿la paz? que te folle un pez”. En Roma está Augusto de Emperador y su sueño para Germania era prolongar la frontera del Imperio hasta el río Elba. Ya un poco antes Julio César había intuido que un peligro para Roma podía venir de Germania y consolidó el poder romano en la Galia para que actuara de frontera natural. Augusto desde luego quiso dar un paso más, pero como no todos eran Augusto y había bastante rapacidad e incompetencia en la Administración romana, Teutoburgo frustró ese sueño. Todos los que hemos leído “Yo Claudio” de Robert Graves recordamos el poema cantado en el que Augusto le reclamaba al General Varo las Águilas Romanas que había perdido en la batalla germana.

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