Johnny
LoMake
Dox
Veces
había llegado con la Diligencia que
venía del
Este y nada más bajar del pescante, pasó
por el Saloon de Gladys donde sabía que estábamos todos reunidos
bebiendo, charlando, jugando
a la brisca
y armando
una buena
para decirnos que de un momento a otro llegaría al pueblo la famosa
pistolera llamada Crazy Pelican Whipped Cream o Pel para abreviar.
Vale, vale, lo sé de sobra, LoMake
Dox
Veces
es un indio con sífilis, pero no por eso deja de ser creíble, no?
que no escucha los rumores con el pito.
Bien, tras este pensamiento tan profundo en exceso a mi entender, que
casi me estalla el coco
cuando lo he discurrido y
verbalizado posteriormente,
diré que de esa pistolera se susurraba, porque nadie se atrevía a
decirlo en voz alta, que era más certera que Bill
Hickok
y más sanguinaria que Jesse
James.
Desde luego y nada más saber la noticia, todas las Fuerzas
Vivas
del pequeño campamento minero en que vivíamos y trabajábamos
(solamente
de
forma ocasional) desaparecieron como por arte de magia, como si uno
de esos magos que surgían como setas en la ciudad de Boston y sus
alrededores les hubiese echado algún abracadabra. Y en el saloon,
que estaba hasta los topes hasta ese momento, nos quedamos 3 amigos y
yo con los vasos en la mano algo desconcertados porque en la
estampida se había incluido el héroe y pistolero local - Luckie
Joe - que todos creíamos que iba a salvar el día.
Mis tres “presuntos amigos” se quedaron mirándome e insistieron
en que fuese yo el que me enfrentara con Pel
ya que era el único que tenía revólver.
Y eso sin tener en cuenta el hecho, que insistí en dejar claro, de
que mi único acierto como tirador era un saco de avena que la vieja
Polly guardaba en la parte de atrás de un cobertizo para
herramientas de su propiedad. Sobre ese saco, unas
tardes atrás
había colocado unas cuantas latas y botellas y luego había
intentado hacer blanco, pero sea como sea (quizá había bebido de
más ese día o hacía un viento desmesurado, que a nadie le gusta
admitir que es un auténtico zoquete con la pistola aunque sea para
salvar
el culo)
las balas habían ido a parar al maldito saco de avena. Pero
nada, el colega que estaba sentado enfrente de mi, llamado “el
espatarrao” porque simplemente no tenía cintura al caminar y
parecía una herradura
de la buena suerte,
porque todos saben desde Arizona hasta
donde están los
penes que silban
que las herraduras se colocan con los cuernos hacia arriba para repeler espíritus. Bueno, el espatarrao simplemente me dijo que
procurara apuntar más alto, y que había visto otros tiroteos de Pel y normalmente no se movía del sitio, o sea que yo no tendría
problema en
cuanto a blancos móviles, porque
ya sabíamos todos que yo no era muy rápido de reflejos.
Y
claro, los otros dos compañeros animando y llenándome el vaso una y
otra vez. Esos
son mis amigos! Al
primer contratiempo con el que se encuentran, se vuelven contra mi y
me echan a los leones.