Hoy me
he mirado al espejo del cuarto de baño y no me ha gustado lo que he
visto. Cuando me contemplaba, no me preguntéis porqué, pero he
recordado de golpe a la madre de la “Volvo”. Esa mujer era, ¿cuál
sería la expresión correcta para definirla?, la Reina de su casa y
su hija la princesita aspirante al trono. Se solía pasear llevando
unas botarras que le llegaban casi hasta las rodillas y unos
pantaloncitos liliputienses de cortos que parecían introducirse en
ella contorneando su cuerpo por debajo. No sé qué se creía, que
aún era una quinceañera o algo así. Mi abuela Ramona (la
pechugona) normalmente la fulminaba con la mirada mientras soltaba
algún comentario condenatorio contra su indumentaria de colegiala si
pasaba frente a nuestro chalet. Mi abuela ahí se parecía a la madre
de Sheldon quien no podía ir a Rodeo Drive a comprar porque no tenía
bastante dinero pero era gratis ir a ver quien sí podía hacerlo
condenándolas con la mirada. Pero volviendo a esa mujer, al cumplir
40 años le debió de gustar horrores la cifra porque se plantó en
ella y de allí ya no se movió, no sé, si hubiese sido una jugadora
de esas empedernidas lo lógico hubiese sido que lo apostase todo al
40 a ver qué sucedía. Siguió cumpliendo años evidentemente, pero
ella continuó erre que erre con sus 40 del alma donde se había
quedado.
Pues
esa mujer y su pechonalidad, perdón personalidad ha sido la que me
ha venido a la memoria al mirarme hoy al espejo. Y es que creo
firmemente que estoy alargando esto innecesariamente y escribiendo el
blog de marras para intentar aferrarme a los jirones de mi infancia y
juventud que desde luego hace mucho ya que pasaron a mejor vida y
dejé atrás en el tiempo. “Joder, qué bien me ha quedado esa
expresión, ni Góngora”. Continúo, eso es algo muy triste. Nunca
creí que llegase a ser tan poco consecuente con mi edad, cuando hace
tiempo me jodía cantidad tener la fotografía principal en una Web
de contactos demasiado anticuada. Y es que a pesar de ser
discapacitado físico, he vivido una infancia y juventud que podría
calificar de “buenas”. Pero el tiempo verbal de esta frase es el
correcto, lo he vivido.
Actualmente solo tengo una
afición, aparte de las inamovibles lectura, informática y TV de
toda la vida, y es ver ocasionalmente como los turistas que suelen
pasear por mi calle en Valencia camino de la Playa descubren con
asombro los naranjos genuinamente bonitos y aromáticos repletos de
naranjas y no tienen ningún reparo en llevárselas a la boca.
Inmediatamente la expresión de su cara es de una comicidad absoluta,
tirando al suelo la naranja que se han comido, gritando su
repugnancia … la cuestión es que acaban de darse cuenta del hecho
de que los naranjos son bordes y están ahí solamente de adorno. Me
parece que lo que sí puede hacerse con esas naranjas es algún tipo
de confitura, pero
lamentablemente nada más y
no estoy seguro tampoco de eso.
Con esa tontería de los
naranjos quiero decir que
ya
tengo 51 años y
que desde luego que no estoy solamente para adorno, pero tampoco para
nada demasiado efectivo.
Últimamente
no es que duerma demasiado esa es la pura verdad. Usualmente me
siento delante de mi ordenador y comienzo a escribir. Eso cuando no
escribo primero a mano en un bloc de esos de hojas blancas que me
regaló mi padre hace unos años y más adelante ya lo paso al
ordenata (en la portada de la libreta pone El Mercantil Valenciano y
es solo una suposición pero por la época en que me lo regaló mi
pater familias el Levante que es el periódico que se compraba
celebró su fusión con Ell Mercantil Valenciano). Hablando del
ordenador, tengo una carpeta con el nombre BLOG y ahí guardo lo que
voy a publicar o está ya en la red, y también tengo en una Hoja de
Cálculo una especie de calendario de posibles publicaciones futuras,
que desde luego de manera opcional me va informando de cuando he de
publicar. Clarifico, la carpeta en cuestión está en realidad en uno
de esos discos externos que me regaló un amigo de infancia de mi
padre, digo esto por si algún listo tiene la brillante idea de
meterse en mi portátil, aunque no sé que utilidad tendría hackear
un blog personal pero sé que las apuestas son las apuestas.
Un
apunte nada más, el primer ordenador me lo regalaron mis padres
sobre 1990 y dijeron haberlo comprado por la Av. del Cid en un
establecimiento que desde luego ya ni existe. Mi padre le puso el
caritativo nombre de “tofoleta” (algo así como “tontita”)
porque no solía separarme de “ella casi como si fuera tu novia”,
gracioset que era el chico. Mucho más tarde (porque ese primer PC
duró lo suyo), en una tienda que hace esquina en Serrería con
Arquitecto Alfaro y ya en 2014, me compré un ordenador grandote y de
sobremesa al que bauticé como “Gran tofoleta”, si no puedes con
ellos únete. Creo que con el portátil de este año volveré (como
el General Mc Arthur en la Segunda Guerra Mundial cuando le vencieron
los japoneses. O como el Gobernador de California en cualquiera de
sus pelis, ya que cuando dice la frasecita suena como un clásico),
bueno volveré a los inicios y le colgaré a este portátil el dulce
apelativo de “tofoleta II” o algo así. “Tofoleta” me
recuerda enormemente a una comedia en valenciano antigua de teatro
que muy por encima me relató mi padre. La obra quiere ser de
miedo/terror, aunque está presente en toda la obra el típico
cachondeo de la época. Para que nos entendamos y aunque supongo que
será bastante posterior, sería un cachondeito parecido al de la
peli “Bienvenido Mr. Marshall” o “La Escopeta Nacional” de
Berlanga o ya remontándonos en el tiempo a “El virgo de Vicenteta
i l’alcalde de Favara” de Bernat i Baldoví. Venía a decir algo
como “Marieta estic en el primer escaló, Marieta estic en el segón
escaló, Marieta estic en el tercer escaló, Marieta que t’agarre!”