Todo da comienzo en las inmediaciones de una Base Estadounidense donde se
encuentra cruelmente asesinado y con fuertes marcas de tortura un
joven soldado de la aviación, Palonimo Molero. Bueno, en
realidad empieza con la exclamación ¡Jijunagrandísimas! del
guardia Lituma al encontrar el cuerpo. Porque son dos policías del
pueblo de Talara cercano a la Base Militar, el guardia Lituma y su
superior el Teniente Silva los que investigan el crimen. Los pobres
Silva y Lituma se enredan en una investigación que parece no querer
avanzar: el pueblo comienza una verdadera Ley del Silencio en este
Perú de los años 50 de no sabe no contesta y la Base Americana se
cierra en banda y niega toda ayuda creyéndose por encima de todo el
orden establecido.
Al final consiguen descubrir que el flaquito como le llamaban
ya que Vargas Llosa nos llena la novela de localismos tenía ciertos
amoríos que quizá influyeran en su muerte, pero los amoríos que
más me gustan a mí es la infructuosa persecución por el Teniente
Silva de los favores sexuales de una Doña Adriana, una fondista
casada con el Matías, un pescador que es tonto o se lo hace, ya que
como siempre Vargas Llosa entremezcla varias historias dentro de la
novela, obligándonos de esa manera a mantener en nuestra mente el
desarrollo de una y de otra simultáneamente. Personalmente, el libro
que prefiero de Vargas Llosa es Conversación en la Catedral que leí
cuando nano y me impactó, con Zabalita, Ambrosio, Popeye, Bermúdez,
Aida, pero sobre todo Bermúdez que actualmente semejaría a Montoro.
Solo que este de Silva y Lituma, joder que buena que es esta
parejita. Lituma es el emocional y el Teniente Silva quien se piensa
más las cosas.