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jueves, marzo 07, 2019

¿Quien mató a Palomino Molero? de V. Llosa




Todo da comienzo en las inmediaciones de una Base Estadounidense donde se encuentra cruelmente asesinado y con fuertes marcas de tortura un joven soldado de la aviación, Palonimo Molero. Bueno, en realidad empieza con la exclamación ¡Jijunagrandísimas! del guardia Lituma al encontrar el cuerpo. Porque son dos policías del pueblo de Talara cercano a la Base Militar, el guardia Lituma y su superior el Teniente Silva los que investigan el crimen. Los pobres Silva y Lituma se enredan en una investigación que parece no querer avanzar: el pueblo comienza una verdadera Ley del Silencio en este Perú de los años 50 de no sabe no contesta y la Base Americana se cierra en banda y niega toda ayuda creyéndose por encima de todo el orden establecido.

Al final consiguen descubrir que el flaquito como le llamaban ya que Vargas Llosa nos llena la novela de localismos tenía ciertos amoríos que quizá influyeran en su muerte, pero los amoríos que más me gustan a mí es la infructuosa persecución por el Teniente Silva de los favores sexuales de una Doña Adriana, una fondista casada con el Matías, un pescador que es tonto o se lo hace, ya que como siempre Vargas Llosa entremezcla varias historias dentro de la novela, obligándonos de esa manera a mantener en nuestra mente el desarrollo de una y de otra simultáneamente. Personalmente, el libro que prefiero de Vargas Llosa es Conversación en la Catedral que leí cuando nano y me impactó, con Zabalita, Ambrosio, Popeye, Bermúdez, Aida, pero sobre todo Bermúdez que actualmente semejaría a Montoro. Solo que este de Silva y Lituma, joder que buena que es esta parejita. Lituma es el emocional y el Teniente Silva quien se piensa más las cosas.

martes, marzo 05, 2019

Abuela2


Siempre me he sentido muy a gusto en compañía de la familia de mi madre, en especial de mi abuela Ramona y su pan con aceite y sal que se hacía para merendar, al que añadía un poco de pimentón rojo, sobrasada de pobre me dice mi tía que era y que era bastante habitual entre la gente de aquella época. Mi abuela tenía un tono de piel negro, pero negro llevando su negrura hasta el extremo, hasta un Vicente Rodríguez cuando se recorría la banda izquierda del Valencia FC. La cuestión es que yo soy más bien de un tono lechoso y como tengo una foto del Domingo de Ramos de 1971 con apenas 3 años en la que me paseaba con mi abuela de la mano por la Calle de la Reina en el Cabanyal en plena Procesión hacíamos un contraste que ni te cuento. No tengo fotos de mi abuela de joven, pero sí que encontré una de mi abuelo de cuando tenía 18 años y aparecía en una Cartilla Naval, Cartilla a la que se le adjuntaba una carta de exclusión para el servicio. Un poco más y no lo reconozco y me lo paso por alto al repasar papeles antiguos, pero claro después vi el nombre y eché el freno. Era un joven bien parecido, supongo que mi abuela se coló por él casi enseguida. Por otro lado, también encontré una fotografía de mi otro abuelo, quien debía tener unos 20 y también era bien parecido pero así como mi abuelo Juan el marido de mi abuela Ramona llegó a subirme en brazos y aún recuerdo su fuerte olor a tabaco a mi otro abuelo (el padre de mi padre) no llegué a conocerlo en persona, porque lamentablemente falleció en 1963 y yo nací en 1968 un día más tarde que el anterior príncipe Felipe para que el republicano de mi padre rechinara los dientes, claro que lo suyo era peor que había nacido el mismo día que Franco. Aún así y volviendo a centrarme en mí, si es por apariencia mis genes estaban bien serviditos, claro que igual eso no era suficiente. Pero pensándolo bien y considerando a la sociedad actual y su gusto por la estética, tal vez sí que sea suficiente. Mi abuela de pequeño me llamaba “perla fina”. Desde luego, todas las abuelas o abuelos llaman a sus niet@s algo parecido (mi madre solía decir que mi padre hacía por sus nietos lo que nunca hizo por sus propios hijos, lo que debe de ser una especie de Constante Universal), pero el que tu abuela te diga algo bonito y que tu con tus 3 añitos evidentemente te lo creas y dudes menos de ello que de la tabla de multiplicar pone por las nubes tu autoestima. Con mi madre he llegado a trabajar de forma que no hacía casi falta que me dijese qué necesitaba, de manera muy coordinada y sin pedírmelo se lo proporcionaba. Pero si estábamos demasiado tiempo trabajando juntos, al ser nuestros caracteres muy muy similares (exceptuando su gran inteligencia como es natural), frecuentemente acabábamos por chocar en alguna nimiedad, generalmente si yo le ayudaba al ordenador. Ahora bien, si lo que hacía era simplemente ir a lugares como el Registro Civil a por Certificados de Nacimiento o Defunciones, a Últimas Voluntades en la Calle Hernán Cortes, al Catastro que primero estaba en Mestalla y luego lo trasladaron a Lauria, al Archivo de Protocolos por Serrería cerca de la Estación del Cabanyal, pero todo estando alejado de mi madre, entonces todo iba bien. Mi abuela paterna Rosario solía decirle a mi madre “con lo inteligente que tu eres Amparín y no te das cuenta que te pareces mucho a Joaquín y por eso chocas con él constantementePor ese motivo, aunque mi madre fue la que principalmente me ayudó en mi enfermedad cuando aquí en Valencia, médicos incluidos, todos estaban en Babia respecto a ella. Por ejemplo, unos médicos decían que mi enfermedad era Depresión (no Postparto a tanto no llegaron). Otros decían que podía ser Esquizofrenia. Otros que la edad y que ya pasaría. Hubo un genio que dijo que no estaba seguro, pero que quizá podría ser Epilepsia, el problema es que era Psiquiatra y solo se le ocurrió recetarme una droga calmante bastante fuertecilla la niña, de modo que iba por el pasillo de casa haciendo eses como si estuviese beodo y palpando las paredes para no caerme. Bueno, no sé dónde ni a quien se lo oyó mi madre, pero un día mencionó el Hospital Universitario de Navarra en Pamplona y esa fue la salvación. Por eso ya lo digo, aunque fue mi madre la que me ayudó más en mi enfermedad, en lo social fue mi padre el que lo hizo, con paciencia y sabiendo cómo tratarme. Cuando se me ocurrió hacer un blog sobre la infancia y juventud de mi padre tras su fallecimiento, rebusqué entre sus cosas y entrevisté a algunos amigos y familiares, y entonces me enteré que tanto mi padre como mi madre habían estudiado psicología. Mi madre la aplicó mucho más a su carrera, ya que era bastante más vocacional que mi padre, y mi padre más a su afición literaria. Pero eso sí, recuerdo que en casa había todo un estante lleno hasta rebosar de libros de psicología infantil. El niño y su yo, El fracaso escolar en la actualidad, De la escuela al paro … cosas así. De manera que en ese sentido tanto mi hermano como yo estuvimos bien atendidos. 

Clínica Universitaria de Nararra
Clínica Universitaria de Navarra


 

viernes, marzo 01, 2019

Abuela


Hace una eternidad, cuando estábamos entre semana a menudo iba a casa de mi abuela Ramona. La Señora Ramoneta y su marido el Señor Juan en 1933 fundaron un Despacho en su vivienda particular en la zona del Cabanyal tan de moda con la Prolongación de la Avenida Blasco Ibáñez, donde él trabajaba de Secretario Judicial. Mi abuelo fue una persona muy respetada en su profesión, por su clientela y por la gente de la contornada que lo consideraba una persona de la que podían fiarse, mientras su esposa cogió la costumbre de ir al Mercado a hacer clientela cuando ni siquiera estaban montados los puestos de venta. Bien, yo de nano visitaba a mi abuela y hacía el cafre en el despacho de mi abuelo, con ella detrás “anda cariño deja al abuelito trabajar tranquilo”. Recuerdo que la casa de mis abuelos era la típica casita del Cabanyal de planta baja y piso, bastante antigua, con una escalera que se podría calificar de diabólica, con esos pasamanos tan intrincados según mi parecer plateados a mano, con varios escalones desiguales, viendo a mano izquierda como una banda de azulejos que cubría toda la pared a la altura de tu cintura según ibas descendiendo por “eixa escalereta del dimoni” que seguramente era digna de un museo. El suelo de toda la casa por supuesto estaba en consonancia con los escalones dada la humedad e la zona y la antigüedad de la casa en sí. Y para rematarlo justo al fondo junto a una cocina bastante crecidita había otra estrecha escalera que conducía hasta una especie de trastero y de ahí hasta la cumbre mama hasta la cumbre (hasta el tejado para entendernos). Vamos que para un niño era una delicia hacer el cabra por esa casa, porque yo ya de mayor he sido bastante tranquilo, pero un niño es un niño. En la parte posterior había otra vivienda, pero creo recordar que era de otra persona, solamente había trastos amontonados en ese lugar y un adulto no cruzaría evidentemente de una vivienda a otra, pero estamos hablamos de un enano y yo crucelo. Aproximadamente en el centro de la casa estaban los dormitorios sin ventanas de ningún tipo quiero decir. Personalmente me he quedado a dormir en esas camas y puedo decir que para un niño es algo fenomenal. Duermes sobre algo mullido y blanco y a la vez algo duro como una peladilla, es algo acogedor desde luego siempre me sentí divinamente en esa casa y en esa compañía. Junto a la casita de mis abuelos había otra muy cuca ocupada por un matrimonio mayor. Tenían un jardín con una pequeña fuente donde solían guardar un cochecito de esos que aparcan en cualquier lado. Mis abuelos y ese matrimonio eran muy amigos y yo me bajaba a menudo para jugar con una tortuguita que tenían en su jardín.

Un día que fui a casa de mi abuela y mi abuelo no estaba no recuerdo ahora el motivo, nos sentamos a la mesa dispuestos a probar la deliciosa comida que nos haría Ramoneta. Mi abuela tenía una nevera vieja blanca y de puerta redondeada. Y de allí sacó una botella de gaseosa de esas de antes que tenía el cristal tan grueso y llena de gotitas de humedad. La botella la puso en el centro y comenzamos a jalar. Estábamos la mar de contentos, nos había hecho un arrocito de pescado que le quedaba de lujo y todo eran chistes. De golpe y porrazo noto algo húmedo en mi cara y le digo a mi abuela “Abuela, tengo algo mojado”. Mi abuela y los demás me miran y ven que tengo la cara llena de sangre. De momento se quedaron todos sin saber qué hacer, incluido yo naturalmente. Luego vimos claro que la botella de gaseosa había estallado de repente, un trozo de vidrio salió despedido y un centímetro más y me deja tuerto. Mi abuela pensó rápido, debió recordar el cochecito de los vecinos, les llamó y les contó lo ocurrido. Bueno, enseguida me llevaron a la Casa de Socorro que estaba en la actual Comisaría de Policía Local de la Plaza de la Armada E spañola y allí definitivamente ya vieron que no era nada del otro mundo aparte de lo peligrosa que había sido la herida. Me lavaron bien la sangre de toda la cara y me pusieron una venda bastante aparatosa que yo más bien parecía un clon de Dar Vader. Después de un tiempo me quedó una cicacitricita de medio dedo junto al ojo izquierdo. Bueno, ya tenía algo de lo que fardar en el Cole.


En procesión con mi abuela Ramona en Domingo de Ramos de 1971 en el Cabanyal. Valencia
Domingo de Ramos de 1971  con mi abuela